La doble acepción de este término me ha llevado a reflexionar y escribir sobre cómo se presenta este fenómeno cuasi-ideológico en nuestra sociedad
El término buenismo se ha extendido notablemente en nuestra jerga más popular. Los hay que se sienten cómodos con lo que esta palabra significa y lo practican, pero también tiene sus detractores, los que con frecuencia manifiestan estar hartos de tanto “buenismo”. La doble acepción de este término me ha llevado a reflexionar y escribir sobre cómo se presenta este fenómeno cuasi-ideológico en nuestra sociedad.
Según la RAE, buenismo es la “actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”. Esta definición, más bien, muestra los aspectos negativos del significado de dicho término. A esta valoración negativa del buenismo se suman distintos autores, entre ellos el crítico literario Carlos Moreno, quienes han llegado a hablar del fraude del buenismo.
Esta cuasi-ideología se hace presente en diferentes áreas como, por ejemplo, en la educación, el derecho, la política, (…). La postura buenista del sistema educativo español se aprecia, por primera vez, en la ley de reforma educativa, la LOGSE de 1990 y, posteriormente, en la Ley Orgánica de Educación de 2006. Esta postura presupone un cierto rechazo a la autoridad en la escuela, apuesta por la igualdad entre profesor y alumno, lo que lleva a la degradación de la disciplina en las aulas. Por esto, se pretende resolver los conflictos por medio del diálogo y a que disminuya la autoexigencia del alumno. Además, rechaza el esfuerzo y la responsabilidad y, en consecuencia, la meritocracia.
Según la RAE, buenismo es la “actitud de quien
ante los conflictos rebaja su gravedad, cede
con benevolencia o actúa con excesiva tolerancia”.
La enseñanza de la religión se está reduciendo al buenismo de ciertos valores, que se transmiten desvinculados de su raíz, el humanismo cristiano, y sin la fuerza e ilusión necesarias para que los estudiantes opten por llevar una vida virtuosa. Se podría decir que el buenismo hace valores, en lugar de hacer de la necesidad virtud. Creo que los valores son caducos, fruto del consenso sociocultural, pero la virtud es contagiosa siempre, no es algo que te puedes guardar para ti, en este sentido Nietzsche decía que: “la virtud hace regalos”. También, se puede afirmar que: «La misericordia no es buenismo, ni un mero sentimentalismo», sino que, por el contrario, es la manifestación del Amor de Dios por cada uno y la expresión del amor de cada uno hacia el prójimo.
Si nos adentramos en el área del Derecho, Andrés Ollero, catedrático de Filosofía del Derecho, identifica el buenismo jurídico con la defensa del derecho a lo torcido, del derecho a lo equivocado, (…), y cuyas principales características son “la filantrópica generosidad a la hora de conceder derechos” y su relativismo. Además, rechaza esta postura en pro del Derecho natural e indica que es una manifestación más de lo académicamente correcto.
Otro autor, Valentí Puig, en Estrategias del buenismo, señala que es más importante que una medida parezca buena a que sea eficaz para resolver un conflicto real. Además, este autor advierte que el buenismo es difícil de mantener a largo plazo, dado que “la política es el reino turbio de las realidades y no de los deseos píos, ni de la conversión de los píos deseos en estrategia”. Valentí deja claro que en política se puede llegar a ejercer el papel de bueno para garantizarse el poder y que el dialogo se justifica de manera parcial o partidista mientras se niega el dialogo con las mayorías.
En este contexto, cabe traer a colación las consideraciones de Florentino Portero, analista de relaciones internacionales, que denuncia la falta de prudencia política y la desconexión de las relaciones internacionales con los intereses nacionales, en aras de la diplomacia del talante y la Alianza de Civilizaciones, como estrategias ideológicas y de marketing en las relaciones internacionales. También, según el periodista Iñaki Ezquerra, “se inventó el término buenismo para definir una actitud política pegada, como una lapa, a la izquierda, aunque no sea propiamente de izquierdas. Más bien, era el resultado de la “fusión” de la cultura ‘new age’ norteamericana con los ingredientes anarcos, hippies, místicos, hinduistas, budistas, humanistas, pacifistas, ecologistas, (…) y cristianos que ya poseía originariamente aquélla, y que son en realidad los que la habían generado”. Además, añade que “no se puede obviar que el buenismo es una secularización perversa del evangélico ofrecimiento de la otra mejilla ante la bofetada del enemigo, sea éste la piratería tercermundista, el integrismo islámico, los nacionalismos etniecitas o los terrorismos de unos y otros”.
Siguiendo con el análisis de esta cuasi-ideología, se puede afirmar que el buenista cree que todos los problemas pueden resolverse por medio del diálogo, la solidaridad, la generosidad y la tolerancia. Para los buenistas la bondad, como virtud, no tiene sentido.
El buenista basa sus actuaciones, sin duda, bienintencionadas, en un cierto sentimentalismo de cumplimiento social. Pero, no son conscientes de que cualquier acción basada solo en los sentimientos carece del necesario análisis crítico para abordar las raíces de los problemas sociales que se quieren resolver. Por lo que esta forma de proceder puede dar lugar a adoptar soluciones superficiales o ineficientes que no resuelven los desafíos a largo plazo. Ayuda considerar que para erradicar una enfermedad se analizan las causas, no solo sus síntomas.
