En el Evangelio, Cristo envía a sus apóstoles a hacer “discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”
José Atienza, en omnesmag.com/
A los 16 años, Roy Oliveira comienza una investigación sobre las religiones por pura curiosidad. Lo que no esperaba encontrar era a Dios y, menos aún, la fe católica ante la que sostenía lo que él llama “típicos tópicos agnósticos”.
La historia de fe de Roy Oliveira, es poco menos que sorprendente y también, por qué no, esperanzadora. Este chico vigués de 17 años que, en el futuro, quiere servir a su país a través de la política, creció en un ambiente alejado de la fe. Aunque, como él cuenta, durante unos años asistió a un colegio católico, la educación en la fe que percibió fue algo escasa.
Hasta los 16 años su vida transcurre de manera similar a la de muchos jóvenes de nuestra sociedad, que crecen en familias “post cristianas”, cuyo contacto con la Iglesia es más superficial que otra cosa y su idea del católico es la imagen que de ellos se da en series y películas.
A Roy, Dios se le presentó gracias a un sincero afán de conocimiento, a través del razonamiento y del estudio. Así cuenta él su historia de conversión:
“Yo siempre he investigado sobre muchos temas: historia, lenguas, filosofía… y llegó el turno de las religiones. Es cierto que yo sabía de antemano lo que la cristiandad había supuesto para nuestra civilización occidental y, llegado el momento, me centré en las tres religiones abrahámicas: judaísmo, islamismo y cristianismo.
Mientras investigaba llegó el confinamiento y aproveché para seguir indagando sobre el tema. En ese tiempo, me centré en el cristianismo: adquirí una Biblia, libros sobre el tema… y comencé a darme cuenta que, al contrario de los típicos “tópicos escépticos”, la Biblia no era el cúmulo de contradicciones o fantasías que yo creía.
Me sorprendió porque yo iba preparado para encontrarme con un libro vago, lleno de errores y, por el contrario, leyendo la Biblia comprobé que era muy coherente, que todo lo escrito entraba en concordancia con hechos históricos acaecidos paralelamente a lo narrado en las Escrituras; acontecimientos que, además, se justifican a la luz de la fe y la razón, mientras que sólo con la razón quedaban opacos. Eso fue el inicio de mi acercamiento a la fe.
Anteriormente, tenía una concepción de Dios un poco vaga… Es cierto que nunca negué la existencia de “algo”- llámalo Dios, llámalo energía- pero, a través de este estudio le di rostro a Dios. Empecé a darme cuenta que quizás Dios sí se podía haber manifestado a la humanidad y que era el cristianismo la religión que concordaba con esa manifestación. Todo era muy coherente.
A comienzos de mayo de 2020 me pregunté, realmente, si el estudio estaba moldeando mi forma de ver el mundo o si era una impresión pasajera. Decidí darme un tiempo y pensar. Pasó ese tiempo y lo único que conseguí es estar más en comunión con Dios y la Fe… así que me interpelé a mí mismo: “Roy, llegado este punto, ¿te sientes de verdad identificado con la fe cristiana o es un capricho? Caí en la cuenta que no era una fase, sino que, aquello que hace tres meses parecía una pantomima ahora se me presentaba como una verdad que podía respaldar perfectamente. Fue entonces cuando me planteé la conversión. En el Evangelio, Cristo envía a sus apóstoles a hacer “discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”; así que decidí seguir las palabras de Cristo y bautizarme.
He de confesar que, inicialmente, no pensé en la fe católica, de hecho, estudié la iglesia ortodoxa, las distintas ramas protestantes… y, en última instancia, la Iglesia católica. No en vano, estuve cercano al calvinismo, sin embargo, leer la confirmación de Cristo a Pedro como primer papa, me confirmó en la fe católica: en la Biblia se encuentra la justificación del papado, de la sucesión apostólica y la tradición que niegan las confesiones protestantes. Fue esta coherencia de la Iglesia Católica con la Biblia la que me confirmó en que era esa verdad.
Aquello que hace tres meses parecía una pantomima ahora se me presentaba como una verdad que podía respaldar perfectamente.
Francamente empecé a estudiar todo esto de la religión sin buscar nada en especial. Fue a través del razonamiento y la conexión con Dios cuando descubrí que, en el fondo, estaba buscando algo casi sin saberlo. Encontré ‘lo que no buscaba’ y es el tesoro más preciado que tendré en mi vida”.
A pesar de su madurez, Roy es, evidentemente, “hijo de su tiempo”. Él mismo afirma divertido que, en el momento de dar el paso e ir a la parroquia a poner patas a su conversión, se imaginaba la Iglesia Católica “tal y como la veía en películas o series. De hecho, pensaba que me iba a encontrar algo parecido a lo que veía en la película del Padrino, con los ritos en latín…, etc.”
Una vez tomó contacto con su parroquia, el sacerdote “me prestó un Catecismo de la Iglesia Católica que devoré en unas semanas. Al principio estaba perdidísimo, tenía todos los prejuicios típicos, pero he de decir que, a pesar de todo, fui confirmando mi fe de manera muy fluida. Gracias al Catecismo comprendí mucho más la Iglesia y la doctrina y todo iba encajando”.
Evidentemente, su acercamiento a la fe no pasó desapercibido en su entorno. Como destaca Roy “las personas más cercanas a mí no se sorprendieron tanto, debido a que fueron viendo como experimentaba un acercamiento a la religión. Lo que sí recibí fueron algunas advertencias de que me lo tomase con calma y prudencia porque es un asunto serio y, a mi edad, este tipo de cosas pueden ser consideradas ‘fases’”.
Gracias al Catecismo comprendí mucho más la Iglesia y la doctrina y todo iba encajando.
Mis amigos, acostumbrados a mi agnosticismo, si se sorprendieron. Cuando me preguntan por esto siempre les contesto que había investigado sobre la religión, me parecía mucho más coherente de lo que esperaba y gracias a ella logré establecer la conexión con “eso” que en el fondo pensaba que había de existir”.
Es frecuente, en las historias de conversión de adultos, encontrar cierta sorpresa ante la naturalidad o incluso la minusvaloración de los sacramentos, la tradición o las verdades de fe por parte de quienes han crecido en entornos católicos. Una especie de ‘acostumbramiento’ malo que choca con el entusiasmo de quien descubre la riqueza de la fe como Roy, que destaca que “quizás puede ser que, como he descubierto la fe de manera reciente, la valoro más; aunque en el fondo, envidio a quienes han crecido toda su vida con fe, porque para ellos es algo natural y yo no tuve esa suerte”.
Envidio a quienes han crecido toda su vida con fe, porque para ellos es algo natural y yo no tuve esa suerte.
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