El Papa Francisco subrayó que Jesús encomendó la humanidad a María como Madre, “no como diosa, no como corredentora: como Madre”.
El Pontífice, durante la Audiencia General de este miércoles 24 de marzo, señaló que Cristo “es el único Redentor: no hay corredentores con Cristo. Él es el Mediador por excelencia”, es “el puente que atravesamos para dirigirnos al Padre”.
El Pontífice explicó que “Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz. Desde ese momento, todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales”.
“Es verdad que la piedad cristiana siempre le da bonitos títulos, como un hijo a la madre: ¡cuántas cosas bonitas dice un hijo a la madre a la que quiere!”, señaló. A veces “son expresiones de amor como un hijo a la madre, algunas veces exageradas. Pero el amor, nosotros lo sabemos, siempre nos hace hacer cosas exageradas, pero con amor”.
“Pero estemos atentos”, continuó, “las cosas bonitas que la Iglesia y los santos dicen de María no quita nada a la unicidad redentora de Cristo. Él es el único Redentor”, subrayó.
En ese sentido, “cada oración que elevamos a Dios es por Cristo, con Cristo y en Cristo y se realiza gracias a su intercesión. El Espíritu Santo extiende la mediación de Cristo a todo tiempo y todo lugar: no hay otro nombre en el que podamos ser salvados. Jesucristo: el único Mediador entre Dios y los hombres”.
“De la única mediación de Cristo toman sentido y valor las otras referencias que el cristianismo encuentra para su oración y su devoción, en primer lugar, a la Virgen María, la Madre de Jesús. Ella ocupa en la vida y, por tanto, también en la oración del cristiano un lugar privilegiado, porque es la Madre de Jesús”, afirmó.
Indicó que las manos, los ojos, la actitud de María “son un ‘catecismo’ viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús. María está totalmente dirigida a Él. Hasta el punto que podemos decir que es más discípula que Madre”.
“Este es el rol que María ha ocupado durante toda su vida terrena y que conserva para siempre: ser humilde sierva del Señor, nada más”, destacó el Papa Francisco.