Jesucristo es Dios y hombre verdadero. Este es el tema de la carta del Prelado del Opus Dei en el mes de enero, que trata de la encarnación del Hijo de Dios en las entrañas virginales de María Santísima, por obra del Espíritu Santo
Da comienzo a su Carta pastoral Mons. Javier Echevarría recordando cómo a lo largo de las santas fiestas de la Navidad, nos hemos acercado muchas veces a la gruta de Belén para contemplar a Jesús en brazos de su Madre, y como consecuencia, en nuestras almas crece el afán de comunicar a todo el mundo esta buena nueva, como repetía, ¡con novedad!, nuestro Padre, al llegar estas fiestas del nacimiento del Señor. «Querríamos que le trataran muy bien en todos los rincones, que le recibieran con cariño en el mundo entero. Y habremos procurado cubrir el silencio indiferente de los que no le conocen o no le aman, entonando villancicos, esas canciones populares que cantan pequeños y grandes en todos los países de vieja tradición cristiana. ¿Os habéis fijado que siempre hablan de ir a ver, a contemplar, al Niño Dios? Como los pastores, aquella noche venturosa: “vinieron a toda prisa, y hallaron a María y a José y al Niño reclinado en el pesebre”».
Llenos de asombro −continúa− hemos contemplado en los días pasados esta gran manifestación de la benevolencia divina. ¡No cesemos de asombrarnos!, y sugiere, con palabras de San Josemaría en Es Cristo que pasa: «Es preciso mirar al Niño, Amor nuestro, en la cuna. Hemos de mirarlo sabiendo que estamos delante de un misterio. Necesitamos aceptar el misterio por la fe y, también por la fe, ahondar en su contenido» y para ello, además de imitar a los pastores que acudieron con prontitud a la gruta, podemos fijarnos en el ejemplo de los Magos, a quienes recordaremos en la próxima solemnidad de la Epifanía. Gracias a su fe humilde, aquellos hombres superaron las dificultades que encontraron en su prolongado viaje. Dios iluminó sus corazones para que, en la luz de una estrella, descubrieran el anuncio del nacimiento del Mesías. Fueron dóciles, y esa disponibilidad les condujo hasta Belén, y urge para que seamos también nosotros dóciles a las mociones de la gracia, que nos llega por medio de los sacramentos; también en la oración personal, al meditar las escenas del evangelio, y al aceptar de buen grado los consejos de la dirección espiritual, tratando de ponerlos en práctica.
Señala el Prelado cómo el Credo de la Misa expone con suma sencillez el misterio de la Encarnación redentora, al confesar que el Hijo de Dios, “por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre” (…) se narra el acontecimiento central de la historia, que nos ha abierto las puertas del Cielo, para añadir más adelante que el Verbo de Dios ha querido venir al mundo para enseñarnos –como afirma San Josemaría− «que pueden ser divinos todos los caminos de la tierra, todos los estados, todas las profesiones, todas las tareas honestas»,y nos insta a que los recorramos santamente, con perfección sobrenatural y humana.
Se refiere más adelante a la conversación del Arcángel Gabriel con María, a su respuesta inmediata y decidida que le lleva a preguntar: ¿Damos gracias a Nuestra Señora desde el fondo del alma, por su entrega total al cumplimiento del designio divino? Saboreemos más y más la consideración de san Josemaría: «¡Oh Madre, Madre!: con esa palabra tuya −"fiat"− nos has hecho hermanos de Dios y herederos de su gloria. −¡Bendita seas!».
Estas y otras muchas son las consideraciones del Prelado en su Carta de enero, en la que afirma que en esta batalla santa para que sólo Dios brille en nosotros, en nuestro trabajo, en nuestro apostolado, acudamos a la intercesión de nuestro Padre, especialmente el día 9, aniversario de su nacimiento, y el 13, aniversario de su bautismo, rogándole que nos obtenga más luces del cielo, y pide oraciones por la Iglesia y por el Papa, por los apostolados de la Obra.
Y para terminar: Al comenzar el nuevo año, en esta solemnidad de la maternidad divina de María, y en las diferentes fechas que en este mes jalonan la historia de la Obra, invoco −acudiendo a nuestra Madre− la bendición del Señor sobre cada uno de vosotros y vuestras familias, sobre vuestros trabajos y vuestras labores de apostolado.