En la Audiencia general de hoy, el Santo Padre ha ilustrado su reciente Viaje Apostólico a Budapest y Eslovaquia
Catequesis del Santo Padre en español
Hoy quería hablaros del Viaje Apostólico que he hecho a Budapest y Eslovaquia, y que concluyó justo hace una semana, el miércoles pasado. Lo resumiría así: ha sido una peregrinación de oración, una peregrinación a las raíces, una peregrinación de esperanza. Oración, raíces y esperanza.
1. La primera etapa fue Budapest, para la Santa Misa conclusiva del Congreso Eucarístico Internacional, retrasada justo un año a causa de la pandemia. La participación en esa celebración fue grande. El pueblo santo de Dios, en el día del Señor, se reunió ante el misterio de la Eucaristía, del que continuamente es generado y regenerado. Estaba abrazado por la Cruz que había en el altar, mostrando la misma dirección señalada por la Eucaristía, es decir, la vía del amor humilde y desinteresado, del amor generoso y respetuoso con todos, la vía de la fe que purifica de la mundanidad y va a lo esencial. Esa fe nos purifica siempre y nos aleja de la mundanidad que arruina a todos: es la carcoma que nos corroe por dentro.
Y la peregrinación de oración acabó en Eslovaquia, en la Fiesta de la Virgen de los Dolores. También allí, en Šaštín, junto al Santuario de la Virgen de los Siete Dolores, un gran pueblo de hijos acudió a la fiesta de la Madre, que es también la fiesta religiosa nacional. Así fue mi peregrinación de oración al corazón de Europa, comenzado con la adoración y terminado con la piedad popular. Rezar, porque a eso está llamado principalmente el Pueblo de Dios: adorar, rezar, caminar, peregrinar, hacer penitencia, y en todo eso sentir la paz y la alegría que nos da el Señor. Nuestra vida debe ser así: adorar, regar, caminar, peregrinar, hacer penitencia. Y eso tiene una particular importancia en el continente europeo, donde la presencia de Dios se diluye −lo vemos todos los días: se diluye la presencia de Dios− por el consumismo y los “vapores” del pensamiento único −extraño pero real− fruto de la mezcla de viejas y nuevas ideologías. Y eso nos aleja de la familiaridad con el Señor, de la familiaridad con Dios. También en ese contexto, la respuesta que sana viene de la oración, del buen ejemplo y del amor humilde. El amor humilde que sirve. Retomemos esta idea: el cristiano está para servir.
Es lo que vi en el encuentro con el pueblo santo de Dios. ¿Qué vi? Un pueblo fiel, que sufrió la persecución atea. Lo vi también en los rostros de nuestros hermanos y hermanas judías, con los que recordamos la Shoah. Porque no hay oración sin memoria. No hay oración sin memoria. ¿Qué quiere decir esto? Que nosotros, cuando rezamos, debemos hacer memoria de nuestra vida, de la vida de nuestro pueblo, de la vida de tanta gente que nos acompaña en la ciudad, teniendo en cuenta su historia. Uno de los obispos eslovacos, ya anciano, al saludarme me dijo: “Yo hice de conductor de tranvía para esconderme de los comunistas”. Qué bueno ese obispo: en la dictadura, en la persecución era conductor de tranvía, y luego a escondidas hacía su “oficio” de obispo y nadie lo sabía. Así es en la persecución. No hay oración sin memoria. La oración, la memoria de la propia vida, de la vida del propio pueblo, de la propia historia: hacer memoria y recordar. Esto hace bien y ayuda a rezar.. Segundo aspecto: este viaje ha sido una peregrinación a las raíces. En el encuentro con los hermanos obispos, tanto en Budapest como en Bratislava, he podido comprobar el recuerdo grato de esas raíces de fe y de vida cristiana, vívidas en el ejemplo luminoso de testigos de la fe, come el Cardenal Mindszenty y el Cardenal Korec, como el Beato Obispo Pavel Peter Gojdič. Raíces que descienden en profundidad hasta el siglo nueve, hasta la labor evangelizadora de los santos hermanos Cirilo y Metodio, que han acompañado este viaje como una presencia constante. Noté la fuerza de esas raíces en la celebración de la Divina Liturgia en rito bizantino, en Prešov, en la fiesta de la Santa Cruz. En los cantos sentí vibrar el corazón del santo pueblo fiel, forjado por tantos sufrimientos padecidos por la fe.
