Una pareja está formada por dos personas que son imperfectas, por lo tanto, la resultante será una relación con imperfecciones
Fuente: omnes.mag
El éxito de una relación viene dado por el esfuerzo, lucha contra uno mismo, que el hombre y la mujer quieran hacer para mejorar personalmente.
Desde pequeños, en los cuentos de la infancia, nos vienen hablando de parejas que se quieren mucho y sin esfuerzo, donde todo es maravilloso sin que en su vida haya ningún problema.
Después, el cine romántico nos fue enseñando lo mismo.
Actualmente, también se nos dice que por ahí fuera, en algún lugar, existe alguien con el que yo podría vivir de una manera placida y feliz. Con quien el amor no me supusiese esfuerzo.
Eso, que es tremendamente atractivo, es absolutamente falso. Uno tiene que ser consciente que, aunque conociese a todos los hombres o mujeres del mundo, la convivencia sería difícil, exigiría esfuerzo.
Una pareja está formada por dos personas que son imperfectas, por lo tanto, la resultante será una relación con imperfecciones. No hay que asustarse, en todos los matrimonios hay cosas que van bien y otras no tan bien. Eso es normal.
Saber callar y hablar en el momento oportuno, no es fácil. Dominar la soberbia, el orgullo, evitar el continuo querer quedar por encima, – es una de las drogas que más hace sufrir− querer dominar al otro, no dejarle espacio, pedirle que las cosas las haga como yo, vigilar lo que hace, lo que dice, el móvil, el correo, son actitudes frecuentes que demuestran inmadurez en la persona y en el amor.
Como la relación de pareja es una relación entre iguales, si no domina uno el orgullo, siempre estará uno intentando ganar terreno al otro. Querer llevar razón. Mandar.
Por tanto, esa persona con la que nos hemos casado tiene defectos y no puede dejar de tenerlos porque tiene pecado original. Todos tenemos defectos.
El éxito de una relación viene dado por el esfuerzo, lucha contra uno mismo, que el hombre y la mujer quieran hacer para mejorar personalmente.
Eso quiere decir que tenemos que tener una predisposición constante a querer mejorar como personas, en ser coherente con nuestras creencias y no asustarnos de que nuestra relación no sea perfecta.
Una persona que sepa amar de verdad es una persona que lucha por conocerse, que no le tiene miedo a la verdad personal.
Tener miedo a la verdad personal es suicida y hace que la capacidad de amar se estanque.
Actualmente se tiene mucho miedo a amar, a comprometernos, porque intuimos, con verdad, que todo amor lleva consigo, en mayor o menor medida, cierto sacrificio.
El que no quiera tener dolores pase la vida entera libre de amores, dice la canción popular. Así es.
Esa es la razón de que muchas personas en nuestra sociedad, pasen por la vida sin saber lo que es el amor, con una tristeza de fondo y un desasosiego, que compensan, de vez en cuando, con algo de sexo. Así se hace uno la ilusión de que es querido. ¡¡No se puede vivir siempre en la tristeza!!
Muchos van con el corazón en la mano, ofreciéndolo a alguien que compense su vacío, producido muchas veces por el miedo que se tiene o se ha tenido a amar de verdad, buscando una pareja ideal que no existe, porque nuestra pareja ideal es aquella con la que nos hemos casado.
Para darse cuenta de ello hay que ponerla en primer lugar de nuestras prioridades vitales y perder el miedo al esfuerzo, al sacrificio que exige el amor. Lo demás es no saber querer.
La comodidad se lleva mal con el amor.
En la medida que uno no se engañe, se diga la verdad, y se enfrente consigo mismo, se irá dando cuenta que ese esfuerzo es menos costoso de lo que nuestra imaginación nos dice.
Entonces, sí que hemos encontrado la pareja ideal, porque hemos empezado a amar de verdad. Lo otro son blandenguerías, si no van sostenidas por un amor recio y fuerte.
Así de fácil y así de difícil.
José María Contreras
Introducción a la serie sobre “Perdón, la reconciliación y la Justicia Restaurativa” |
Aprender a perdonar |
Verdad y libertad |
El Magisterio Pontificio sobre el Rosario y la Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae |
El marco moral y el sentido del amor humano |
¿Qué es la Justicia Restaurativa? |
“Combate, cercanía, misión” (6): «Más grande que tu corazón»: Contrición y reconciliación |
Combate, cercanía, misión (5): «No te soltaré hasta que me bendigas»: la oración contemplativa |
Combate, cercanía, misión (4) «No entristezcáis al Espíritu Santo» La tibieza |
Combate, cercanía, misión (3): Todo es nuestro y todo es de Dios |
Combate, cercanía, misión (2): «Se hace camino al andar» |
Combate, cercanía, misión I: «Elige la Vida» |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía II |
La intervención estatal, la regulación económica y el poder de policía I |
El trabajo como quicio de la santificación en medio del mundo. Reflexiones antropológicas |