El día 27 de agosto de 2005, al mediodía, falleció en Madrid Andrés Vázquez de Prada Vallejo. Había nacido en Valladolid el 1924 y estaba a punto de cumplir los 81 años. Estudió Derecho en la Universidad de Valladolid hasta 1943 y, luego, en la de Sevilla. En esta ciudad fue profesor adjunto de Derecho Político hasta 1947, en que se trasladó a Madrid. En 1948 defendió su tesis doctoral. Los gobiernos de facto, obteniendo el premio extraordinario. En 1951 estableció su residencia en Londres, donde llegó a ser Agregado Cultural de la Embajada de España. En Inglaterra desarrolló una amplia labor de promoción cultural. Su interés por la historia tomó cuerpo en los años cincuenta, con una constante tarea de investigación en temas históricos y literarios y colaboró en varias publicaciones de carácter internacional. En 1954 ve la luz El sueño de un anciano, obra en torno al Cardenal Newman. Años más tarde, en 1962, publicó un trabajo señero: Sir Tomas Moro, biografía del santo canciller de Enrique VIII. Con una orientación más humanística escribió algunos ensayos como Estudio sobre la amistad (1956) y El sentido del humor (1976). En 1989 se encargó de la edición en castellano de la Utopía de santo Tomás Moro, aportando de la traducción, introducción y notas. Vázquez de Prada conoció a san Josemaría en 1942, en Valladolid, y desde ese momento tuvo una relación constante, en ocasiones muy cercana e íntima. Le vio frecuentemente en Valladolid, Sevilla y Madrid, hasta 1951, en que marchó a trabajar a Inglaterra. En Gran Bretaña tuvo la oportunidad de tratarle de nuevo personalmente, en los veranos de 1958 a 1962. En 1977 comenzó a trabajar en un proyecto muy querido: escribir una biografía so-bre el Fundador del Opus Dei. Tuvo presente un consejo oído de labios de san Josemaría: «charlaba un día en Londres -escribe en 1983- con Monseñor Escrivá de Balaguer sobre cierto asuntillo de la vida de Tomás Moro, no fácil de entender a primera vista. Me indicó la conveniencia de ahondar en las motivaciones, dándome una norma biográfica que no he olvidado: "Hay que meterse dentro del personaje"». Se ve que consideró más de una vez estas palabras, que las desarrolla así: «meterse dentro de un personaje es bucear en su alma, compartiendo los sentimientos. Es introducirse en su psicología, para hallar la conexión entre la conducta externa y las posturas íntimas. Es también el intento de explicarse, con raíces de autenticidad, las decisiones tomadas ante los acontecimientos. Y ver cómo sortea las dificultades, como se comporta en la contradicción. Y cómo se va forjando, en fin, a tenor de los ideales; o marcha, por el contrario, al garete de las sacudidas de su época. Una biografía así trazada nos mostrará la hechura de una persona, en equilibrado medir entre lo interior y el mundo que la rodea». Pienso que cualquier lector de su biografía sobre santo Tomás Moro habrá captado el esfuerzo por plasmar en el relato este propósito. Pero en 1977 la tarea impuesta tenía un elemento determinante: la cercanía física y afectiva con el personaje biografiado. Esta realidad le empujaba a guardar una distancia interior, pues, en el fondo, también era su biografía. Y se hacía necesario considerar los hechos con una lejanía temporal.
