“La relación que se mantiene con Dios, con los demás y con uno mismo es proporcional”
Cuando descubrí a Jalics, tenía cinco años menos. La primera vez que leí a Jalics fue en Amigos del Desierto, una web promovida por Pablo d’Ors, que es quien prologa Escuchar para ser, un libro que nos cambiaría la Tierra si quienes lo leyésemos fuésemos capaces de destilarlo en acciones concretas, en hechos, en testimonio.
El libro se propone con una cuestión, y así nos la formula Pablo d’Ors: “¿Cómo guardar en el corazón la vida del otro?”. Parece un enunciado vaporoso, inconsistente y por ese motivo, sin retraso, Pablo d’Ors nos presenta lo que ofrece Jalics para dar respuesta a esa pregunta.
Hay cristianos que todavía no se enteran. Jalics lo dice pronto, para que no te distraigas: “La relación que se mantiene con Dios, con los demás y con uno mismo es proporcional”. Puede resultar sencilla la ecuación, pero es difícil practicarla. ¿Cuántos tipos de misa diaria no se hablan con sus padres, cuántos dan la espalda al compañero de trabajo, cuántos critican al prójimo sin conocer las circunstancias que le llevan a actuar de una determinada manera?
El prólogo es jugoso porque Pablo d’Ors nos conoce. Además, lo vertebra en torno a lo que más adelante Jalics desarrolla, que es la capacidad que tenemos para comprendernos y curarnos, es decir, para salir por nosotros mismos de las situaciones y pozos existenciales en los que nos sumergimos, por muy profundos que sean. Además, cuando alguien nos solicita ayuda, solo podemos estar con él, estar presente y cualquier consejo de palabra que le demos y conlleve una parte de nosotros, como una propuesta de solución a su problema, una ayuda verbal, ¡no le servirá! Es fútil. Revolucionario y sorprendente porque, entre otros motivos, se me ocurre ahora, llevarían a un montón de gurús al paro, por ejemplo, puesto que estos fundamentan su quehacer en la palabrería hueca, vana y enriquecida con dosis altas de “yo te doy la solución que tú necesitas”. ¡Mentira! No me sirven tus consejos, gurú, no me sirven tus soluciones. El éxito, mi éxito dependerá de mi capacidad para salir del pozo por mí mismo, por mis propios recursos mentales. Tú, por favor, solo refleja mi problema en ti, pero no me des consejos.
Escuchar para alcanzar ser es un reflejo de Jalics. Un resplandor que ilumina algunos recovecos de nuestra existencia hasta ahora, posiblemente, oscura interiormente. Jalics, mientras nos escucha, nos devuelve lo que le decimos. Ahora, mientras leía su libro, te pasa eso, que trasmite una paz que ni te imaginas. Mientras le leemos le susurra a nuestro pensamiento. Y su reflejo es un reflejo muy puro, sin carga emocional o intelectual, y lo que ocurre, que sacia. ¡Claro que sacia!
El prólogo introduce un asunto curioso: lo mal que hablamos. Hablamos mal y rápido porque no nos importa lo que decimos. La idea es sugerente, y cierta. La gente, la mayoría de quienes nos encontramos a lo largo de una jornada laboral, termina hablando de sí mismo, o de algo relacionado con ellos, que es lo mismo, más de sí mismos. Y nunca lo hacen despacio, sino rápido, porque no son capaces de escucharse, no se escuchan ni ellos y así, ¿qué están buscando? Si no me crees, sal mañana y percátate. Solo vísceras del yo que, además, salpican.
Escuchar para ser subraya que hay que aceptar que el otro sea otro, aunque si no deja de hablar de él, te resultará difícil. Basta con no escucharle. Escuchar para ser es un libro para releer porque es una joya y las joyas las luces una y mil veces. Dice, por ejemplo, que la mejor forma de guardar la vida es practicando la meditación silenciosa, que redundará en el reflejo continuo del otro en ti, porque en eso sí insiste. De hecho, Pablo d’Ors dice, siguiendo las tesis de Jalics, que es imposible que exista un verdadero trato con Dios si con nuestros semejantes no lo tenemos. No te engañes. Si no le hablas a tu padre es imposible que le hables a Dios.
Desde el principio de la obra se denunciará a los que se sirven de “los ladrillos de la ortodoxia” para levantar muros. La imposición de tus ideas sobre el otro nunca conseguirá acercar ni convencer de Dios a nadie. Sobre esto abunda en capítulos posteriores. Twitter, por desgracia, está lleno de gente así, se me ocurre ahora.
Es el final del prólogo y de esta entrada. El prólogo me obligó a visitar mi biblioteca pública para comprobar si tenían algo de Carl Rogers, que es un psicólogo que influenció a Jalics, de hecho, reconoce en este libro su influencia. Es humilde y por tanto, tiene autoridad, así que le crees, vas a la biblioteca sacas el libro y empiezas a leer La persona como centro.