Mucha veces insistí en que esas raíces están siempre vivas, llenas de la savia vital que es el Espíritu Santo, y que como tales deben ser protegidas: no como piezas de museo, no ideologizadas e instrumentalizadas por intereses de prestigio y de poder, para consolidar una identidad cerrada. No. ¡Eso sería traicionarlas y esterilizarlas! Cirilo y Metodio no son para nosotros personajes para conmemorar, sino modelos a imitar, maestros de los que siempre aprender el espíritu y el método de la evangelización, así como el compromiso civil −durante este viaje al corazón de Europa he pensado mucho en los padres de la Unión europea, cómo la soñaron no como una agencia para distribuir las colonizaciones ideológicas de moda, no, cómo la soñaron ellos−. Así entendidas y vividas, las raíces son garantía de futuro: de ellas brotan gruesas ramas de esperanza. Nosotros también tenemos raíces: cada uno tiene sus propias raíces. ¿Recordamos nuestras raíces? ¿De los padres, de los abuelos? ¿Estamos unidos a los abuelos que son un tesoro? “Pero, son viejos...”. No, no: te dan la savia, tienes que ir a ellos y tomarla para crecer y seguir adelante. No decimos: “Vete y refúgiate en las raíces”: no, no. “Ve a las raíces, toma la savia de allí y sigue adelante. Ve a tu sitio”. No os olvidéis de esto. Y os repito lo que tantas veces he dicho, ese verso tan bonito: “Todo lo que tiene el árbol florecido viene de lo que tiene bajo tierra”. Puedes crecer en la medida en que estés unido a las raíces: de ahí te viene la fuerza. Si cortas las raíces, todo lo nuevo, las nuevas ideologías, eso no te lleva a nada, no te hace crecer: acabarás mal.
3. El tercer aspecto de este Viaje fue una peregrinación de esperanza. Oración, raíces y esperanza, los tres rasgos. Vi mucha esperanza en los ojos de los jóvenes, en el inolvidable encuentro en el estadio de Košice. Eso también me dio la esperanza, ver a tantas, muchas parejas jóvenes y muchos niños. Y pensé en el invierno demográfico que estamos viviendo, y esos países están floreciendo con parejas jóvenes y niños: una señal de esperanza. Especialmente en tiempos de pandemia, ese momento de celebración fue un signo fuerte y alentador, también gracias a la presencia de numerosas parejas jóvenes, con sus hijos. Cuán fuerte y profético es el ejemplo de la Beata Anna Kolesárová, una niña eslovaca que a costa de su vida defendió su dignidad contra la violencia: un testimonio que es más actual que nunca, lamentablemente, porque la violencia contra las mujeres es una plaga abierta en todas partes.
He visto esperanza en tantas personas que, silenciosamente, se ocupan y se preocupan del prójimo. Pienso en las Hermanas Misioneras de la Caridad del Centro Belén de Bratislava, buenas monjitas, que reciben a los descartados de la sociedad: rezan y sirven, rezan y ayudan. Y rezan mucho y ayudan mucho, sin pretensiones. Son los héroes de esta civilización. Quisiera que todos agradezcamos a la Madre Teresa y a estas monjas: ¡todos juntos un aplauso a esas buenas monjas! Estas monjas acogen a personas sin hogar. Pienso en la comunidad gitana y en quienes se comprometen con ella en un camino de fraternidad e inclusión. Fue conmovedor compartir la fiesta de la comunidad gitana: una fiesta sencilla que olía a Evangelio. Los gitanos son nuestros hermanos: debemos acogerlos, debemos estar cerca como lo hacen los Padres Salesianos allí en Bratislava, muy cerca de los gitanos.
Queridos hermanos y hermanas, esta esperanza, esta esperanza del Evangelio que pude ver en el viaje, se realiza, se concreta sólo si se expresa con otra palabra: juntos. La esperanza nunca decepciona, la esperanza nunca va sola, sino unida. En Budapest y Eslovaquia nos encontramos junto a los diferentes ritos de la Iglesia Católica, junto a los hermanos de otras confesiones cristianas, junto a los hermanos judíos, junto a los creyentes de otras religiones, junto a los más débiles. Ese es el camino, porque el futuro será de esperanza si estamos juntos, no solos: esto es importante.
