Nos vendría bien pensar un poco más, no dejar que los sentimientos o las emociones, la moda o lo políticamente correcto, tiranicen nuestras vidas
La leyenda negra sobre la Iglesia sostiene que los creyentes no tienen que pensar, que la fe anula el pensamiento y la razón. Se habla del oscurantismo de la Edad Media, superado por el siglo de las luces de la Revolución francesa. Incluso, se relata, como momento icónico de la liberación, que la “diosa Razón” fue entronizada por Robespierre en la Catedral de Notre Dame de París.
No niego que haya fieles con poca formación, que algunos puedan considerar que pensar es peligroso, que hay que tener mucho cuidado con la libertad, pero esto no tiene nada que ver con la predicación de Jesucristo, con la vida cristiana.
Fides quaerens intellectum, una definición de la Teología, significa "la Fe busca el entendimiento" o "la Fe busca entender". Es el método teológico recomendado por san Agustín y san Anselmo de Canterbury, en el que uno comienza con la creencia en la fe, y sobre la base de esa fe, pasa a una mayor comprensión de la verdad cristiana. El creyente debe usar la razón, la inteligencia, para profundizar en su fe, en su visión del mundo, en su caminar terreno.
El siglo XXI se caracteriza como el siglo del pensamiento débil, de la sociedad gaseosa, del relativismo. El que piensa pierde, quien tiene convicciones, no sale en la foto. Del reinado de la posverdad: ¡La verdad ha muerto, viva la mentira! En el instituto, hace ya unos cuantos años, me llamó la atención lo que decía Ramón de Campoamor que: "En este mundo traidor / nada es verdad ni mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira". Y ahora, en cuestión de colorido, somos insuperables.
Dice el libro de los Proverbios: “La sabiduría se ha hecho una casa, ha labrado siete columnas; ha sacrificado víctimas, ha mezclado el vino y ha preparado la mesa. Ha enviado a sus criados a anunciar en los puntos que dominan la ciudad: Vengan aquí los inexpertos; y a los faltos de juicio les dice: Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia”. La Iglesia nos recomienda vivamente seguir el camino de la inteligencia: usar la cabeza, pensar, tener mentalidad crítica. Cosa que la Universidad, la política, la sociedad, ha renunciado a hacer.
Podemos ver el empeño de ciertas políticas en ir contra el desarrollo, la cultura del esfuerzo y del trabajo; de favorecer las limosnas y subvenciones. Esto lleva, desgraciadamente, a más Venezuela, con perdón de los pobres venezolanos, que claramente han dicho lo que piensan. Es el lema marxista de la confrontación, del ofendidito, del cuánto peor, mejor. Lo que importa no el bien de las personas, sino el del partido, de la ideología. No hay que ser muy listo para llegar a esto, pero parece que nadie se da cuenta.
También podríamos pensar qué estamos haciendo con la institución que más valoramos, la familia. La estamos dinamitando, vamos socavando sus fundamentos, la estamos arruinando; pero nadie dice nada. Dentro de poco, nuestros seres queridos y, tal vez nosotros, seremos individuos, hombres y mujeres sin familia. El homo sapienes evoluciona al homo solitarius. Pienso que nada más triste que ser una persona sin familia.
Sigamos el consejo de los Proverbios: “Vengan aquí los inexpertos; y a los faltos de juicio les dice: Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia”.
Entonces, ¿pensar no se opone a la fe? Ratzinger destaca de un modo muy contundente que no: “Lo que se opone a la fe no es el preguntar, sino el considerar la verdad como no alcanzable, o no digna de esfuerzo”. La fe es razonable en la medida en que exige dar testimonio de aquello en lo que se cree, sin sustraerse al debate con los otros. Ratzinger llega a firmar que la fe defiende a la filosofía frente a los que pretenden llegar a afirmaciones absolutas para dominar el mundo. El saber de la revelación no excluye la necesaria “interrogación permanente” de la razón. Por el contrario, el cristianismo sigue vinculado en sus raíces a la filosofía griega: En virtud de la primacía de la razón, el cristianismo sigue siendo hoy ilustración”, dice el profesor Jesús Ballesteros.
Nos vendría bien pensar un poco más, no dejar que los sentimientos o las emociones, la moda o lo políticamente correcto, tiranicen nuestras vidas. La razón no está solo para calcular, para hacer; no es un instrumento útil, como un destornillador, “sino también para poder conocer las cosas esenciales de la vida”, como dice Ratzinger. Debo pensar si voy por el camino correcto, si mis elecciones son sabias, si hay verdad en mi vida. Debo ser un poco más crítico, más profundo en mis razonamientos. Dios nos ha hecho así: sabios, a su imagen y semejanza. No quiere que renunciemos a la razón.