El doctor Poveda, uno de los principales promotores del movimiento por la vida en España, explica el fenómeno de los «rescates» frente a las clínicas abortistas y que el gobierno socialista quiere impedir
Desde 1995 es profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, y desde 2001 imparte clases en el Máster Oficial de Bioética de la Universidad Rey Juan Carlos. A esta dilatada faceta académica se le añade el trabajo en su consulta y una nítida involucración en el ámbito que lo ha convertido, desde hace cuarenta años, en un referente cuando se habla de aborto y asociaciones provida en España.
Maneja con aplomo un lenguaje propio, ingenioso, labrado de llevar tantos años en contacto con miles de jóvenes que comparten sus convicciones. Por eso, no se refiere a los centros donde se practican abortos como «clínicas», sino como «establecimientos». Ha tratado directamente a un ingente número de mujeres que iban a abortar; a muchas ha logrado convencerlas de que desistan. Es lo que se denomina «operación rescate», algo que el Consejo de ministros presidido por Pedro Sánchez pretende penalizar con dureza.
Es Jesús Poveda, némesis de Dator, uno de los «establecimientos» abortistas que primero se abrieron en Madrid.
¿Cuándo organizó su primera «sentada» frente a un centro abortista?
Fue justamente en el año 88; me llamó una vecina de la calle Hermano Gárate quejándose de que en los bancos próximos a su portal había a veces sangre. Y era de mujeres que salían de la Dator. En la Dator, como todo el mundo sabe, no hay hospitalización; se practican los abortos y se manda a la mujer que ha abortado a la calle. Y, en algunos casos, esas mujeres tienen que parar, sentarse… y de ahí los restos de sangre. Así que fuimos para allá, y con los vecinos montamos una primera sentada en la puerta de la Dator.
Si no me equivoco, usted inició su andadura provida antes de que se aprobara la primera ley del aborto en 1985.
En el año 83 yo estaba acabando la carrera de Medicina. En ese momento se estaba debatiendo la cuestión del aborto en el Congreso, pues acaba de ganar las elecciones hacía unos meses el Partido Socialista. De modo que organizamos una huelga a la japonesa en la Facultad de Medicina, que consistía en quedarnos ahí dentro toda la noche, como señal de protesta ante esa ley, que acabó llegando, tristemente, en el año 85. Así que, desde el año 83, he estado organizando manifestaciones, y desde el año 80 ya pertenecía a una asociación que hay en Madrid y que se llama Adevida. Esta asociación llevaba realizando acogida a madres embarazadas desde finales de los años 70, porque los movimientos provida son anteriores a la legislación del aborto.
Durante mucho tiempo usted promovió un activismo muy contundente y muy festivo también. De hecho, a Provida se lo llamaba «Pro–boda» a finales de los 80 y comienzo de los 90.
Sin ir más lejos, uno de mis hermanos se casó con una chica que conoció en una fiesta de Provida. Es lógico, la gente se casa con quien conoce; si uno conoce a su mujer en una manifestación, saldrán unos hijos revoltosos; si la conoce en una fiesta, serán muy festivos; y, si la conoce en un funeral, a lo mejor se nos deprimen un poquito antes. Sí, las manifestaciones provida se han caracterizado siempre por un toque de creatividad; manifestaciones con camellos y un cartel que dice: «Herodes mató menos niños, ¡Feliz Navidad!»… O globos gigantes que atraviesan Madrid con una inmensa pancarta en que se lee: «Sí a la vida». Evidentemente, si quieres celebrar y promover la vida, no lo puedes hacer en tonos tristes o grises.
En aquella época ya organizaban sonadas acciones, sobre todo frente a Dator, y con cargas policiales.
La policía estaba muy desconcertada, porque no estaba acostumbrada a golpear a universitarios que no hacían nada. Recuerdo que la primera vez que fuimos contundentemente golpeados nos dejó sorprendidos la policía, pero más sorprendidos se quedaron los policías cuando recibieron la orden de que nos desalojaran. Y la verdad es que nos desalojaron −y a porrazos. Como la cosa fue tan confusa y quedó grabada, más tarde, en lo que luego se llamaría la UIP (Unidad de Intervención Policial) —entonces no se llamaba así—, lo estudiaron y se dieron cuenta de que no tenía sentido aquello que había pasado. Así que mantuvimos una conversación yo −como presidente de Jóvenes Provida− y el entonces jefe de la Unidad en Moratalaz, el gran policía Bertomeu. Un policía tan prestigioso, que lo contrató la Renfe después de los atentados. A Bertomeu le pareció desproporcionado que desde la Delegación del Gobierno −entonces Delegación del Gobierno socialista− ordenaran la evacuación a golpes de los Jóvenes Provida.