Y después de este viaje, hay un gran “gracias” en mi corazón. Gracias a los obispos, gracias a las autoridades civiles, gracias al presidente de Hungría y a la presidenta de Eslovaquia; gracias a todos los colaboradores de la organización; gracias a los muchos voluntarios; gracias a cada uno de los que rezaron. Por favor, añadid aún una oración más, para que las semillas esparcidas durante el viaje den buenos frutos. Recemos por esto.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa. Doy gracias al Señor por el Viaje Apostólico que he realizado en el signo de la esperanza. Con una oración unánime, pidamos al Espíritu Santo que las semillas esparcidas durante el Viaje den buenos frutos en el Pueblo de Dios. ¡A todos mi bendición!
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los grupos provenientes de Inglaterra y Estados Unidos de América. En particular saludo a los nuevos seminaristas del Venerable Colegio Inglés al inicio de su formación sacerdotal aquí en Roma. Sobre todos vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz del Señor. ¡Dios os bendiga!
Saludo a los fieles de lengua alemana, especialmente a los participantes en la peregrinación de las Pontificias Obras Misioneras en Austria. Deseo a todos los peregrinos que podáis sacar de las tumbas de los Apóstoles la fuerza espiritual para afrontar con valentía los grandes retos de nuestro tiempo, y también los de la vida ordinaria. ¡Dios os bendiga y os proteja!
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta Audiencia, en particular a la comunidad del Colegio Mexicano. Doy gracias al Señor y a todos los que han hecho posible este Viaje, y también a ustedes que me acompañan diariamente con la oración, y les pido que sigan rezando para que las semillas esparcidas durante estos días den buenos frutos. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua portuguesa y sobre cada uno invoco las bendiciones del Señor. Gracias a cada uno de los que han rezado por este viaje y, por favor, añadid también una oración para que las semillas esparcidas den buenos frutos. ¡Que la Virgen os acompañe y os proteja a todos vosotros y a vuestros seres queridos!
Saludo a los fieles de lengua árabe. Os invito a mantener constantemente la oración y la penitencia en vuestra vida, para que podáis encontrar en ella la paz y la alegría que Dios quiere para nosotros. ¡Que el Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
(en polaco) Después de mi Viaje apostólico a Hungría y Eslovaquia, en mi corazón hay un gran “gracias”. Gracias por haber venido tan numerosos a acompañarme con vuestra presencia y oración en esta peregrinación. Por favor, añadid además a vuestras oraciones una intención, para que las semillas esparcidas den buenos frutos. ¡Os bendigo de corazón!
Dirijo una cordial bienvenida a los fieles de lengua eslovaca. En particular saludo a los participantes en la XV peregrinación del Ordinariato de las fuerzas armadas y de los cuerpos armados de la República Eslovaca. Queridos hermanos y hermanas, hace una semana he hecho el Viaje Apostólico a Budapest y Eslovaquia. Ha sido una peregrinación de oración, una peregrinación a las raíces de la fe, una peregrinación de esperanza para todos. Después de este viaje, en mi corazón hay un gran “gracias”. Gracias a los obispos y a las autoridades civiles; gracias a todos los colaboradores en la organización; gracias a cada uno de cuantos han rezado. Por favor, añadid una oración, para que las semillas esparcidas durante el Viaje den buenos frutos.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los fieles de Torrita di Siena con su obispo Mons. Stefano Manetti; a las Monjas de Santa Ana que celebran su Capítulo general; a los inmigrantes hospedados en el Centro Mundo Mejor, de Rocca di Papa. A cada uno mi ánimo y la seguridad de mi oración. Qué bonito aquel letrero de allí: gracias, muchas gracias. Es muy bonito: por un mundo mejor. ¡Adelante!
Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados. La fiesta del evangelista San Mateo, que celebramos ayer, me ofrece la ocasión para invitaros a meteros en la escuela del Evangelio, la guía segura para afrontar el camino de la vida. ¡A todos mi Bendición!
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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