«Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas»
Cuando era chico, por eso de tener varios hermanos, a veces, surgían diferencias y, de vez en cuando, alguna que otra disputa de chiquillos. Cosa completamente normal. Recuerdo que entonces, cuando uno chinchaba al otro, con todo su cariño de hermano y su malicia de niño, mi madre nos decía: «Cuando el diablo no tiene qué hacer, con el rabo mata moscas». Con esa frase trataba de inculcarnos que había que aprovechar el tiempo y no derrocharlo en cosas inútiles, pensando en cómo molestar a los demás. La condición humana es como es, y si no se detiene a tiempo, con esfuerzo y sacrificio, lo que se nos ocurre, en los momentos de vagancia, son travesuras: cuando de niño, pasa; pero ya de mayor, esas trastadas hacen daño y dificultan enormemente la convivencia que se vuelve tóxica.
Ahora leo en Levante-EMV (10 de septiembre de 2021) que en la ESO pasarán de curso con asignaturas suspendidas y sin exámenes de recuperación. Probablemente sean mayoría de chicos. Conviene recordar que entre ellos al que destaca se le acosa (‘bullying’); y para aguantar e ir contracorriente hay que disponer de una personalidad madura, que a esas edades todavía no se tiene.
Thank you for watching
Esta situación en chicos (sobre todo), pero también en chicas, originará que la disciplina se relaje más todavía, sabiendo como saben que da igual: van a pasar de curso, sí o sí. No hay que olvidar que esas edades -de 12 a 16- son las ‘del pavo’: con el consiguiente revoltijo mental y hormonal. ¿Qué hace un chico de 14-16 años si no quiere estudiar y se aburre poderosamente en clase? Hay varias opciones: pelárselas, o bien matar moscas con el rabo. Es decir, molestar a los demás, a los profesores que se ven impotentes y que, si no tienen especiales habilidades, quedan desbordados por la indisciplina, que es sumamente contagiosa a esas edades.
Me da la impresión de que, una vez más, estas disposiciones salen de los despachos. Posiblemente urgidos por el fracaso escolar (enorme en nuestro país) y la recomendación de Europa para que España lo disminuya. Pero no se puede hacer a costa de un aprobado general: si se niega el problema, ya no lo hay. En cambio, se olvidan de la experiencia viva que disponen los que están día a día bregando con estos muchachos y que asisten atónitos al lamentable espectáculo de una reglamentación probablemente perniciosa: el resultado posiblemente será contrario al deseado. Ir por lana y volver trasquilado. Y todo por maquillar las cifras.
¿Qué les estamos transmitiendo a nuestros adolescentes? ¿Cuál es el mensaje? Pues que da igual esforzarse que no. Si ya estamos mal, vamos a estar peor. Y los padres, ¿qué pueden hacer? No sé, se me antoja una cuestión difícil; sobre todo si ambos trabajan, cosa frecuente. Pero básicamente de ellos va a depender; pues el medioambiente en el que se desenvuelven no les va ayudar, sino que será un obstáculo más a sortear. Total, que visto lo visto, que cada cual haga lo que pueda y que Dios reparta suerte.