«Tuvo la impresión de que bajo la mano de la Virgen, había alcanzado la certidumbre y hasta creyó sentir su admirable y pacificadora dulzura de una manera tan profunda que, sin la menor inquietud, alejó la amenaza de un retorno a la duda.»
Quizá no exagero si comienzo diciendo que nunca, pueblecito y población tan pequeños, atrajeron tantas y tan numerosas gentes del mundo entero, como Lourdes. Este nombre ya lo dice todo. Su población no llega a 15.000 habitantes pero pandemia aparte, cada año venía recibiendo unos tres millones de personas, no precisamente turistas en su inmensa mayoría. Razón de su atractivo: los peregrinos creen que María, la Madre de Dios hecho hombre, visitó ese lugar por primera vez el 11 de febrero de 1858, como embajadora del Cielo. Se manifestó allí a una joven muchacha: Bernadette Soubirous. Ante un nuevo aniversario de aquella visita, deseo evocar el testimonio de tres visitantes que podrían ayudarnos a que Lourdes también sea hoy para nosotros, lo que, en su momento, fue para ellos: una luz de vida que dio un sentido nuevo a su existencia, y llenó de esperanza trascendente su futuro.
Son tres testimonios muy singulares, con íntimas experiencias de sus protagonistas, que quisieron compartirlas con quienes, pasado el tiempo, leyéramos sus relatos escritos o escuchásemos las entrevistas personales. Sus trayectorias de vida hasta el momento de viajar a Lourdes fueron muy diferentes y casi, en lo único que coincidían, era en el hecho de ser médicos. Las referencias textuales de sus escritos serán el nervio e hilo conductor de este artículo que aparecerá en dos partes.
El primer testimonio es el de Joseph Auguste Carrel, más conocido como Alexis, porque su madre, siendo muy niño, le cambió el nombre en recuerdo del progenitor, y así es mundialmente conocido: como Alexis Carrel. Nacido en 1873, estudió Medicina en Lyon y su mentalidad podría calificarse de corte escéptico y racionalista. En julio de1903, sustituyendo a un colega médico viaja a Lourdes en un tren lleno de enfermos, que tienen puestas sus esperanzas de vida en un posible milagro por mediación de la Virgen. Recogería su testimonio en el libro autobiográfico Viaje a Lourdes. Lo escribe en tercera persona y el protagonista se llamará Lerrac, que es su propio apellido Carrel, leído al revés.
Quería comprobar de primera mano lo que algunos llamaban “milagros” y que para él no pasaban de meras sugestiones. Le llama y centra su atención una joven, Marie Bailly -también conocida como M. Ferrand-, diagnosticada de peritonitis tuberculosa, cuyo estado parecía cercano a la muerte. Las palabras de Lerrac -durante el viaje- lo dicen todo: “Está en un estado dramático. He debido inyectarle cafeína. Temo que se me muera entre las manos: si esta enferma se curase sería verdaderamente un milagro. Lo creería y me haría fraile". Llegados a Lourdes, en el Hospital que acoge a los enfermos, con otros colegas examina de nuevo a la enferma, y escribe: «Se encuentra en el último grado de la caquexia. El corazón late sin orden ni concierto (...) . Morirá pronto; puede vivir tal vez unos días pero está sentenciada.» Y cuando una enfermera pregunta si pueden llevar a Marie a una de las piscinas donde se sumergen los enfermos, nuestro médico responde: «Y si muere en el camino, ¿qué hará usted?»
Lerrac se acerca a la gruta de la Virgen, próxima a las piscinas. A Marie Ferrand no llegan a introducirla y solo derraman sobre su vientre -enormemente hinchado por el líquido ascítico, fruto de la peritonitis tuberculosa-, tres jarras de agua de Lourdes. La llevan después frente a la imagen de la Virgen en la gruta; sus ojos miran confiadamente a María. Habían pasado las 2 de la tarde y allí se encontraba también el médico que, muy sorprendido, escribirá más tarde: «La mirada de Lerrac se posó en Marie Ferrand, y le pareció que su aspecto había cambiado, diríase que los reflejos lívidos de su cara habían desaparecido y que su cutis presentaba menos palidez. Estoy alucinado -se dijo a sí mismo; es un fenómeno psicológico interesante, y tal vez sería necesario tomar nota.»
Pasan pocos minutos y comprueba asombrado que la joven mejora repentinamente y, por el relato del mismo Carrel, cabría decir que a ojos vista, porque la enorme tumefacción del vientre comienza a desaparecer: la manta que cubría el abultado abdomen de Marie desciende lentamente. Algo así como si estuviésemos observando un milagro, grabado a cámara lenta. El médico palideció y prosigue su testimonio: “"Creo enloquecer de verdad" - pensaba Lerrac. "¿Cómo os sentís? - preguntó a Marie. "Muy bien, aunque sin fuerzas, pero me siento curada"- respondió Marie susurrando. No había duda. El estado de Marie Bailly mejoraba. Estaba irreconocible. Lerrac no habló más. Ni pensaba. El hecho tan inesperado era tan contrario a sus previsiones, que le parecía estar soñando”. La curación no tenía explicación médica alguna.
A partir de aquel hecho, Alexis Carrel fue dando un giro a sus convicciones más profundas y comenzó a ver el sentido trascendente de la vida humana. Dios se lo había hecho descubrir, por medio de una enferma curada milagrosamente por mediación de la Señora de Lourdes. Así lo recordará al escribir que Lerrac «tuvo la impresión de que bajo la mano de la Virgen, había alcanzado la certidumbre y hasta creyó sentir su admirable y pacificadora dulzura de una manera tan profunda que, sin la menor inquietud, alejó la amenaza de un retorno a la duda.»
Los años que siguieron a su conversión no le faltaron incomprensiones, y en 1904 dejó Francia para trabajar en Estados Unidos y proseguir allí la labor profesional. Su investigación científica fue tan valiosa, que en 1912 recibió el Premio Nobel de Medicina en reconocimiento a sus trabajos sobre suturas vasculares y trasplantes de órganos y vasos sanguíneos.
Pero nada mejor que saborear, sin intermediarios, la riqueza del testimonio humano y espiritual que late en su Viaje a Lourdes. Animo a dejarse interpelar directamente por la lectura del libro. Las luces de vida y esperanza que a él le llegaron por mediación de la Virgen ¿por qué no podrían llegar también a otros muchos -para despertarles la fe o para aumentársela si ya la tuvieran- a través de quien ha pasado y superado crisis y momentos de oscuridad?