Diferencia entre «sentada» y «operación rescate».
«Sentada» es, como su propio nombre indica, que vas y te sientas. Eso ahora sólo lo hago una vez al año, que es el 28 de diciembre. «Rescate» es lo que hacemos habitualmente. A mí me gusta mucho la asistencia; de hecho, digo que hacemos asistencia, que hay que hacer al año 364 días de asistencia, pero un día resistencia. Y esa resistencia es cuando te sientas a las puertas de un centro abortista, para poner de manifiesto que lo que está pasando ahí es un auténtico genocidio. En concreto, en Dator se practican 10.000 abortos al año; si multiplicamos por más de veinte años funcionando a este ritmo, sale una cifra espectacular: 200.0000 abortos que se han llevado a cabo en esa esquina. Yo sueño con convertir esa «guarrería» en una guardería.
¿Cuántas mujeres han decidido seguir adelante con su embarazo, tras una «operación rescate»?
Las «operaciones rescate» se hacen habitualmente. Puse en marcha lo que se llama «escuela de rescate a la madrileña» en el año 2009, y desde entonces han salido distintos grupos de «rescatadores». Sin ir más lejos, los Rescatadores de Juan Pablo II, un grupo que empezó a funcionar poco tiempo después. Y otros muchos, muy variados. Incluso en la actualidad hay personas que se dedican específicamente sólo a la oración, como quienes están en «40 Días por la vida», de origen americano. Sin embargo, «40 Días por la vida» en España tiene el matiz de acompañar con la oración a los «rescatadores». ¿A cuántas mujeres hemos podido ayudar, para que siguieran adelante con su embarazo, tras un «rescate»? Antes decía que cientos, pero ahora digo que miles. Y miles son miles, porque llevamos muchos años y muchos días de «rescate» hablando con muchas mujeres. Muchas mujeres lo único que necesitan es escuchar la frase del «rescatador»: «¿Qué necesitas para no abortar?». Esa es la frase principal de la «escuela de rescate». Si somos capaces de dar respuesta a esa necesidad, estamos haciendo un «rescate».
¿Y qué es lo que necesitan?
El primero de los «rescates» fue una menor de edad que dijo: «Yo lo que necesito para no abortar es una casa, porque mi padre me ha dicho que, siendo menor de edad y estando embarazada, me echa de casa, si no aborto». Le pudimos ofrecer una casa; esa chica se fue a una casa, y yo me encargué personalmente de hablar con su padre para decirle que su hija estaba en una casa de acogida. La clave está en contestar a la respuesta de «¿Qué necesitas para no abortar?», aunque a veces las respuestas sean muy difíciles. Recuerdo otro caso, el de una chica que iba a abortar por una malformación grave, según le habían dicho en la Dator. Nosotros lo que hicimos fue ofrecerles una ecografía; y, al realizar esa ecografía, constatamos que lo que tenía era un embarazo gemelar. Sólo un embarazo gemelar, no una malformación. Así que esa mujer pudo seguir adelante con su embarazo, a pesar del engaño, pues le dijeron que había malformación.
A su juicio, ¿por qué cree que abortan algunas mujeres?
El principal motivo por el que abortan las mujeres es porque, tristemente, y esto ya lo decía Julián Marías, en España ha habido una aceptación social del aborto. Cuando se aprueba una legislación sobre algo, lo que se hace es legitimar ese algo. Si se legitima el consumo de alcohol, parece que está bien consumir alcohol. Lo mismo sucede al legitimarse la práctica del aborto, que ha pasado de penalizarse a despenalizarse, y luego a legitimarse. Parece que lo legal es bueno, y lo que es bueno hay que hacerlo. En España, tristemente, hay 100.000 abortos al año, porque la gente piensa que abortar es, a fin de cuentas, algo que está bien.
Por otro lado, lo cierto es que el Estado ha hecho dejación de funciones. Hay quienes piensan que ayudar a las mujeres embarazadas y con problemas no es tarea del Estado, o así lo han entendido distintos gobiernos del Partido Popular o del Partido Socialista. No han creído que sea misión del Estado ayudar a las mujeres embarazadas. En realidad, el Estado tiene ese papel subsidiario de ayudar a las personas que lo necesitan; igual que se encarga de los puertos, los aeropuertos y las autopistas −porque eso lo tiene que hacer el Estado, no pueden hacerlo los particulares−, el Estado tendría que ayudar a esas 100.000 mujeres para que no abortaran. No ayudar a esas 100.000 mujeres es un fracaso del Estado. Mientras tanto, las organizaciones −que algunos llaman No Gubernamentales, pero que en el caso de Provida es una OAG, Organización AntiGubernamental− tenemos que ayudar y suplir esa falta de ayuda. Y estamos encantados de hacerlo.
