Ya no sabemos muy bien si hablamos de entomología, dipterología, sexualidad o antropología, o lenguaje de la calle
A vueltas estamos. Como antaño el papel, hoy la biología lo aguanta todo. Igual se puede hacer un pan que unas tortas. El caso es que la naturaleza la tenemos patas arriba, hecha unos zorros. Y así nos va. Curiosidades de la vida: nadie quiere renunciar a su nivel de vida, ni siquiera los más devotos de la pachamana tierra. Y hemos organizado un guirigaray de mil demonios, con el gas por las nubes, porque vienen los rusos con los recortes; y nos quedamos helados en el invierno. Resulta que ahora el gas baja a toda velocidad y los barcos metaneros que iban a hacer su agosto, hacen cola para descargar; y como todavía no ha hecho frío, pues están todos los depósitos a rebosar.
Pero no contentos con lo que hay, que no es poco, las cosas se están sulfurando y ya hablamos, como si tal cosa, de que Rusia va a estallar unos cuantos petardos nucleares tácticos en Ucrania; China está deshojando la margarita con Taiwán; Irán quiere mosquear a Arabia (y de paso distraer la que tiene liada dentro con lo del velo); Corea del Norte: están tarados; y así un montón de cosas más. Patadón y palante. Es la mejor manera de distraer al personal.
En España también nos suceden cosas, aunque, gracias a Dios, a otro nivel: si por un lado somos acogedores, por otro enviamos a los subsaharianos al otro lado de la valla en caliente o en frío; amén de regar con millones a los encargados del negocio. Los del 3 %, cuando se vieron pillados, pues «p’alante» y nos independizamos; y ahora los indultamos o no los juzgamos, y ya está. Además nos metemos en unos desaguisados monumentales con la biología, pues a los infantes les decimos que da igual como se vean en el espejo, lo importante es lo que decidan; y los adentramos en unos bochinches colosales contra toda evidencia: los aturullamos con que lo que es ya no es lo que es, sino otra cosa; porque ahora podemos hacer que lo que sea ya no sea, y «p’alante».
Acabo de leer un folleto del Ayuntamiento de València sobre el mosquito tigre… En él se indica que «es la hembra la que ‘pica’ ya que necesita las proteínas de la sangre para fecundar sus huevos». Vaya jaleo. Resulta que las proteínas de la sangre de la víctima, quizá unas globulinas que pululan por los capilares, son capaces de fecundar los huevos de la hembra del cínife tigre: ¡cosas veredes, Sancho! Pensaba que era el macho culícido el encargado. Desde luego en el folleto queda todo bastante críptico, pues además de las proteínas de la sangre para fecundar los huevos, resalta el susodicho prospecto que eso sucede en las propiedades privadas donde el ayuntamiento no puede acceder a realizar tratamientos (sic). En fin, que lo mejor para que haya tratamientos y no abunden las mosquitas tigres, amén de que no dispongan de sangre los huevos, conviene que sean públicas. Ya no sabemos muy bien si hablamos de entomología, dipterología, sexualidad o antropología, o lenguaje de la calle. En fin, es tal el desbarajuste mental que todo esto produce que no me extraña nada que además de hacernos un lío con la biología nos enredemos con la gramática.