«Cuando Tajamar nació había cerca de 13.000 niños sin escolarizar en Vallecas, y era urgente hacer algo», explica, Alfonso Aguiló.
Todas las acepciones de la palabra «tajamar» están relacionadas con la protección frente a la fuerza del agua. Y Tajamar es precisamente el nombre del primer centro oficial de enseñanza media que se instaló en Vallecas. Corría febrero de 1958 y el Puente de Vallecas era un barrio marginal de la gran urbe madrileña, cuyos habitantes habían llegado en aluvión desde zonas rurales de toda España y se hacinaban en infraviviendas, chabolas y hasta cuevas. Por sus calles sin asfaltar corrían miles de niños que carecían de escuela y que, en muchos casos, se veían obligados a trabajar para contribuir al sustento familiar.
En definitiva, era el terreno apropiado para construir un «tajamar» que contribuyera a proteger a los niños y a sus familias de las turbulentas aguas de la marginación humana y social y de la pobreza.
«Cuando Tajamar nació había cerca de 13.000 niños sin escolarizar en Vallecas, y era urgente hacer algo», explica su actual director, Alfonso Aguiló.
Primeros pasos
Y un grupo de jóvenes puso en marcha un centro de enseñanza con los escasos medios de que disponían. «San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, -comenta Aguiló- impulsó personalmente el proyecto y encareció la necesidad de preparar a los alumnos para que todos tuvieran la necesaria formación, para que no faltara trabajo y desapareciera la pobreza».
Con gran esfuerzo, lograron prestada una guardería sin terminar en la Colonia Erillas. Meses después, se trasladaron a una antigua vaquería acondicionada en el actual barrio de Fontarrón. Su primer director fue Bernardo Perea, a quien José María Hurtado, que fue jefe de estudios del centro durante largos años, considera como el «gran motor». Y junto a él, Jerónimo Padilla, Manuel Plaza, Alfredo Castro, primer director del Club Deportivo, o Pelegrín Muñoz. En sus años jóvenes, Hurtado apostó por dejar su trabajo en otro centro y volcarse en «mi Tajamar», donde asegura que ha vivido los mejores años de su vida.
Los pioneros de Tajamar se quedaron cortos al imaginar sus horizontes. Pero algo ha permanecido siempre: su inconfundible marca educativa, el binomio libertad y responsabilidad. Hurtado resalta que esto impregna todo el proceso educativo en el que intervienen padres, profesores y alumnos. Y refiere su experiencia personal: «Nunca me he sentido coaccionado, siempre me han escuchado como si no tuvieran otra cosa que hacer y han confiado en mi palabra».
De aquellos primeros tiempos habla José Luis Feyto, que llegó al colegio en 1962, con diez años y con la sensación de ser «pionero en el oeste» por las dificultades para acceder a la zona. Destaca el espíritu deportivo que impregna todo el proyecto, como modelo de formación integral, desde una visión cristiana de la vida, y la relación con las familias. «Tajamar hizo mejores hijos en relación con los padres».
El actual emplazamiento del centro se completó en 1964, con el traslado a las instalaciones del Cerro del Tío Pío, el primer habitante de la zona, donde también tenía su rebaño que le servía como medio de vida.
Más de 17.000 alumnos
Hoy el paisaje es distinto, las calles embarradas y polvorientas, según la estación, han dejado lugar a vías asfaltadas y amplias avenidas; las chabolas, a viviendas dignas y confortables. Por el colegio han pasado 17.000 alumnos y en la actualidad son 1.742 los matriculados en Infantil, Primaria, Secundaria Obligatoria (ESO), Bachillerato y ciclos formativos de Grado medio y superior (FP). Su oferta incluye un club deportivo, cuya historia corre paralela a la del centro educativo, con casi mil socios y siete escuelas. Tajamar nació con un carácter de club deportivo y que su prestigio, sobre todo en atletismo, ha traspasado fronteras con éxitos internacionales, como el de Jesús Ángel García Bragado, medalla de oro en 50 kilómetros marcha.
La Fundación Tajamar alienta numerosos proyectos, entre ellos el nuevo colegio, también concertado, Los Tilos, que se acaba de inaugurar. Además, el signo de distinción de la institución, las artes gráficas, se mantiene en vanguardia y los institutos tecnológicos de artes gráficas, informática y logística constituyen un ejemplo de esa singularidad.
Sin embargo y pese a los avances que se han producido, el Puente de Vallecas se mantiene como el distrito con menor renta per capita de los 21 que integran la capital. Es también el que presenta mayores índices de fracaso escolar. «En ese ambiente -señala Alfonso Aguiló-, la labor educativa que hace Tajamar se entiende mejor. Con un trato lo más individualizado posible y con la experiencia de muchos años en esa tarea, hemos logrado reducir el fracaso hasta el 7%, cuando el índice medio en España es del 31% y mucho más acusado en los varones».
De ese rescate del fracaso es colar es un ejemplo Rubén González, un castizo pura raza de Vallecas. «Sin la ayuda que me han dado aquí estaría sin acabar la ESO, como muchos de los chicos del barrio». Ahora, cursa un módulo de Informática de Grado Medio y espera ilusionado la hora de hacer prácticas en una empresa y, después, lograr un empleo fijo. Es un buen deportista y defiende los colores de Tajamar en la liga escolar de balonmano. Habla de los valores que le han inculcado en el colegio y que se orientan a a la persona en su integridad. «De nada serviría -dice- ser un alumno diez y una persona cero».
Papel primordial de los padres
Los padres son pieza esencial en el proyecto. Participan de la vida del colegio de forma activa y gran parte de ellos han realizado estudios de FP para mejorar en su trabajo profesional. El matrimonio Alonso Muñoz, Petri y Vicente, asegura que su vida cambió cuando matricularon a sus tres hijos en el centro. Vicente es un ejemplo para los chicos, ya que ha hecho compatible su trabajo con la licenciatura en Empresariales.
Milagros Asenjo, en abc.es/
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