Este primer día del mes de septiembre, el Santo Padre durante la Audiencia general, ha continuado su catequesis con “la explicación de la Carta de San Pablo a los Gálatas”
Catequesis del Santo Padre en español
Continuamos la explicación de la Carta de San Pablo a los Gálatas. Esto no es algo nuevo, esta explicación no es cosa mía: lo que estamos estudiando es lo que dice san Pablo en un conflicto muy serio con los Gálatas. Y es también Palabra de Dios, porque está en la Biblia. No es algo que uno se inventa: no. Es algo que pasó en aquel tiempo y puede repetirse. De hecho, hemos visto que en la historia se ha repetido. Esto es simplemente una catequesis sobre la Palabra de Dios expresada en la carta de Pablo a los Gálatas: no es otra cosa. Hay que tenerlo siempre presente. En las catequesis anteriores hemos visto cómo el apóstol Pablo muestra a los primeros cristianos de Galacia el peligro de dejar el camino que empezaron a recorrer acogiendo el Evangelio. El riesgo es caer en el formalismo, que es una de las tentaciones que nos lleva a la hipocresía, de la que hablamos la vez pasada. Caer en el formalismo y renegar la nueva dignidad que recibieron: la dignidad de ser redimidos por Cristo. El pasaje que acabamos de escuchar da inicio a la segunda parte de la Carta. Hasta aquí, Pablo ha hablado de su vida y su vocación: de cómo la gracia de Dios transformó su existencia, poniéndola completamente al servicio de la evangelización. Ahora interpela directamente a los Gálatas: les pone ante las elecciones que han tomado y su condición actual, que podría anular la experiencia de gracia vivida.
Y los términos con los que el Apóstol se dirige a los Gálatas no son muy amables: lo hemos escuchado. En las otras Cartas es fácil encontrar la expresión “hermanos” o “queridísimos”; aquí no. Porque está enfadado. Dice de modo genérico “Gálatas” y en dos ocasiones les llama “insensatos”, que no es un término de cortesía. Insensatos, necios y muchas cosas puede decir… No lo hace porque no sean inteligentes, sino porque, casi sin darse cuenta, corren el riesgo de perder la fe en Cristo que acogieron con tanto entusiasmo. Son insensatos porque no se dan cuenta que el peligro es perder el tesoro valioso, la belleza de la novedad de Cristo. El asombro y la tristeza del Apóstol son evidentes. No sin amargura, provoca a esos cristianos para recordar el primer anuncio realizado por él, con el que les ofreció la posibilidad de adquirir una libertad hasta ese momento inesperada.
El Apóstol dirige a los Gálatas preguntas, con la intención de sacudir sus conciencias: por eso es tan fuerte. Se trata de interrogantes retóricos, porque los Gálatas saben muy bien que su venida a la fe en Cristo es fruto de la gracia recibida con la predicación del Evangelio. Les lleva al inicio de la vocación cristiana. La palabra que habían escuchado de Pablo se concentraba sobre el amor de Dios, manifestándose plenamente en la muerte y resurrección de Jesús. Pablo no podía encontrar expresiones más convincentes que las que probablemente les había repetido varias veces en su predicación: «No vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gal 2,20). Pablo no quería saber otra cosa que Cristo crucificado (cfr. 1Cor 2,2). Los Gálatas deben mirar ese hecho, sin dejarse distraer por otros anuncios. En definitiva, el intento de Pablo es poner en un aprieto a los cristianos para que se den cuenta de lo que hay en juego y no se dejen encantar por la voz de sirenas que quieren llevarlos a una religiosidad basada únicamente en la observancia escrupulosa de preceptos. Porque los nuevos predicadores que llegaron a Galacia les convencieron de que tenían que volver atrás y asumir también los preceptos que se observaban y llevaban a la perfección antes de la venida de Cristo, que es la gratuidad de la salvación.
Además, los Gálatas sabían muy bien a lo que el Apóstol se refería. Ciertamente, habían experimentado la acción del Espíritu Santo en la comunidad: como en las otras Iglesias, también entre ellos se había manifestado la caridad y otros carismas. Puestos en aprietos, necesariamente tienen que responder que lo que han vivido era fruto de la novedad del Espíritu. Por tanto, al comienzo de su llegada a la fe, estaba la iniciativa de Dios, no la de los hombres. El Espíritu Santo fue el protagonista de su experiencia; ponerlo ahora en segundo plano para dar primacía a sus obras −es decir al cumplimiento de los preceptos de la Ley− sería de insensatos. La santidad viene del Espíritu Santo y es la gratuidad de la redención de Jesús: eso nos justifica.
De ese modo, san Pablo nos invita también a reflexionar: ¿cómo vivimos la fe? ¿Permanece el amor de Cristo crucificado y resucitado en el centro de nuestra vida diaria como fuente de salvación, o nos conformamos con alguna formalidad religiosa para tener la conciencia tranquila? ¿Cómo vivimos la fe? ¿Estamos apegados al tesoro valioso, a la belleza de la novedad de Cristo, o preferimos algo que en el momento nos atrae pero después nos deja un vacío interior? Lo efímero llama a menudo a la puerta de nuestras jornadas, pero es una triste ilusión, que nos hace caer en la superficialidad e impide discernir qué vale la pena vivir realmente.
