«Confiemos siempre en el poder de la misericordia de Dios» había tuiteado Benedicto XVI, el 10 de febrero de 2013, hace cinco años, antes de su histórica renuncia que recordamos con su misma voz.
El anuncio que marcó la historia de la Iglesia y dio la vuelta al mundo, con su sencillez tan intensa, con su inconmensurable grandeza en la humildad, con su entrañable y profunda confianza en Jesús, invocando a la Madre de Dios.
Después de haber meditado largamente en oración, tras casi ocho años de luminoso Pontificado, con sabiduría, dulzura, servicio humilde y firmeza, el 11 de febrero de 2013 el Papa Joseph Ratzinger anunció su renuncia al ministerio de Obispo de Roma.
En esa fecha en la que coinciden la memoria de Nuestra Señora de Lourdes, la Jornada Mundial del Enfermo y la Institución del Estado de la Ciudad del Vaticano, Benedicto XVI había convocado un consistorio para tres causas de canonización.
Con estas palabras en latín y con su filial entrega al Señor de la historia, anunció al colegio cardenalicio su renuncia al ministerio de Obispo de Roma:
«Los he convocado a este Consistorio, no solo para las tres causas de canonización, sino también para comunicarles una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia.
Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino. Soy muy consciente de que este ministerio, por su naturaleza espiritual, debe ser llevado a cabo no únicamente con obras y palabras, sino también y en no menor grado sufriendo y rezando.
Sin embargo, en el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado».
«Por esto, siendo muy consciente de la seriedad de este acto, con plena libertad, declaro que renuncio al ministerio de Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, que me fue confiado por medio de los Cardenales el 19 de abril de 2005, de forma que, desde el 28 de febrero de 2013, a las 20:00 horas, la sede de Roma, la sede de San Pedro, quedará vacante y deberá ser convocado, por medio de quien tiene competencias, el cónclave para la elección del nuevo Sumo Pontífice».
«Queridísimos hermanos, os doy las gracias de corazón por todo el amor y el trabajo con que habéis llevado junto a mí el peso de mi ministerio, y pido perdón por todos mis defectos».
«Ahora, confiamos a la Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor, Nuestro Señor Jesucristo, y suplicamos a María, su Santa Madre, que asista con su materna bondad a los Padres Cardenales al elegir el nuevo Sumo Pontífice. Por lo que a mí respecta, también en el futuro, quisiera servir de todo corazón a la Santa Iglesia de Dios con una vida dedicada a la oración»
«Confiemos siempre en el poder de la misericordia de Dios», había tuiteado en la víspera (10 de febrero de 2013), añadiendo: «Todos somos pecadores, pero su gracia transforma y renueva nuestra vida».
Y su último tuit, el 28 de febrero de 2013, fue: «Gracias por vuestro amor y cercanía. Que experimentéis siempre la alegría de tener a Cristo como el centro de vuestra vida».
Cecilia de Malak, en mensaje.cl/
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