¡Qué atrayente resulta la figura de Santa Teresa! A las grandes "mercedes" concedidas por Dios se une la de una visión positiva y chispeante de la vida.
Que no está reñido el buen humor con la mística más alta. Supo vivir con un sentido práctico y realista, sabiendo mantener su buen humor más allá de las cosas y de las personas. Su altura espiritual, su contemplación, no le impidió tener los pies en el suelo para conseguir fundar sus "palomarcicos", que tanto trabajo y disgustos le acarrearon, y para saber aconsejar a sus monjas la verdadera piedad. Y todo ello con la alegría que proporciona la fe auténtica.
Se cuenta, al respecto, que en una ocasión se encontraba en el monasterio de Soria y la comunidad eligió como priora a la madre Catalina de Cristo. Una monja preguntó a una novicia qué le parecía la madre fundadora, respondiendo con sencillez que no le parecía tan santa porque se reía mucho, que le parecía más santa la priora de la casa, que era más seria. Santa Teresa lo oyó y le dijo a la novicia: "¡Alto ahí! La madre Catalina es más santa que yo porque es muy virtuosa, pero no es más santa porque se ríe poco, que eso no es una virtud, sino un defecto".
Ella misma se llamaba "baratona y negociadora", porque llegó a entender de contratos de compraventa y a discutir con maestros de obras. Y sabía sacar partido de cualquier circunstancia, incluso aparentemente negativa, como le ocurrió en Sevilla cuando un viejo capitán de Flandes exclamó, al ver a Teresa con tres de sus monjas: "¿Por qué estas mujeres llevan ese velo negro? ¡Yo les daría de buena gana cien mil palos!". Y la Madre Teresa con una sonrisa le respondió: "Caballero, Dios os bendiga. Estoy levantando uno de mis conventos, y necesito 300 palos; y, como caballero, me los daréis para terminar el monasterio, que no es de soldados españoles volverse atrás". Le llevó enseguida la madera que necesitaba.
Su naturalidad le llevaba a saber disfrutar hasta de la comida. Una vez la superiora de su convento le obligó a suspender el ayuno. "Bajo santa obediencia le mandó que almuerce una tortilla con torreznos". Y la santa contestó: ¿obediencia y torreznos? ¡Sea muy enhorabuena!"
Es muy conocida la que cuentan que ocurrió en cierta ocasión que la vieron comer perdices con gusto y una persona que la observaba pensó o comentó que le parecía una actitud impropia de una monja. Santa Teresa dijo en voz alta: "Cuando perdices, perdices, cuando penitencia, penitencia".
Hago un inciso para comentar que, a la vuelta de cinco siglos, la extrañeza de que una persona "de Dios" disfrute comiendo perdices, o cualquier otro manjar, sigue vigente. Recuerdo que estando con un grupo de personas, oí a una de ellas comentar qué podría regalarle a una compañera por un gran favor que le había hecho, pensando que, por sus características, le gustaría un libro de espiritualidad. Se sorprendió cuando se enteró de la pícara respuesta: "No necesito regalos, pero si se empeña no me vendría mal un jamón de pata negra". Y es que se ignora que el espíritu puede gozar también de la buena materia.
Teresa de Jesús alertaba a sus monjas a distinguir la contemplación de la ociosidad: "No poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar; porque si no procuráis virtudes y hay ejercicio de ellas, siempre os quedaréis enanas." Una advertencia precisa a huir de lo fácil.
Enemiga de extravagancias, en cierta ocasión ocurrió que, mientras toda la Comunidad comía, oyó que una religiosa daba suspiros muy devotos. La llamó desde su asiento y le dijo con mucha gracia: "Hermana mía, aquí hemos venido a comer, no a suspirar. Hay que comer cuando comen todas y el suspirar, a solas.
Una Noche de Animas estaba la Madre Teresa sola junto con otra monja, en Salamanca, y ésta le comentó: "Si entrasen ahora ladrones ¿qué tendríamos que hacer?" La santa le respondió: "Hermana, duerma hasta que vengan, y entonces tome el miedo y deje el sueño".
Santa Teresa tenía en mucho a las mujeres de talento. Una vez le presentaron una postulante que venía con recomendaciones de obispos, muy amiga de rezar, ayunar, y la despidió solo con verla, diciendo que no le gustaba. Casi al mismo tiempo llegó otra muy bien peinada, coqueta y discretísima. La Madre celebró su hermosura y buen entendimiento y la admitió. Le preguntaron: "¿cómo ha recibido a ésta tan mundana y no a la otra tan devota? Sonriendo contestó: "Porque de aquéllas, apenas me ha salido una buena: me hallo mejor con las de copete peinado".
En todas las dificultades sobresalía su "chispa". Escribiendo en cierta ocasión al Padre Ordóñez acerca de la fundación de Medina, le dice: "Tengo experiencia de lo que son muchas monjas juntas. ¡Dios nos libre!".
También su humor destacaba en su trato con el Señor. Se escribe de la santa que, en uno de sus azarosos viajes para fundar conventos, un gran tormenta la puso a punto de ahogarse y Teresa gritó: "Señor, entre tantos años y me viene esto ahora". Jesús le responde: "Así trato yo a mis amigos". Su contestación fue rápida: "¡Oh Señor, por eso tenéis tan pocos!"
Estaba convencida de que no podían existir santos tristes: "¿Un santo triste? Un triste santo."
Pepita Taboada Jaén, en hispanidad.com/
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