Hermanos y hermanas, mantengamos firme la certeza de que, también cuando tengamos la tentación de alejarnos, Dios sigue otorgando sus dones. Siempre en la historia, también hoy, suceden cosas que se parecen a lo que le sucedió a los Gálatas. También hoy algunos vienen a insistirnos una y otra vez: “No, la santidad está en estos preceptos, en estas cosas, tenéis que hacer esto y esto”, y nos proponen una religiosidad rígida, la rigidez que nos quita esa libertad en el Espíritu que nos da la redención de Cristo. Estad atentos a las rigideces que os proponen: estad atentos. Porque detrás de toda rigidez hay algo feo, no está el Espíritu Santo. Y por eso, esta Carta nos ayudará a no escuchar esas propuestas un poco fundamentalistas que nos llevan atrás en nuestra vida espiritual, y nos ayudará a ir adelante en la vocación pascual de Jesús. Es lo que el Apóstol repite a los Gálatas recordando que el Padre es «el que os otorga el Espíritu y obra milagros entre vosotros» (3,5). Habla al presente, no dice “el Padre otorgó el Espíritu con abundancia”, capítulo 3, versículo 5, no: dice “otorga”; no dice “obró”, no: “obra”. Porque, a pesar de todas las dificultades que podamos poner a sus acciones, incluso a pesar de nuestros pecados, Dios no nos abandona sino que permanece con nosotros con su amor misericordioso. Dios siempre está cerca de nosotros con su bondad. Es como aquel padre que todos los días subía a la terraza para ver si volvía el hijo: el amor del Padre no se cansa de nosotros. Pidamos la sabiduría de darnos cuenta siempre de esta realidad y de expulsar a los fundamentalistas que nos proponen una vida de ascesis artificial, lejos de la resurrección de Cristo. La ascesis es necesaria, pero la ascesis sabia, no artificial.
Me alegra saludar a los peregrinos de lengua francesa. El mes de septiembre marca el inicio del año escolar y académico de tantos estudiantes y profesores, así como la vuelta al trabajo para muchos tras un periodo de vacaciones. Invoco sobre cada uno de vosotros el Espíritu de Sabiduría para que, en medio de vuestras fatigas y dificultades, el amor misericordioso de Dios os acompañe siempre. ¡A todos mi bendición!
Saludo cordialmente a los fieles de lengua inglesa. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz de Cristo. ¡Dios os bendiga!
Dirijo un cordial saludo a los fieles de lengua alemana. Vivamos nuestra fe en el amor de Cristo crucificado y resucitado, porque solo en Él encontramos el camino de la vida verdadera que nos conduce a la plena felicidad. Que el Espíritu Santo nos dé siempre la fuerza para toda obra buena.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Veo que hay unos uruguayos allí. Los animo a dejarse trasformar por la gracia que han recibido de Cristo y a responder de forma adulta a la llamada de Jesús, que los envía al mundo como testigos misioneros, para la obra de la evangelización. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.
Queridos hermanos y hermanas de lengua portuguesa: recordemos que, a pesar de nuestros pecados, Dios nunca nos abandona, derramando abundantemente sobre nosotros su amor misericordioso. Os saludo cordialmente, implorando sobre todos la bendición de Dios.
Saludo a los fieles de lengua árabe. A la luz de la enseñanza de San Pablo, estamos invitados a reflexionar nosotros también en cómo vivimos la fe. ¿El amor de Cristo crucificado y resucitado permanece en el centro de nuestra vida diaria como fuente de salvación, o nos contentamos con alguna formalidad religiosa para tener la conciencia tranquila? ¡El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre de todo mal!
Doy mi cordial bienvenida a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, saludo a vosotros, a vuestras familias y comunidades. Que el Espíritu Santo colme vuestros corazones con fe, esperanza y amor, para que en la vida ordinaria seáis siempre testigos de Cristo Señor, a través de la asidua oración, la vida sacramental y las obras de misericordia. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Saludo a los fieles de Cuneo y de Fossano, venidos con su Obispo Mons. Piero Delbosco con motivo del Sínodo diocesano: espero que ese evento pueda representar un renovado camino espiritual, en el signo de la comunión y de la corresponsabilidad. Saludo a las Misioneras Franciscanas del Verbo encarnado, reunidas en el Capítulo general, y las animo a proseguir con alegría el seguimiento de Cristo.
Mi pensamiento va finalmente, como de costumbre, a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados, invocando sobre cada uno la efusión de la gracia de Dios. Este don inefable del Señor es fuerza redentora que conforta y sostiene en el camino de la vida. A todos mi Bendición.
Hoy celebramos la Jornada mundial de oración por el cuidado de la creación, y el inicio del Tiempo de la creación, que concluirá el 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís. Este año el tema es: “¿Una casa para todos? Renovar el Oikos de Dios”. Con el Patriarca Ecuménico Bartolomé y el Arzobispo de Canterbury, Justin Welby, hemos preparado un Mensaje que saldrá en los próximos días. Junto a los hermanos y hermanas de diversas confesiones cristianas, recemos y trabajemos por nuestra casa común, en estos tiempos de grave crisis planetaria.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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