Crónicas sólo en el personaje biografiado, sino en los lectores de los años venideros, desconocedores de los detalles cotidianos que dan calor al relato. Fruto de este trabajo fue la publicación, en 1983, de un primer libro sobre el Fundador del Opus Dei, en el que destaca su conocimiento directo del biografiado y un lenguaje selecto y cuidado casi hasta el exceso. En esta primera obra, los grandes rasgos de la historia de san Josemaría están ya perfilados y definidos, pero por la misma proximidad a su fallecimiento, no le fue posible consultar una buena parte de los papeles y escritos personales del Fundador: en esos años se trabajaba en su archivo y catalogación, y se preparaban los documentos necesarios para entregarlos en la Causa de Canonización, que estaba en curso. En 1987, acabada la fase procesal, se trasladó a Roma, y su experiencia fue muy valiosa a la hora de confeccionar los elementos biográficos de la siguiente fase de la Causa de Canonización: la elaboración de la Positio. Esta nueva tarea le puso en contacto con una documentación hasta entonces inédita. Acabada la Positio, dejó de lado la biografía primera y comenzó la redacción de otra nueva más extensa y completa, de 2.200 páginas, publicada en tres volúmenes que vieron la luz entre 1997 y 2003. Desde los años romanos he hablado en multitud de ocasiones con Andrés Vázquez de Prada sobre aspectos concretos de la biografía que llevaba entre manos, y soy testigo del estudio sosegado, meditado y profundo de cada papel, de cada circunstancia, siempre con el trasfondo de su conocimiento personal de san Josemaría. Con frecuencia decía que con su trabajo no pretendía hacer una nueva biografía, sino una autobiografía, porque su esfuerzo primero era que san Josemaría hablara por sus hechos, por sus escritos, y también por los documentos. No era pretensión fácil, pero sí puede afirmarse, como se ha dicho recientemente, que esta biografía refleja el empeño de san Josemaría por transmitir con fidelidad el espíritu recibido de Dios. Quisiera terminar con un recuerdo personal. En los últimos años, ya con la biografía en la calle, tuve necesidad de consultarle algunos asuntos históricos, unos relatados en los libros, y otros por ser él testigo y protagonista. La mayor parte de las consultas eran por teléfono. Con frecuencia se emocionaba al hablar de san Josemaría. Algunas veces no le era posible atenderme, por su delicado estado de salud, y pedía que le comunicaran mi interés en hablar con él. A los pocos días, recibía su llamada. Un día, al preguntar por él me dijeron que estaba especialmente fatigado y que apenas atendía a nadie. Sin embargo, el interlocutor me dijo: espera un momento, porque cuando se trata de cosas de san Josemaría, coge ánimos nuevos y le entra una fuerza especial. Al rato, se oye su voz al otro lado del aparato. Formulo mi pregunta, relativa a la presencia de san Josemaría en algunos lugares de Londres y, poco a poco, su voz se hizo más firme y el discurso más hilvanado: dio cumplida respuesta a las cuestiones planteadas.
Constantino Anchel, revistas.unav.edu/El día 27 de agosto de 2005, al mediodía, falleció en Madrid Andrés Vázquez de Prada Vallejo. Había nacido en Valladolid el 1924 y estaba a punto de cumplir los 81 años. Estudió Derecho en la Universidad de Valladolid hasta 1943 y, luego, en la de Sevilla. En esta ciudad fue profesor adjunto de Derecho Político hasta 1947, en que se trasladó a Madrid. En 1948 defendió su tesis doctoral. Los gobiernos de facto, obteniendo el premio extraordinario. En 1951 estableció su residencia en Londres, donde llegó a ser Agregado Cultural de la Embajada de España. En Inglaterra desarrolló una amplia labor de promoción cultural. Su interés por la historia tomó cuerpo en los años cincuenta, con una constante tarea de investigación en temas históricos y literarios y colaboró en varias publicaciones de carácter internacional. En 1954 ve la luz El sueño de un anciano, obra en torno al Cardenal Newman. Años más tarde, en 1962, publicó un trabajo señero: Sir Tomas Moro, biografía del santo canciller de Enrique VIII. Con una orientación más humanística escribió algunos ensayos como Estudio sobre la amistad (1956) y El sentido del humor (1976). En 1989 se encargó de la edición en castellano de la Utopía de santo Tomás Moro, aportando de la traducción, introducción y notas. Vázquez de Prada conoció a san Josemaría en 1942, en Valladolid, y desde ese momento tuvo una relación constante, en ocasiones muy cercana e íntima. Le vio frecuentemente en Valladolid, Sevilla y Madrid, hasta 1951, en que marchó a trabajar a Inglaterra. En Gran Bretaña tuvo la oportunidad de tratarle de nuevo personalmente, en los veranos de 1958 a 1962. En 1977 comenzó a trabajar en un proyecto muy querido: escribir una biografía so-bre el Fundador del Opus Dei. Tuvo presente un consejo oído de labios de san Josemaría: «charlaba un día en Londres -escribe en 1983- con Monseñor Escrivá de Balaguer sobre cierto asuntillo de la vida de Tomás Moro, no fácil de entender a primera vista. Me indicó la conveniencia de ahondar en las motivaciones, dándome una norma biográfica que no he olvidado: "Hay que meterse dentro del personaje"». Se ve que consideró más de una vez estas palabras, que las desarrolla así: «meterse dentro de un personaje es bucear en su alma, compartiendo los sentimientos. Es introducirse en su psicología, para hallar la conexión entre la conducta externa y las posturas íntimas. Es también el intento de explicarse, con raíces de autenticidad, las decisiones tomadas ante los acontecimientos. Y ver cómo sortea las dificultades, como se comporta en la contradicción. Y cómo se va forjando, en fin, a tenor de los ideales; o marcha, por el contrario, al garete de las sacudidas de su época. Una biografía así trazada nos mostrará la hechura de una persona, en equilibrado medir entre lo interior y el mundo que la rodea». Pienso que cualquier lector de su biografía sobre santo Tomás Moro habrá captado el esfuerzo por plasmar en el relato este propósito. Pero en 1977 la tarea impuesta tenía un elemento determinante: la cercanía física y afectiva con el personaje biografiado. Esta realidad le empujaba a guardar una distancia interior, pues, en el fondo, también era su biografía. Y se hacía necesario considerar los hechos con una lejanía temporal.