Sin duda alguna, el mundo actual sufre de “buenitis” lo que se detecta en muchas familias. En las que los padres permiten cualquier cosa a sus hijos, para evitar conflictos, sin pararse a pensar lo que es realmente un verdadero bien para ellos, aunque no lo entiendan. En la educación, amor, disciplina y autoridad siempre van de la mano.
El buenista basa sus actuaciones, sin duda, bienintencionadas,
en un cierto sentimentalismo de cumplimiento social. Pero,
no son conscientes de que cualquier acción basada solo en los
sentimientos carece del necesario análisis crítico para abordar
las raíces de los problemas sociales que se quieren resolver.
Ser buenista es dedicarse a hacer el bien, que no es lo mismo que ser bueno, esto último exige un amor verdadero a los demás y el olvido de uno mismo. Los buenistas son detractores de lo bueno, porque la bondad es una virtud que va más allá, es compasiva, caritativa, magnánima, misericordiosa, comprensiva, (…). La bondad es esencial para construir relaciones humanas saludables y garantizar la convivencia pacífica.
El buenista está satisfecho de hacer el bien, pero puede esconder un vacío existencial, aunque no siempre es así, ya que las personas que no encuentran sentido a sus vidas pueden llegar a adoptar una actitud buenista para llenar ese vacío existencial. Parece evidente que abrazar el buenismo como respuesta a la falta de sentido de la vida no garantiza la adquisición de una perspectiva completa o equilibrada.
En algunos entornos, el buenismo no se ve como la forma más adecuada para resolver los problemas de un país, sino como una muestra de debilidad, ya que suele conllevar concesiones, al margen de la realidad, para evitar conflictos. El buenista puede llegar a ignorar problemas importantes o, a tolerar comportamientos injustos o irresponsables. Aquí, cabe pensar en la actual crisis migratoria que, aunque reclama una ayuda humanitaria urgente y necesita encontrar soluciones entre los distintos países, no puede resolverse eficazmente de manera individual o grupal, porque se pueden producir consecuencias negativas, como las del “efecto llamada”, utilizado por los propios inmigrantes y las mafias que se lucran del comercio humano. Así, se acaba fomentando el mal que se quiere evitar, lo contrario de lo que se pretende en una buena obra, en la que se busca el bien y se evita fomentar el mal, “lo mejor es enemigo de lo bueno”.
Lo actitud contraria al buenismo tendría que estar fundamentada en la búsqueda de la verdad, para poder tomar decisiones veraces, moralmente buenas y, así, poder descubrir soluciones efectivas. La verdad es fundamental para el desarrollo de una sociedad justa y equitativa. La verdad implica ser honestos y transparentes en nuestras acciones y palabras, buscando siempre la veracidad de los hechos. Promover la verdad implica construir una sociedad basada en la confianza mutua. Tanto la verdad como la bondad son valores importantes que deberían prevalecer en la sociedad.
La verdad es fundamental para el desarrollo de una
sociedad justa y equitativa. La verdad implica ser
honestos y transparentes en nuestras acciones y palabras,
buscando siempre la veracidad de los hechos.
Asimismo, el buenismo también forma parte de la cultura woke, en la que se manifiesta como la tendencia a justificar las actitudes violentas y antisociales de “grupos oprimidos”, frente a los opresores. Con este fenómeno ideológico se pretende extender una especie de “humanitarismo global” basado en ayudas sociales, desprovistas de la mínima coherencia social, y de la defensa de un multiculturalismo difuso, pero por el que se apuesta para mejorar las relaciones a todos los niveles.
En la sociedad actual, el buenismo persiste por lo siguiente:
Por otra parte, el respeto humano y la comodidad también pueden favorecer la aceptación de los principios del buenismo puesto que presuponen el respeto a todas las personas por igual y pretenden crear un ambiente más cómodo, donde las personas se sientan seguras y protegidas. Esto puede hacer que algunas personas opten por el buenismo como una forma de enfocar su vida.
En resumen, el exceso de buenismo puede obstaculizar el desarrollo personal y social al evitar enfrentar desafíos, limitar el pensamiento crítico, inhibir la responsabilidad personal y anular las injusticias y desigualdades. Por esto, se hace necesario encontrar un equilibrio entre el bienestar individual y el desarrollo integral de las personas y la sociedad.
Por otra parte, yendo más allá, en el buenismo la sed de trascendencia del ser humano se intenta paliar con un sentimiento pseudo-trascendente, que facilita sentirse bien con uno mismo (feel good) y hacer lo correcto (do the right thing). Se trata de un buenismo superficial, que incluso tiene expresiones caritativas o solidarias, pero que no está profundamente enraizado, ni aporta esperanza.
Según Zygmunt Bauman, filósofo y sociólogo, el buenismo encaja perfectamente en una sociedad liquida, como la nuestra, en la que ya no prevalecen los vínculos humanos sólidos de épocas pasadas, sino que se han convertido en lazos provisionales y frágiles. En este tipo de sociedad, todo se ha vuelto “liquido, es decir, mucho más provisional, precario, superfluo, (…), debido a la incertidumbre provocada por la vertiginosa rapidez de los cambios.
En resumen, el buenismo puede fomentar actitudes y acciones positivas, como la solidaridad, la empatía y el apoyo a los demás. También, puede impulsar la inclusión social y promover la justicia. Sin embargo, a tenor de las actitudes buenistas comentadas convendría actuar con cautela, analizar los problemas y soluciones de acuerdo con criterios rectos, los que deberían ser fruto de la búsqueda de la verdad y del bien propios del ser humano.
Tomasa Calvo, en womanessentia.com
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