Como ‘amor’ o ‘conciencia’, la palabra ‘libertad’ es víctima de una hiperinflación que ha acabado por hacerla banal, insuficiente…
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Una libertad que nos acerca a la verdad, al bien y a la belleza mucho más que cualquier otra instancia
Como por ejemplo “amor” o “conciencia”, la palabra “libertad” es víctima de una hiperinflación, que ha acabado por hacerla banal, insuficiente, meramente decorativa. Además, existe el hecho de que la libertad experimenta con demasiada frecuencia los propios límites en un modo de relaciones interpersonales siempre más profundas, en una sociedad de tantos protocolos, vínculos, reglas, con tantos límites a la libertad de elección.
La libertad vivida con la fuerza de la fe, uno de los últimos escritos de la teóloga alemana Jutta Burggraf (1952-2010), es una lectura iluminante con respecto a este tema. Quien lo presentara como un pequeño tratado de moral no iría equivocado: temas como la conciencia, las leyes morales, las pasiones, la imputabilidad de las acciones humanas… y como no, la libertad, es decir, los grandes temas del discurso sobre la moral, son el centro de las reflexiones de Burggraf.
Hay algo en este librito (menos de doscientas páginas) que me ha llamado la atención: el sujeto del obrar moral, el modelo sobre el que apunta Jutta Burggraf en sus disquisiciones, no es el “hombre recto”, o el “hombre coherente”, u otros posibles personajes ideales de esta guisa, sino el “hombre libre”. Y esto tiene una razón profunda en la fuerza de la fe que aparece en el título, que nos indica que, entre todas las facetas que la libertad puede asumir, ninguna esta tan llena de dignidad humana como la libertad por la cual, como dice san Pablo en la Carta a los Gálatas, Cristo nos ha liberado: una libertad que nos acerca a la verdad, al bien y a la belleza mucho más que cualquier otra instancia, y no solo como libertad entendida solamente como autonomía personal, sino también como ley y deber, por ejemplo.
Tal vez, es verdad que hoy los cristianos son pocos. Pero nada les constriñe, más aún, encuentran tantos obstáculos para permanecer fieles a su proyecto de vida a diferencia de otros tiempos en los cuales el ethos cristiano se podía vivir parasitariamente: son libres bajo el yugo de Cristo y libremente tienen la lanza dirigida al pensamiento dominante. Tienen una marcha de más, se llame fuerza, fe o libertad.