Crónicas sólo en el personaje biografiado, sino en los lectores de los años venideros, desconocedores de los detalles cotidianos que dan calor al relato. Fruto de este trabajo fue la publicación, en 1983, de un primer libro sobre el Fundador del Opus Dei, en el que destaca su conocimiento directo del biografiado y un lenguaje selecto y cuidado casi hasta el exceso. En esta primera obra, los grandes rasgos de la historia de san Josemaría están ya perfilados y definidos, pero por la misma proximidad a su fallecimiento, no le fue posible consultar una buena parte de los papeles y escritos personales del Fundador: en esos años se trabajaba en su archivo y catalogación, y se preparaban los documentos necesarios para entregarlos en la Causa de Canonización, que estaba en curso. En 1987, acabada la fase procesal, se trasladó a Roma, y su experiencia fue muy valiosa a la hora de confeccionar los elementos biográficos de la siguiente fase de la Causa de Canonización: la elaboración de la Positio. Esta nueva tarea le puso en contacto con una documentación hasta entonces inédita. Acabada la Positio, dejó de lado la biografía primera y comenzó la redacción de otra nueva más extensa y completa, de 2.200 páginas, publicada en tres volúmenes que vieron la luz entre 1997 y 2003. Desde los años romanos he hablado en multitud de ocasiones con Andrés Vázquez de Prada sobre aspectos concretos de la biografía que llevaba entre manos, y soy testigo del estudio sosegado, meditado y profundo de cada papel, de cada circunstancia, siempre con el trasfondo de su conocimiento personal de san Josemaría. Con frecuencia decía que con su trabajo no pretendía hacer una nueva biografía, sino una autobiografía, porque su esfuerzo primero era que san Josemaría hablara por sus hechos, por sus escritos, y también por los documentos. No era pretensión fácil, pero sí puede afirmarse, como se ha dicho recientemente, que esta biografía refleja el empeño de san Josemaría por transmitir con fidelidad el espíritu recibido de Dios. Quisiera terminar con un recuerdo personal. En los últimos años, ya con la biografía en la calle, tuve necesidad de consultarle algunos asuntos históricos, unos relatados en los libros, y otros por ser él testigo y protagonista. La mayor parte de las consultas eran por teléfono. Con frecuencia se emocionaba al hablar de san Josemaría. Algunas veces no le era posible atenderme, por su delicado estado de salud, y pedía que le comunicaran mi interés en hablar con él. A los pocos días, recibía su llamada. Un día, al preguntar por él me dijeron que estaba especialmente fatigado y que apenas atendía a nadie. Sin embargo, el interlocutor me dijo: espera un momento, porque cuando se trata de cosas de san Josemaría, coge ánimos nuevos y le entra una fuerza especial. Al rato, se oye su voz al otro lado del aparato. Formulo mi pregunta, relativa a la presencia de san Josemaría en algunos lugares de Londres y, poco a poco, su voz se hizo más firme y el discurso más hilvanado: dio cumplida respuesta a las cuestiones planteadas.