De todos es sabido que el enamoramiento dura muy poco, luego debe abrirse paso el amor
Recuerdo a un buen amigo, que en paz descanse, al que visitaba en su enfermedad: le llevaba la comunión y hablábamos un buen rato. Lo pasábamos muy bien. En una ocasión le pregunté si le decía a su mujer que la quería, porque, de hecho, se querían mucho. Me respondió que le daba vergüenza decírselo. A los pocos días me propuso que hiciéramos una pequeña ceremonia para renovar los votos matrimoniales; así le manifestaba que la quería, pero sin decírselo.
Hoy leemos en el Evangelio la escena de las bodas de Caná: “En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda”. El Señor bendice con su presencia y la de su querida madre el amor humano, el nacimiento de una nueva familia. Allí, a instancia de la Virgen, realiza su primer milagro: transforma el agua en vino, para no empañar la alegría de la fiesta.
Hoy, puede ser una buena ocasión para que los esposos renueven sus compromisos matrimoniales, para dar gracias a Dios por todos los dones recibidos a lo largo de la vida esponsal. También para pedir perdón por los momentos en los que no hemos sabido querernos; en los que las prisas, las ocupaciones o los egoísmos nos han encerrado en nosotros mismos y no hemos dado todo lo que se esperaba. Es una estupenda ocasión para sacar brillo al amor empañado por la monotonía y el transcurso del tiempo.
El tiempo no pasa en vano. Una hoguera necesita ser realimentada para que no se apague. Pocas cosas de este mundo son para siempre; la continuidad en el amor, la amistad, el deporte, la salud, …necesitan ser cuidadas, alimentadas, actualizadas, buscadas. Un ingeniero, un médico, un profesor o abogado deben ponerse al día. Hasta el móvil necesita recargarse, actualizarse, resetearse. Mucho más, las relaciones matrimoniales.
Copio del libro que estoy leyendo La segunda conversión, de Damián Fernández: “Pero, me interesa más hablar de la mitad del camino que del comienzo; de la segunda conversión, de ese retomar la senda de que está hecha toda caminata. El primer sí, la declaración primera del amor, con su alegría, entusiasmo y novedad ha quedado atrás. Ha sobrevenido la cruz de cada día, el cansancio y el desánimo, la sorpresa de los defectos agudos de los compañeros, los cambios de un entorno que cada vez comprende menos nuestro camino”.
De todos es sabido que el enamoramiento dura muy poco, luego debe abrirse paso el amor. Nuestro mundo, lamentablemente, ha apostado por el desamor; el entorno cultural y costumbrista ya no habla de fidelidad, no quiere saber nada con la duración; va a lo inmediato, al ahora, al usar y tirar. Incluso, el tiempo que dedicamos al cónyuge, a la familia, es cada vez más escaso y, las contadas horas que pasamos juntos las compartimos con las redes sociales, con los medios. Apenas nos tratamos.
Es asombroso cómo han cambiado las tendencias. Ahora se lleva la palma internet, el móvil, las plataformas digitales. Absorben la mayoría de nuestro tiempo: del libre y del robado al trabajo y a la familia. Son sanguijuelas del tiempo. Una buena relación precisa tiempo de calidad. El regalo de bodas que puedo hacer a mi media naranja, omito deliberadamente el vocablo pareja -aplicable a las yuntas de bueyes-, puede ser dedicarle atención, escucharla, contemplarla. ¿Cuándo fue la última vez en que salimos juntos, cogidos de la mano, a pasear, a tomar algo?
No nos debe sorprender que debamos reavivar el amor, alimentarlo. Estamos muy acostumbrados a rellenar el tanque de combustible, la nevera, a asearnos, …hay muchas rutinas que hacen posible la vida. También la convivencia precisa de cuidados. Un buen esposo, una buena esposa, tienen que alimentar diariamente su amor. Pensar en cómo sorprender al otro, ganarle, hacer que se sienta querido. Esto lleva tiempo y esfuerzo, imaginación y dedicación.
También debemos defendernos de los depredadores. Últimamente, se habla de la proliferación de lobos salvajes que atacan a las reses. El ambiente también se ceba con la familia: los artistas, deportistas, influencers cambian de parejas (ahora si es adecuada esta expresión) más que la luna de fases. A nadie le extraña que se rompan los matrimonios. Hemos normalizado la enfermedad, lo que no queremos: el amor auténtico busca la duración, la exclusividad.
“Fortalecer el amor es actualizarlo. Elegir cada día a los que amamos: ¿la he querido hoy?, ¿lo ha notado? Y volver después la vista a nosotros mismos; solo hay una persona que puede ayudar a mejorar la relación: yo mismo. Soy yo quien ha de cambiar y, entonces, con la nueva visión que mi transformación me concede, ayudarle a él, o ella, a hacerlo. ¿Quién ha de dar el primer paso? La respuesta no es nueva: el que ve el problema, es decir, uno mismo”, dice Javier Vidal-Quadras
Con humildad, para reconocer nuestros errores, para pedir ayuda y perdón, y con la ayuda de Dios, podemos renovar nuestro amor.