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Nadie podrá decir que comunicar la fe es algo sofisticado, aunque sí comprometido, porque pide el esfuerzo por ser coherente, salir de uno mismo y preocuparse por lo que necesitan los demás…
¿Cómo hablar de Dios hoy, en la familia, a nuestros amigos y conocidos? Es lo que ha planteado Benedicto XVI en su audiencia general del 28 de noviembre.
Dios nos ha hablado en Jesús
1. La primera respuesta es una mirada a la realidad según la vemos desde la fe. «La primera respuesta —señala el Papa— es que podemos hablar de Dios, porque Él habló con nosotros». Dios no es una hipótesis ni una inteligencia matemática lejana, sino que se ha autocomunicado hasta encarnarse en Jesús de Nazaret, compartiendo nuestra historia. «Dios es una realidad de nuestras vidas, es tan grande que aún así tiene tiempo para nosotros, nos cuida». En Jesús de Nazaret, que nos ha liberado del pecado y nos ha hecho hijos de Dios, encontramos la enseñanza sobre el "arte de vivir", el camino de la felicidad.
«Por lo tanto —continúa Benedicto XVI—, hablar de Dios requiere una familiaridad con Jesús y con su Evangelio, supone nuestro conocimiento personal y real de Dios y una fuerte pasión por su proyecto de salvación, sin ceder a la tentación del éxito, sino de acuerdo con el método de Dios mismo».
¿Y cuál es su método? El de la sencillez (Belén, Nazaret), la humildad (el grano de mostaza, los pequeños pasos, la levadura) y el amor (la cruz y la resurrección).
San Pablo, comunicador
2. El segundo paso es ver cómo lo hizo San Pablo. San Pablo, comunicador excepcional, no habla de unas ideas inventadas por él, sino de la realidad de su vida y del Dios vivo: Cristo crucificado y resucitado. Además, no busca pasar a la historia o crear una escuela de seguidores; sino solo dar a conocer a Dios, que es la verdadera vida. Pero eso solo puede hacerse escuchándole en la oración y viviendo los mandamientos. Y no enseña solo con palabras, sino con la propia vida.
«Para hablar de Dios —deduce el Papa—, tenemos que hacerle espacio, en la esperanza de que es Él quien actúa en nuestra debilidad: dejarle espacio sin miedo, con sencillez y alegría, en la profunda convicción de que cuanto más lo pongamos en el centro a Él, y no a nosotros, tanto más fructífera será nuestra comunicación».
Y esto, sigue diciendo Benedicto XVI, también para las comunidades cristianas: «Ellas están llamadas a mostrar la acción transformadora de la gracia de Dios, superando individualismos, cerrazón, egoísmos, indiferencias». Se trata de vivir en las relaciones cotidianas el amor de Dios, «convertirnos en anunciadores de Cristo y no de nosotros mismos».
Jesús como comunicador
3. Todavía más importante: ¿Cómo comunicaba Jesús mismo? lo hacía lleno de compasión por las dificultades y los sufrimientos de la gente; con realismo y a la vez con plena confianza en su Padre. Tanto en sus parábolas como en su comportamiento, Jesús muestra lo que vale nuestra vida cotidiana ante Dios. Dicho brevemente: «En Él, anuncio y vida están entrelazados: Jesús actúa y enseña, partiendo siempre de una relación íntima con Dios Padre».
Pues bien, observa el Papa: «Este estilo se convierte en una indicación fundamental para nosotros los cristianos: nuestro modo en que vivimos la fe y la caridad, se convierte en un hablar de Dios en el presente».
Y esto ¿por qué es así? Porque al respaldar con nuestra vida las palabras, se pone de relieve la verdadera realidad (diríamos: que Dios nos ama, que le importamos, que lo que dice es coherente porque sirve para vivir con sencillez y alegría, porque lleva a preocuparse por los demás con obras). Y eso es lo que nos hace creíbles.
En concreto, señala Benedicto XVI, debemos poner cuidado en esto al leer los “signos de los tiempos”. «Es decir, identificar el potencial, los deseos, los obstáculos que se encuentran en la cultura contemporánea, en particular el deseo de autenticidad, el anhelo de trascendencia, la sensibilidad por la integridad de la creación, y comunicar sin miedo las respuestas que ofrece la fe en Dios». Y el Año de la Fe es una buena oportunidad para hacerlo.
Comunicar la fe en y desde la familia
4. En la comunicación de la fe la familia tiene un papel importante, pues los padres son los primeros catequistas y maestros de la fe para sus hijos, como señala el Concilio Vaticano II (cf. LG 11, AA 11). Por eso deben aprovechar las oportunidades para hablar de la fe con ellos, enseñarles a reflexionar críticamente, salir al encuentro de sus preguntas e inquietudes.
Y todo ello con la alegría de la fe, mostrando que «la fe no es una carga, sino una fuente de alegría profunda, es percibir la acción de Dios, reconocer la presencia del bien, que no hace ruido; sino que proporciona una valiosa orientación para vivir bien la propia existencia».
Finalmente, es importante enseñar, sobre todo en la familia, «la capacidad de escuchar y dialogar (...) para ser un signo, el uno para el otro, de la misericordia de Dios».
Comunicar la fe es comunicar el amor de Dios
En definitiva, concluye el Papa, hablar de Dios significa mostrar con la palabra y con la vida que «Dios no es un competidor de nuestra existencia, sino que es el verdadero garante, el garante de la grandeza de la persona humana». Es comunicar, con las palabras y con la vida, a Dios, que nos ha manifestado su amor en Jesucristo, y «nos ha dado la Iglesia, para caminar juntos y, a través de la Palabra y de los sacramentos, renovar la entera Ciudad de los hombres, con el fin de que pueda convertirse en Ciudad de Dios».
Así nadie podrá decir que comunicar la fe es algo sofisticado. Es, eso sí, comprometido, porque pide el esfuerzo por ser coherente, salir de uno mismo y preocuparse por lo que necesitan los demás; reconocer lo positivo y verdadero que tienen los otros; abandonar la propia inseguridad, y el miedo a perder la comodidad o el bienestar; seguir adelante, a pesar de las dificultades, personales o colectivas, para superar «individualismos, cerrazón, egoísmos, indiferencias».
En efecto, solo la oración y la misma fe vivida mantienen la sencillez y la coherencia para comunicar la fe.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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