El profesor Gonzalo Miranda afronta los desafíos del Jubileo de las familias
Este «Jubileo de las familias», como ha explicado a Zenit el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia (cf. «Exclusivo: Recta final al Jubileo de la familia», supone también para la Iglesia católica una oportunidad para afrontar los grandes desafíos que experimenta en estos momentos la familia, algo que será analizado gracias a la colaboración de expertos de prestigio mundial en el Congreso de preparación de tres días que precederá al gran encuentro (Cf. «Jubileo de las familias: Los niños, al centro de la sociedad».
Para comprender mejor qué es lo que se está jugando la humanidad en estos momentos en los que se ponen en tela de juicio los derechos de las familias (fundadas en el matrimonio), Zenit ha entrevistado al profesor Gonzalo Miranda, secretario del Instituto de Bioética de la Universidad Católica de Roma y director académico del curso de Bioética del Ateneo Pontificio «Regina Apostolorum».
–Hace 52 años, en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, se escribía: «La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado» (artículo 16, 3). Paradójicamente hoy se proponen nuevos derechos, como la libertad para abortar, la mal entendida salud reproductiva que prevé la esterilización de millones de mujeres o la promoción de las campañas económicas de control demográfico, el reconocimiento de las parejas de hecho y de las uniones homosexuales, etc. Se trata de reivindicaciones que atentan contra el concepto de familia considerado en aquellos momentos por la comunidad internacional. ¿Qué ha pasado?
–Por desgracia, constatamos hoy una especie de revisión de muchos de los derechos proclamados por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. De hecho, algunos querrían volver a escribir esta declaración. Mi impresión es que aquel texto, redactado tras los horrores de la segunda guerra mundial, que despertaron la conciencia moral del mundo, se ha quedado pequeño y resulta incómodo para muchas conciencias que se han deformado. Una vez enfriado el impacto suscitado por los crímenes cometidos en aquel entonces, se vuelve a poner de moda la mentalidad utilitaria, egoísta y eugenésica: la misma mentalidad que originó aquellos crímenes.
Estos nuevos derechos no sólo van contra la familia, sino que ante todo atentan contra la persona y contra la comunidad humana. El asesinato voluntario de un ser humano que todavía no ha nacido, la esterilización, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, etc., son comportamientos contrarios a la realidad de la persona humana. Paradójicamente, el ser humano es capaz de comportarse de manera totalmente contraria a su humanidad. Quisiera subrayar también que la afirmación, según la cual, la familia es el núcleo natural y fundamental de la sociedad, no es sólo un deseo o un programa; es más bien una constatación de hecho. Olvidar o alterar esta realidad no puede traer ningún beneficio a la sociedad. No se cambia la realidad humana, personal o social, cambiando simplemente de ideología.
–El aumento vertiginoso de los divorcios, el crecimiento de las familias con un solo padre o madre, los dramas de tantas personas que experimentan la ruptura familiar, demuestran que el desprecio de la familia no es ciertamente un camino más civil o «avanzado». Y, sin embargo, el desmantelamiento de la familia es visto, por algunos movimientos o ambientes culturales, como una señal de «progreso». ¿Cuáles son las bases culturales y filosóficas de esta cultura? ¿Por qué tiene tanta influencia en la sociedad?
–Muchas veces me he preguntado también yo cómo es posible que haya tantas personas y grupos que se dedican con tanto «fervor» y pasión a atacar una institución natural tan bella como la familia, fundada sobre el matrimonio. En mi análisis, he visto sobre todo tres causas posibles.
En primer lugar, hay que tener en cuenta motivaciones de carácter ideológico. La ideología hedonista y libertaria dominante en nuestros días lleva a muchos a rechazar todo lo que pueda significar compromiso, entrega estable de sí… Y la familia es precisamente esto. Además, un cierto feminismo exasperado considera el matrimonio y la familia como el final de una cadena que va contra la dignidad de la mujer. Por otra parte, es importante tener en cuenta que ciertas corrientes ideológicas y políticas se presentan como una especie de «paquete ideológico»: o lo tomas todo o lo dejas. De este modo, hoy quien se considera de «izquierdas» en el campo sociopolítico se ve casi obligado a promover y aceptar otros elementos ideológicos, entre los que se encuentra el de la promoción de «formas alternativas» de convivencia.
Hay que tener en cuenta, además, una concepción de los derechos que opone al individuo a la familia y a la comunidad. Durante un reciente congreso organizado en Italia por la asociación «Arcigay», un orador invitó a los presentes a combatir el «familiarismo» católico», por considerarlo un obstáculo nocivo para los derechos de los homosexuales. Según el exponente, es necesario abatir la concepción que prevé derechos para el matrimonio, y sustituirla por una concepción individualista, en la que cada uno de los miembros de la pareja tiene sus propios derechos en cuanto individuo. De este modo, al hablar del derecho a la adopción de niños por parte de homosexuales, alguno señaló que no hay que limitar este derecho a la pareja, sino que hay que reconocerlo también a quien ha decidido vivir solo. Desde este punto de vista, la familia es considerada como algo obsoleto.
En otras ocasiones, los ataques contra la familia dependen de decisiones estratégicas en función de un determinado objetivo sociopolítico o cultural. El profesor genetista francés Jérôme Lejeune narra cómo en una reunión de periodistas en París, en 1974, una mujer dijo: «Queremos destruir la civilización judeocristiana, para ello tenemos que destruir a la familia, y para ello tenemos que atacar su elemento más débil: el niño que todavía no ha nacido; nosotros somos favorables al aborto». En este caso, la familia se convierte en objeto de agresión en función de un designio estratégico de amplias dimensiones.
–Desde hace unos seis años (en especial a partir de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre población y desarrollo celebrada en El Cairo, 1994), parecería que la Iglesia ha lanzado una campaña sin precedentes en defensa de la familia. Esto, obviamente, le granjea enemigos entre quienes se oponen a la concepción tradicional del matrimonio. ¿Qué ha pasado? ¿A qué se debe este fenómeno?
–En realidad, la Iglesia, desde Jesucristo hasta nuestros días, ha valorado, promovido y defendido las realidades y valores que son realmente humanos. La familia es una de esas realidades. En momentos en los que la sociedad no sabía acoger y proteger a los niños abandonados, la Iglesia inventó los orfanatos y los hospitales. En momentos en los que la familia se encuentra en peligro, la Iglesia trata de defenderla y promoverla con todos los medios con que cuenta. También el Jubileo de las Familias es una manera de promover la familia en nuestra sociedad, enferma de egoísmo e individualismo. El Consejo Pontificio para la Familia se ha entregado con todas sus fuerzas, desde hace años, para organizar encuentros y congresos de familias, para reflexionar sobre la familia. El Jubileo de las familias es un encuentro totalmente particular que ayudará a profundizar en la realidad de la familia, como célula de la sociedad, como «Iglesia doméstica», como lugar de descubrimiento de Jesús, y como escuela de amor para todo ser humano.
Redacción de es.zenit.org/
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