Entrevista / El Papa «no es sucesor de su predecesor, sino de Pedro», afirma quien ha sido puente entre los dos últimos
Desde su posición privilegiada como secretario de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia del papa Francisco, Georg Gänswein ofrece en Cómo la Iglesia católica puede restaurar nuestra cultura, un análisis de la crisis de Occidente y cómo la solución pasa por una Iglesia «que vuelve a sí misma».
Transcurrida ya una quinta parte del siglo XXI, ¿qué relato unitario se puede presentar de la Iglesia partiendo de la realidad de sus tres pontificados?
Es comprensible y excusable, aunque inapropiado, tratar de comparar los distintos Papas para crear una especie ranking basado en los méritos de cada uno. Pero debemos convencernos de que los criterios de este ranking no dependen del aplauso o de un denominador común, sino de cómo dan testimonio de Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios, el único salvador del mundo. Cada Pontífice lo hace con sus peculiaridades, con todas las diferencias de carácter, de formación intelectual, de maduración espiritual, de patrimonio vivencial... Pero esta diversidad es precisamente la manifestación de que ningún Papa es sucesor de su predecesor, sino sucesor del apóstol Pedro.
Como «abuelo sabio» con el que mantiene contacto, ¿ha podido beneficiarse el Papa Francisco del conocimiento de Benedicto XVI sobre la Iglesia en Alemania en este momento de crisis? ¿Cómo vive esta situación el Papa emérito?
Los encuentros entre el Papa Francisco y Benedicto XVI, generalmente en el monasterio Mater Ecclesiae, son siempre encuentros extremadamente confidenciales. Los detalles de lo que hablan solo los conocen ellos. Evidentemente, nunca me he permitido la libertad de preguntar a ninguno de los dos acerca del contenido de sus entrevistas. Pero independientemente de esto, es meridianamente claro que la situación de la Iglesia católica en Alemania se caracteriza actualmente por tensiones y confusiones que son fuente de preocupación. Benedicto XVI es consciente de esta situación en su patria. Percibe y reconoce la falta de unidad en no pocos aspectos fundamentales de la fe. Desafortunadamente, falta un enfoque unitario en el episcopado alemán que requiere lo antes posible una aclaración que aleje consecuencias graves tanto para la fe como la Iglesia en Alemania.
Se ha hablado mucho de la imagen distorsionada de Benedicto XVI por parte de medios y de no amigos. Pero leer algunas cosas sobre él sigue pareciendo chocante también para quienes añoran su figura. ¿En qué ámbitos ha podido Benedicto ser malinterpretado también por sus defensores?
Una respuesta más exhaustiva y completa a esta pregunta la tendrá que dar la historia, mucho mejor que cuanto yo pueda decir. De todos es sabido que la figura y la obra de Benedicto XVI han encontrado resistencia, oposición y rechazo en determinados ambientes. Y no tanto por su modo de comunicarse, sino más bien por los contenidos concretos de su enseñanza. Esta es una experiencia desagradable que experimentan todos aquellos que siguen una línea clara y límpida en el anuncio y la defensa de la fe católica. Otra cosa son las imágenes, los estereotipos y los clichés sobre el cardenal Ratzinger desde que era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Dichas distorsiones, después de una tregua en los primeros años de su pontificado, volvieron después con una intención engañosa y deslegitimadora. Pero de todos es conocido que Benedicto XVI nunca se dejó condicionar por esta falsa campaña de publicidad. El consenso generalizado e indeterminado nunca ha sido la norma que ha orientado su trabajo.
Entrevista de María Martínez López
«Hoy el positivismo se ha extendido como una virulenta epidemia. No hay lugar para Dios ni esperanza en la otra vida»: así comienza Georg Gänswein su libro, en el que recoge intervenciones de los últimos años, algunas pronunciadas en ámbitos tan significativos como el Parlamento italiano o el Tribunal Constitucional alemán.
Ante un Estado «que prescribe el laicismo como una cosmovisión supuestamente neutral», los cristianos debemos «resistir la tentación de escondernos en nuestras conchas de caracol a causa del miedo», dice.
En un tiempo en el que Occidente se está despidiendo «de su cosmovisión cristiana original y de la ley natural», Gänswein señala que «la Iglesia debe encontrar el camino de regreso a sí misma», volviendo de nuevo a «decir la verdad acerca de Dios y la salvación eterna, y así mostrar a la gente el camino correcto por el bien de los hombres».
Esto no supone embarcarse en una «huida del mundo», sino recordar «el peligro de una adaptación autosuficiente a sus sugerencias», y en especial «la tentación de conformarse y querer ser como el resto».
«Está acabando una época constantiniana», añade, por lo que hoy los cristianos deben apuntar «radicalmente» al cielo y la eternidad para que a Iglesia «vuelva a brillar y fascine» y sea de nuevo «la sal de la tierra».
«No hay alternativa», concluye Gänswein, pero a pesar de todo «nuestro mundo no es una empresa en bancarrota. Dios nos guía, a menudo misteriosamente, y siempre de la mano de María».
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Fuente: alfayomega.es
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