¿Qué acompañamiento reciben las mujeres que acaban abortando? No debe de ser plato de buen gusto si el mundo provida no para de recordarles que «han cometido un asesinato».
Desde el mundo provida no se utiliza ese tipo de afirmaciones, ni mucho menos. Sabemos que en el aborto una víctima más es la mujer, y lo que hay que hacer es ayudarla. Recientemente atendí a una mujer con un intento de suicidio −gracias a Dios se quedó en intento−; es una tentativa de suicidio muy frecuente que se llama «el intento autolítico del aniversario». Esta mujer había quedado embarazada a la vez que su hermana; su hermana no abortó, y ella sí abortó. Cada vez que es el cumpleaños de su sobrino, es el no–cumpleaños de su no–hijo. De modo que ella tuvo un intento autolítico, y, cuando me contó que lo que le pasaba era exactamente eso, le propuse como medida terapéutica una conversación con una chica que iba a abortar poco después. Y gracias a que ella le pudo contar su historia, esta otra chica no abortó. De alguna manera, el haber abortado es parte del pasado; ya no se puede cambiar, y lo que hay que hacer es sacar lo bueno que hay de haber abortado, y que en este caso consiste en que una chica que abortó ayudó a otra a que no abortara.
El gobierno de PSOE y Unidas Podemos pretender prohibir que se puedan seguir haciendo «sentadas» y «operaciones rescate».
El gobierno de PSOE y Podemos es totalmente abortista. Lógicamente, muy cercano a los establecimientos abortistas. El poder que tiene un establecimiento como Dator es bien llamativo. Ha habido veces en que hemos presentado en los juzgados notificaciones y justificaciones de residuos embrionarios, de historias clínicas, de recibos tirados a la basura de la papelera de la calle, que se llevaba el camión de la basura. Y a pesar de haber denunciado eso, los establecimientos abortistas no han sido juzgados.
También los hemos denunciado, cuando ha fallecido alguna mujer dentro de los establecimientos abortistas; y, cuando se han celebrado esos juicios, ya se habían perdido los archivos que se habían obtenido en las pesquisas policiales. La gente que trabaja en estos establecimientos abortistas sabe que, mientras gobierna el PSOE, están perfectamente blindados, que no les va a pasar nada. Y nos consta que la única manera de actuar es presencial, estando en la puerta; y, una vez al año, sentándose. Por eso las sentadas, por eso las protestas. ¿Qué ellos quieren ahora legislar como en otros países y alejar a los «rescatadores» 300 metros, para impedir su tarea? Bueno, es una propuesta del Gobierno, y vamos a ver lo que pasa, pero entre los «rescatadores» hay muchos que están dispuestos a ir a la cárcel si es necesario, para que se respete el derecho a la información −que es una de las cosas que promovía la famosa «Ley Aído».
Habrá quien diga que las «sentadas» y «operaciones rescate» son coacciones parecidas a las que ejercen los llamados «piquetes sindicales» durante las huelgas. De modo que ustedes serían «piquetes provida», si me permite la expresión.
Además de que hay una legislación que permite a los piquetes sindicales ejercer de piquetes sindicales [se ríe], nosotros no somos piquetes sindicales; nosotros somos
personas que ofrecemos información. Y, cuando nos sentamos, siempre queda paso libre para entrar en esos establecimientos; nunca hemos bloqueado una entrada, nunca hemos taponado una entrada. Han sido sentadas simbólicas. Se trata más bien de lo que simboliza estar ahí sentado. En una entrevista que me hizo un compañero suyo, le decía que me sentaba como pienso que me hubiera sentado a las puertas de un crematorio de judíos o delante de un sitio donde se ejecutara a personas injustamente. Por lo tanto, la gente puede pensar que somos piquetes −somos informadores−; la gente puede pensar que somos agresivos —no lo somos, porque la filosofía es muy «Gandhi»; es muy de sentarse y protesta pasiva.
Usted ha padecido las consecuencias de estas sentadas. ¿Cuántas veces ha estado en un calabozo?
He estado más de veinte veces en el calabozo. Y suelo decir que para mí estar en el calabozo es el pago que tengo que hacer por ser congruente con mis ideas y mis conocimientos. Yo soy médico, sé que la vida empieza en el mismo momento de la concepción. Y libremente me siento, y libremente estoy en un calabozo cuando hay que estar en un calabozo.
Entrevista de José María Sánchez Galera
Fuente: eldebate.com
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