«La vida es una cosa demasiado seria para tomársela seriamente». G. K. Chesterton
En uno de los libros-entrevista hecho al papa Francisco, concretamente el que lleva por título Dios es joven (Planeta Testimonio, 2018), que recoge las declaraciones hechas al periodista y escritor Thomas Leoncini, el Papa apunta dos de las cualidades que necesariamente tendríamos que pedir a Dios. Estas son el entusiasmo y la alegría.
«Para poder respirar –dice el papa Francisco- es fundamental el sentido del humor, que está conectado a la capacidad de disfrutar y entusiasmarse. Tener sentido del humor ayuda también a estar de buen humor y, cuando estamos de buen humor, es más fácil convivir con los otros y con nosotros mismos». Todo un programa de vida que podría transformar nuestra existencia y la de los que nos rodean.
El Santo Padre, ayudándose de un pensamiento del escritor inglés G. K. Chesterton, nos recuerda: «La vida es una cosa demasiado seria para tomársela seriamente». En este contexto, el Papa hace esta confesión al entrevistador y a cada uno de nosotros: «Cada día, desde hace casi cuarenta años, pido al Señor esta gracia y lo hago con una oración que escribió santo Tomás Moro». Se llama la Oración del buen humor:
«Concédeme, Señor, una buena digestión,
y también algo que digerir.
Concédeme la salud del cuerpo,
con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar
lo que es bueno y puro, para que no se asuste ante
el pecado, sino que encuentre el modo de poner
las cosas de nuevo en orden.
Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento,
las murmuraciones, los suspiros y los lamentos y no
permitas que sufra excesivamente por ese ser tan
dominante que se llama Yo.
Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
para que conozca en la vida un poco de alegría y
pueda comunicársela a los demás.
Así sea.»
Santo Tomás Moro es el patrón de los políticos. Él, como canciller del rey Enrique VIII, vivió la gloria y también el peso de la responsabilidad de ejercer un alto cargo público. Es un mártir de la fe y un testigo de fidelidad a la propia conciencia, porque por desaprobar el nuevo matrimonio de su rey fue condenado a muerte acusado de alta traición. Este santo, a pesar de las dificultades y presiones que vivió, hizo todo lo posible por no perder nunca el buen humor. Es un testimonio precioso, que nos recuerda cómo el buen humor es un don que tenemos que pedir a Dios, pero que también necesita nuestra colaboración y esfuerzo.
Era tal su voluntad de no perder nunca el buen humor que, incluso en el momento dramático de subir al cadalso, pidió que lo ayudaran a subirse y añadió: «Bajarme ya lo haré yo solo». Y no solo eso, sino que ante su verdugo, mientras se retiraba la barba del cuello para que no se la estropearan con la decapitación, dijo: «Mi barba no ha ofendido al rey y, por lo tanto, no se debe cortar».
Queridos hermanos y hermanas, ¿por qué no vivir al estilo de santo Tomás Moro? ¿Os animáis a seguir al papa Francisco rezando cada día esta preciosa Oración del buen humor? Feliz domingo y feliz semana a todos.
Cardenal Juan José Omella (Arz. de Barcelona), en esglesia.barcelona/es/
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