Las historias de Soleen y Sheet muestran cómo la fe en Cristo es un apoyo fundamental en las dificultades, hasta cuando son tan graves como la cercanía de la muerte
Los refugiados que tuvieron que abandonar Irak tras la irrupción del Estado Islámico en 2014 empiezan a volver a sus hogares. La visita del Papa ha alentado a los jóvenes, un grupo de especial riesgo y, a la vez, de gran apoyo para esta tarea.
Soleen nació en Qaraqosh (antigua Nínive, en Irak) el 19 de julio de 1998, en el seno de una familia cristiana. Creció en un ambiente en el que se hablaba arameo en casa y se vivía la fe a diario, tanto en el hogar como en la ciudad. “Durante cada fiesta religiosa, todo el mundo bajaba a la calle o subía a los tejados de las casas para seguir las procesiones o asistir a la misa que se celebraba en las plazas de las iglesias y se retransmitía por megafonía a todo Qaraqosh”, recuerda la joven. “Como en todas las escuelas públicas, teníamos clases de religión según la religión de los alumnos”.
Sin embargo, a lo largo de 2014, la vida de Soleen cambió, como la de miles de cristianos en Irak. El 9 de junio, los soldados del Daesh entraron en Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak. A los cristianos y judíos de la ciudad sólo les quedaba una opción: convertirse al islam o aceptar el estatuto de dhimmi (protegido), nombre que dan los musulmanes al cristiano o al judío que vive en un país donde la religión del Estado es el islam; el dhimmi es tolerado pero se le considera un ciudadano de segunda clase. El cristiano dhimmi puede vivir su fe, pero sin que se le vea hacerlo. Ya no puede trabajar y debe pagar un impuesto fijado en 250 euros al mes por Daesh. Las iglesias están cerradas y las misas están prohibidas. Amenazados con la decapitación si no se sometían a esta nueva regla, los cristianos de Mosul decidieron huir y refugiarse en Qaraqosh. Pero el 6 de agosto, después de haber bombardeado la ciudad varias veces, Daesh entró en Qaraqosh.
Dejarlo todo
Dejando todo lo que era su vida, los padres de Soleen emprenden la huida con sus cuatro hijos y la abuela hacia Erbil, una ciudad del Kurdistán iraquí situada a unos 60 kilómetros. Erbil quedó sumergida por un flujo ininterrumpido de familias. Parques, solares vacíos, patios de colegio, gimnasios, edificios en construcción: todos los espacios disponibles fueron ocupados. “En el centro de los campamentos, las familias colocaron las imágenes de la Virgen que habían podido llevar con ellas”.
Hasta entonces, Soleen nunca había dudado de su fe. Pero ese día, por primera y única vez en su vida, perdió la confianza en Dios. “Recuerdo haberle dicho a mi madre que Dios nos había abandonado. Mi madre me contestó que no, que Él no nos había abandonado, que nunca nos abandonaría y que seguiría velando por nosotros. No fue fácil, pero traté de pensar que tal vez Dios nos enviaba esta prueba para hacernos crecer en nuestra fe, para que nunca perdamos la confianza en Él y sepamos agradecerle todo. Para ayudarme, he releído a menudo estas palabras de Cristo: ‘Los hombres os entregarán para que os torturen y os den muerte; todos los pueblos os odiarán por mi causa. En ese momento muchos abandonarán la fe… Pero el que se mantenga firme hasta el final se salvará’. Este Evangelio me da mucha fuerza para seguir siendo fiel, para amar a Dios siempre y para perdonar a Daesh”.
Llegada a Europa
Tras dos meses en Erbil, la familia de Soleen fue una de las primeras en poder marcharse a Grenoble (Francia), gracias a una persona que, conociendo al tío de Soleen (sacerdote en Baghdad), consiguió encontrarles una familia de acogida.
Y fue entonces cuando Soleen conoció el Centro Lanfrey. “¡Mi oración había sido atendida! En Lanfrey descubrí actividades de formación y acompañamiento espiritual que me permitieron aprender muchas cosas y crecer en mi fe”. Gracias a los amigos que hizo allí y que se turnaron para enseñarle francés, Soleen no sólo descubrió el gusto por la lengua francesa, sino que también redescubrió el gusto por la vida. Aprendió el vocabulario de la fe y cómo hablar de Dios a los demás en Francia. Hoy, aunque nada volverá a ser lo mismo porque echa de menos a muchos de sus seres queridos, Soleen sabe que ella y su familia tuvieron mucha suerte.
Testimonio de fe para cambiar la sociedad
La historia de Sheet, de 26 años y estudiante de l’Ecole de Management EMD de Marsella, es similar. Recuerda la noche en que tuvieron que escaparse de Qaraqosh entre las bombas, dejando atrás sus bienes a merced del pillaje que rápidamente se instaló en la ciudad. Confiesa haber vivido la misma experiencia de desamparo y de esperanza frustrada al llegar a Francia. “Llegados al aeropuerto Charles De Gaulle, atravesamos de noche París para llegar a la estación donde cogeríamos el tren. Viendo desde el exterior las magníficas y numerosas iglesias de la ciudad estábamos felices pensando que llegábamos a un país cristiano donde no había guerra. El shock se produjo cuando entramos en las iglesias para la misa y descubrimos que estaban vacías en contraste con las iglesias de Qaraqosh completamente llenas donde siempre encontrabas los sacerdotes disponibles. Gracias a mis padres hemos mantenido viva nuestra fe”. Sheet siente hoy la necesidad de testimoniar su fe y transformar la sociedad francesa.
Mirando al futuro
“El viaje del Papa ha sido un gran momento para todos nosotros. El mensaje que ha pronunciado ha sido de paz: somos todos hermanos; antes de reconstruir las casas y las ciudades debemos reconstruir los vínculos que nos unen con los otros, reconstruir la confianza. Porque hoy en día en Irak hay problemas entre los chiíes, los suníes y los kurdos, y los cristianos estamos en medio. La reconciliación es el primer paso para reconstruir Irak”, añade Sheet.
Una cierta desconfianza está instalada entre los cristianos de Irak hacia los musulmanes que consideran todavía impregnados de la ideología de Daesh. Se necesitará tiempo y una paz duradera para reconstruir los vínculos dañados entre las comunidades que componen Irak.
Según Soleen, “Daesh ha conseguido quitarnos nuestra casa, nuestra familia, nuestros amigos, pero no ha conseguido robarnos lo esencial: nuestra fe en Cristo. Cuando pienso en Daesh, rezo para que Dios les perdone”. Es difícil escuchar estas palabras. ¡Y sin embargo, para Soleen es muy importante!