La desolación ha sido el tema de la catequesis del Papa sobre el discernimiento, durante la Audiencia general de hoy.
Catequesis del Santo Padre en español
Retomamos hoy las catequesis sobre el tema del discernimiento. Hemos visto lo importante que es leer lo que se mueve dentro de nosotros, para no tomar decisiones apresuradas, llevados por la emoción del momento, solo para arrepentirnos cuando ya es demasiado tarde. Es decir, leer qué sucede y después tomar las decisiones.
En este sentido, también el estado espiritual que llamamos desolación, cuando en el corazón todo está oscuro, está triste, ese estado de desolación puede ser ocasión de crecimiento. De hecho, si no hay un poco de insatisfacción, un poco de tristeza saludable, una sana capacidad de vivir la soledad y estar con nosotros mismos sin huir, corremos el riesgo de permanecer siempre en la superficie de las cosas y no entrar nunca en contacto con el centro de nuestra existencia. La desolación provoca una “sacudida del alma”: cuando uno está triste es como si el alma se sacudiera; mantiene despiertos, favorece la vigilancia y la humildad y nos protege del viento del capricho. Son condiciones indispensables para el progreso en la vida, y, por tanto, también en la vida espiritual. Una serenidad perfecta, pero “aséptica”, sin sentimientos, nos hace inhumanos cuando se convierte en el criterio de decisiones y comportamientos. No podemos evitar los sentimientos: somos humanos y el sentimiento es una parte de nuestra humanidad; sin entender los sentimientos seríamos inhumanos, sin vivir los sentimientos seríamos también indiferentes al sufrimiento de los demás e incapaces de acoger el nuestro. Sin considerar que la “perfecta serenidad” no se alcanza por ese camino de la indiferencia. La distancia aséptica: “Yo no me involucro en las cosas, yo tomo distancia”: eso no es vida, es como si viviéramos en un laboratorio, encerrados, para no tener microbios, enfermedades. Para muchos santos y santas, la inquietud fue un impulso decisivo para dar un giro a su vida. Esa serenidad artificial no va, mientras que la sana inquietud es buena, el corazón inquieto, el corazón que trata de buscar camino. Es el caso, por ejemplo, de Agustín de Hipona o de Edith Stein o de José Benito Cottolengo o de Carlos de Foucauld. Las decisiones importantes tienen un precio que la vida presenta, un precio que está al alcance de todos: es decir, las decisiones importantes no vienen de la lotería, no; tienen un precio y tú debes pagar ese precio. Es un precio que debes pagar con tu corazón, es el precio de la decisión, un precio que hay llevar adelante, un poco de esfuerzo. No es gratis, pero es un precio al alcance de todos. Todos debemos pagar esa decisión para salir del estado de indiferencia, que nos siempre abate.
La desolación es también una invitación a la gratuidad, a no actuar siempre y solo en vista de una gratificación emotiva. Estar desolados nos ofrece la posibilidad de crecer, de iniciar una relación más madura, más hermosa, con el Señor y con las personas queridas, una relación que no se reduzca a un mero intercambio de dar y tomar. Pensemos en nuestra infancia, por ejemplo, cuando éramos niños, sucede a menudo que buscamos a los padres para obtener algo de ellos, un juguete, dinero para comprar un helado, un permiso... Y así los buscamos no por sí mismos, sino por un interés. Sin embargo, ellos son el don más grande, los padres, y esto lo entendemos a medida que crecemos.
También muchas de nuestras oraciones son un poco de ese tipo, son peticiones de favores dirigidos al Señor, sin un verdadero interés por Él. Vamos a pedir, pedir y pedir al Señor. El Evangelio señala que Jesús a menudo estaba rodeado de mucha gente que lo buscaba para obtener algo, curaciones, ayudas materiales, y no solo para estar con Él. Estaba rodeado de multitudes y, sin embargo, estaba solo. Algunos santos, y también algunos artistas, han meditado sobre esta condición de Jesús. Podría parecer raro, irreal, preguntar al Señor: “¿Cómo estás?”. En cambio, es una manera muy hermosa de entrar en una relación verdadera, sincera, con su humanidad, con su sufrimiento, también con su singular soledad. Con Él, con el Señor, que quiso compartir a fondo su vida con nosotros.
Nos hace mucho bien aprender a estar con Él, a estar con el Señor sin otro fin, exactamente como nos sucede con las personas a las que queremos: deseamos conocerlas cada vez más, porque es hermoso estar con ellas.
Queridos hermanos y hermanas, la vida espiritual no es una técnica a nuestra disposición, no es un programa de “bienestar” interior que nos corresponde programar. No. La vida espiritual es la relación con el Viviente, con Dios, el Viviente, irreducible a nuestras categorías. Y la desolación entonces es la respuesta más clara a la objeción de que la experiencia de Dios sea una forma de sugestión, una simple proyección de nuestros deseos. La desolación es no sentir nada, todo oscuro: pero tú buscas a Dios en la desolación. En ese caso, si pensamos que es una proyección de nuestros deseos, siempre seríamos nosotros quienes la programamos, siempre estaríamos felices y contentos, como un disco que repite la misma música. En cambio, quien reza se da cuenta de que los resultados son imprevisibles: experiencias y pasajes de la Biblia que a menudo nos han entusiasmado, hoy, extrañamente, no suscitan ningún entusiasmo. E, igualmente de forma inesperada, experiencias, encuentros y lecturas a los que nunca habíamos hecho caso o preferíamos evitar ―como la experiencia de la cruz― dan una paz inmensa. No tener miedo a la desolación, llevarla adelante con perseverancia, no huir. Y en la desolación tratar de encontrar el corazón de Cristo, encontrar al Señor. Y la respuesta llega, siempre.
