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Reconocerla tal como se "contiene" en el Credo, es hacer posible que la fe proporcione luz para nuestra existencia cotidiana
En La Historia interminable, novela publicada en 1979 por Michael Ende, el peligro es un vacío o una “nada” que avanza como una ola, hoy diríamos un tsunami que todo lo destruye, a medida que la emperatriz enferma. Quizá la emperatriz sea nuestra sociedad occidental y su enfermedad tenga diversas causas, entre ellas una crisis ética y, para los cristianos, una crisis de fe.
En este contexto, lo que significa el Año de la Fe depende lo que entendamos por fe y si la fe es algo personal y vivo, o si, por el contrario la fe es un elemento más de la vida, quizá meramente cultural, pero ajeno a las cosas que más importan y configuran la vida cotidiana.
En la audiencia del 17 de octubre, en pleno Sínodo sobre la nueva evangelización, Benedicto XVI comenzó un nuevo ciclo de catequesis sobre la fe, durante el Año de la Fe.
Redescubrir que la fe cambia la vida
«La celebración de los cincuenta años de la apertura del Concilio Vaticano II —observa el Papa— es una ocasión importante para volver a Dios, para profundizar y vivir con mayor valentía la propia fe, para reforzar la pertenencia a la Iglesia». Se trata —añade— de profundizar en el encuentro con Cristo, que nos transforma personalmente (no solo interesa a nuestra inteligencia sino que afecta a toda nuestra vida: sentimiento, corazón, inteligencia, voluntad, corporeidad, emociones, relaciones humanas). «Con la fe —señala— cambia verdaderamente todo en nosotros y para nosotros, y se revela con claridad nuestro destino futuro, la verdad de nuestra vocación en la historia, el sentido de la vida, el gusto de ser peregrinos hacia la Patria celestial».
Ahora bien, se pregunta Benedicto XVI si la fe es verdaderamente la fuerza transformadora de nuestra vida, o es solo un elemento más de ella. En sus próximas catequesis el Papa se propone «hacer un camino para reforzar o reencontrar la alegría de la fe, comprendiendo que ésta no es algo ajeno, separado de la vida concreta, sino que es su alma».
La fe como "alma" de la vida concreta
La fe como “alma” de la vida concreta. Cómo ha de entenderse esto, según propone Benedicto XVI, queda claro al fijar la mirada en la cruz de Cristo. En esa perspectiva, «la fe en un Dios que es amor (…) indica de manera luminosa que sólo en el amor consiste la plenitud del hombre». Ante tantas formas de barbarie que hoy se presentan incluso como «conquistas de civilización», es necesario subrayarlo: «La fe afirma que no existe verdadera humanidad más que en los lugares, gestos, tiempos y formas donde el hombre está animado por el amor que viene de Dios, se expresa como don, se manifiesta en relaciones ricas de amor, de compasión, de atención y de servicio desinteresado hacia el otro». En cambio, «donde existe dominio, posesión, explotación, mercantilización del otro para el propio egoísmo, donde existe la arrogancia del ‘yo’ cerrado en sí mismo, el hombre resulta empobrecido, degradado, desfigurado». Por tanto, «la fe cristiana, operativa en la caridad y fuerte en la esperanza, no limita, sino que humaniza la vida; más aún, la hace plenamente humana».
La fe no es solamente información, sino transformación
Pues bien, la fe consiste en acoger este mensaje transformador. No sólo es una información que viene de Dios para decirnos que es amor; sino que al revelarse, Dios mismo se auto-comunica y nos hace capaces de acoger esa palabra que nos transforma (cf. 1 Ts 2, 13). Esto lo ha hecho con palabras y obras, especialmente en la historia de un pueblo y a través de los profetas, y, sobre todo, al enviarnos a su propio Hijo, que ha muerto y resucitado para salvarnos a toda la humanidad.
La cuestión es cómo acoger y permanecer fieles (palabra que viene de fe) a esta palabra reveladora sobre Dios y salvadora para nosotros (cf. 1 Co 15, 1-2). La fe cristiana se ha desarrollado en el Credo, que es la profesión o el símbolo de la fe, y que está centrado precisamente en el anuncio de la muerte y resurrección de Cristo (cf. 1 Co 15, 3-4).
Redescubrir la fe es reconocer el Credo como proyecto de vida
«También hoy —señala el Papa— necesitamos que el Credo sea mejor conocido, comprendido y orado». Y agrega: «Sobre todo es importante que el Credo sea, por así decirlo, ‘reconocido’. Conocer, de hecho, podría ser una operación solamente intelectual, mientras que ‘reconocer’ quiere significar la necesidad de descubrir el vínculo profundo entre las verdades que profesamos en el Credo y nuestra existencia cotidiana a fin de que estas verdades sean verdadera y concretamente —como siempre lo han sido— luz para los pasos de nuestro vivir, agua que rocía las sequedades de nuestro camino, vida que vence ciertos desiertos de la vida contemporánea. En el Credo se injerta la vida moral del cristiano, que en él encuentra su fundamento y su justificación».
Observa Benedicto XVI cómo el ambiente actual de nihilismo, individualismo y relativismo (que favorece la falta de esperanza, de responsabilidad y de vínculos estables) contagia también a los creyentes. Ya los documentos preparatorios del sínodo sobre la nueva evangelización hacían este diagnóstico: «Una fe vivida de modo pasivo y privado, el rechazo de la educación en la fe, la fractura entre vida y fe». El Papa concluye que actualmente no se conocen los contenidos de la fe y se tiende a una religión auto-fabricada. «En cambio —propone— debemos volver a Dios, al Dios de Jesucristo; debemos redescubrir el mensaje del Evangelio, hacerlo entrar de forma más profunda en nuestras conciencias y en la vida cotidiana».
En definitiva, el Año de la Fe es una oportunidad ideal de redescubrir la fe, que no es sólo información sino transformación. Un tiempo para que la fe se haga vida en nuestra vida, como “alma” de la vida concreta. Reconocer la fe, tal como se “contiene” en el Credo, es hacer posible que la fe proporcione luz para nuestra existencia cotidiana, agua para los desiertos que nos rodean, vida para esa “nada” que avanza, sinuosa o abiertamente, queriendo destruirnos.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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