Si hay voluntad vuelve la calma. Los obstáculos hacen fuerte el amor, los roces lo purifican
Estos días, viendo el asombroso espectáculo del volcán de La Palma, me preguntaba cómo es posible tanta fuerza, tanta energía; ¿de dónde saca ese ardor, esa violencia, ese ímpetu? La naturaleza es muy poderosa, supera con creces la lógica humana. Por más que soñemos y calculemos siempre nos quedaremos cortos.
Es la estela del Creador anunciando su omnipotencia. También asombra lo que es capaz de devastar un cielo encapotado con sus truenos y relámpagos, su lluvia y granizo, su viento huracanado. Tanto poderío nos hace enmudecer.
Sabemos que todo tiene sentido, que de todo se puede sacar bien. Que el mundo ha salido de las manos de Dios, que lo ha creado para nosotros, sus hijos. En nuestra pequeñez puede que no lo entendamos, que tengamos miedo. Pero sabemos que estamos en buenas manos. No es nuestro enemigo, los tenemos, pero Él no lo es. Nos conviene fiarnos y hacerle caso.
Hoy nos dice el Evangelio: “Se acercaron entonces unos fariseos que le preguntaban, para tentarle, si le es lícito al marido repudiar a la mujer. Él les respondió: ¿Qué os mandó Moisés? Moisés permitió escribir el libelo de repudio y despedirla, dijeron ellos. Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto. Pero en el principio de la creación los hizo hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”.
Hay un proyecto divino sobre el amor. Amor que es como el fuego de un volcán. Amor de fuerza sorprendente. Enérgico, imparable. Por eso su Creador nos dice que es eterno: “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
La Ley Antigua, la de Moisés, no contenía la plenitud del amor, su pujanza y su ánimo. Por eso, debido a la debilidad de los hombres, no exigía la perfección. Tampoco contemplaba el perdón, se contentaba con “el ojo por ojo y diente por diente”. Pero, como dice san Pablo: “el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” y Jesús nos muestra su afecto entregando su vida.
Ahora, con la Nueva Ley, sí podemos querer hasta el extremo. Se nos ha dado una energía más poderosa que la del Cumbre Vieja. En nuestro interior hay un fuego abrasador capaz de saltarse todos los obstáculos, una llama que todo lo purifica.
Se entiende que, desde este punto de vista, Jesús exija la fidelidad conyugal. Nos habla del amor para siempre, exclusivo, entregado, fecundo. De ese amor con el que nos gustaría que nos quisieran y con el que debemos querer. Pero la vida nos habla de corazones endurecidos o, más bien, débiles. Da pena ver tantos matrimonios rotos, tantas promesas olvidadas.
Desde luego, a nadie le gusta amar por temporadas, tampoco prometemos un querer a tiempo parcial, o pequeñito. Quizás nos sucede como con la covid-19, no estamos vacunados, no estamos preparados para hacer frente a la pandemia de divorcios y separaciones. Nos ha pillado con las defensas bajas: relativismo, fe débil, bastante egoísmo, sentimentalismo enfermizo, impaciencia y olvido del perdón.
Una pandemia difícil de parar con muchas bajas y damnificados. Para lograr la estabilidad hay que pasar del enamoramiento, una erupción de sentimientos, al amor, decisión de la voluntad: quiero quererte. Todo idilio acaba perdiendo su entusiasmo inicial.
Volviendo al volcán, la lengua de fuego se va enfriando dando paso a la dura roca: oscura y fuerte, sobre la que se puede edificar un sólido edificio. También las negras cenizas fertilizan el campo. Hay que aguantar el chaparrón, o los múltiples estallidos. Si hay voluntad vuelve la calma. Los obstáculos hacen fuerte el amor, los roces lo purifican.
Nos puede ayudar lo que acabo de leer en: Nos vemos en casa. La familia y otros maravillosos desastres. Escrito por el matrimonio Gigi de Paulo y Anna Chiara Gambini: “Todo ha acabado. No podemos seguir adelante. Todo es demasiado serio para volver atrás. ¡Qué lástima! Éramos una familia encantadora, pero no puedo fingir que no he oído lo que ha dicho… Ella también lo está pasando mal. Tampoco han sido precisamente bonitas tus respuestas… ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a seguir amándola a pesar de las dificultades, o vas a abandonar el camino? ¿Renuncias al desafío de los desafíos, o no te rindes y te la juegas, porque dentro de ti sabes que no hay nada más hermoso?
Ella dice: “Me encanta hacer las paces… En un matrimonio se pone en práctica algo de Arquitectura: esa embriagadora emoción de levantar una casa entre los dos. Porque se necesita más coraje para seguir juntos que para dejarlo. Porque es más emocionante hacer las paces que traicionar”. Podemos aprender la lección, conocernos mejor y consolidar nuestro amor sin olvidar que la fuerza para lograrlo viene de Dios.
Juan Luis Selma, en eldiadecordoba.es
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