Ante las dificultades, pues, nunca desanimarse, por favor, sino afrontar la prueba con decisión, con la ayuda de la gracia de Dios que nunca nos falla. Y si sentimos dentro de nosotros una voz insistente que quiere distraernos de la oración, aprendamos a desenmascararla como la voz del tentador; y no nos dejemos impresionar: simplemente, ¡hagamos precisamente lo contrario de lo que nos dice! Gracias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, en particular a los colegios Fénelon y Blomet de París, a la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de Turgeau en Haití y a la parroquia de Herrlisheim. Hermanos y hermanas, ante las dificultades y problemas de la vida, a veces nos sentimos impotentes, desanimados y molestos. Pedimos la gracia de Dios para afrontar la prueba con decisión y con fe en abandono total a la divina Providencia. ¡Dios os bendiga!
Doy la bienvenida a todos los peregrinos de lengua inglesa presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los de Inglaterra, Dinamarca, Países Bajos, Indonesia, Canadá y Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros invoco la alegría y la paz de Cristo nuestro Señor. ¡Dios os bendiga!
Queridos hermanos y hermanas de lengua alemana, el próximo domingo, último del año litúrgico, celebraremos la solemnidad de Cristo Rey. Encomendémonos al Señor de la historia en todas las tribulaciones de nuestro tiempo, con la certeza de que en el trono de la Cruz venció al mal y a la muerte.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos a Jesús crucificado, despojado de todo, que clama a su Padre: “Dios mío, Dios mío porqué me has abandonado”, que nos ayude seguirlo también en la desolación, dándonos una fe sólida, una esperanza inquebrantable y una caridad capaz abandonarse incondicionalmente a su voluntad. Muchas gracias.
Saludo a los diversos grupos de peregrinos de lengua portuguesa, en particular al Instituto misionero “Siervos de Jesús Salvador”, a los fieles de Curitiba y de Umuarama, a los representantes de “Rádio Renascença” de Portugal. Nunca dejéis que ninguna nube en vuestro camino os impida irradiar la gloria y la esperanza depositadas en vosotros, alabando siempre al Señor en vuestros corazones, dando gracias a Dios Padre por todo. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los fieles de lengua árabe. Ante las dificultades, no os desaniméis nunca, sino afrontad la prueba con decisión, con la ayuda de la gracia de Dios que nunca nos falta. ¡Que el Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Doy la bienvenida a los peregrinos polacos. Saludo a los miembros de la Fundación SOAR y a los artistas de Polonia, Ucrania, Israel y otros países, participantes en el Festival de los Salmos de David, que han venido a Roma para presentar el concierto “Salmos de paz y de misericordia”. Deseo que este acto artístico y espiritual favorezca propósitos y proyectos de fraternidad y armonía. Mi bendición para todos.
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los Pequeños Apóstoles de la Redención reunidos en el Capítulo general, a las Religiosas de la Unión de Superioras Mayores de Italia, a la comunidad del Seminario Leoniano de Anagni ―esos seminaristas se hacen oír― con algunos Obispos del Lazio: exhorto a todos a seguir adelante con valentía, consolidando los propósitos de fidelidad al Señor y a la Iglesia. Recibo con alegría a los Bomberos del Abruzo: muchas gracias por vuestro importante trabajo. Cuando rezo por los bomberos, pido una gracia para ellos: que no tengan trabajo. Saludo además a los fieles de Bisceglie y a los de Moiano y espero que vuestra peregrinación sea rica en frutos espirituales en beneficio de vuestras respectivas comunidades eclesiales.
Elevo mis oraciones por las víctimas inocentes del atentado terrorista ocurrido en los últimos días en Estambul. Nuestra oración incesante es también por la masacrada Ucrania: que el Señor dé a los ucranianos consuelo, fortaleza en esta prueba y esperanza de paz. Podemos rezar por Ucrania, diciendo: “Date prisa, Señor”.
Por último, como siempre, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados. Siguiendo el ejemplo de santa Margarita de Escocia y santa Gertrudis, cuya memoria celebramos hoy, buscad siempre en Jesús la luz y el apoyo para todas vuestras decisiones en la vida diaria. ¡A todos mi bendición!
Con profundo dolor y preocupación he recibido la noticia de un nuevo y masivo ataque con misiles contra Ucrania que ha causado muertes y daños a muchas infraestructuras civiles. Recemos para que el Señor convierta los corazones de quienes aún apuestan por la guerra y haga prevalecer el deseo de paz para la martirizada Ucrania, con el fin de evitar cualquier escalada y abrir el camino al alto el fuego y al diálogo.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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