Una vez más, el papa Francisco ha desmontado, con hechos más que con palabras, una dinámica de odio
«Es arriesgado», «no se dan las condiciones de seguridad», «puede aumentar los contagios de la COVID», «el Gobierno no controla a los radicales»… Eran las advertencias del coro de asesores y analistas sobresobre el reciente viaje del papa Francisco a Iraq. Y tenían razón, si atendemos al líder del Vaticano como un representante político sujeto a una estrategia diplomática. Visto así, solo cabe tacharlo de «imprudente».
Pero lo que muchos analistas veteranos no aciertan a entender es que el papa Francisco no se deja encerrar en esas categorías políticas. Si algo se ha puesto de manifiesto en este viaje del Papa es su carácter religioso. Cuando uno pone por delante de su propia seguridad el bienestar de los otros, la caridad, lleva a una explicación trascendente, sobrenatural. El riesgo que ha asumido el Papa estos días, a sus 84 años, no se explica sin una vida de oración que marca la agenda.
A partir de ahí, ese enfoque religioso tiene unas claras consecuencias políticas. Para empezar, es el primer líder internacional que recorre durante unos días algunas de las ciudades iraquíes desde hace muchos años. Y todo ello sin incidentes, en un clima festivo de la mayoría de los iraquíes.
Como periodista, he visitado Iraq tres veces en los últimos años. Y siempre que he viajado allí he sentido la angustia de todas las imágenes de violencia y terror que había visto en televisión. La realidad, cuando uno está sobre el terreno, es que la mayoría de la gente vive en paz e intenta sacar adelante sus empresas y negocios. Pero eso no es noticia, no llena los telediarios… hasta que viaja el Papa y se ve aclamado por multitudes de cristianos y musulmanes.
El viaje del Papa transmite, por primera vez en muchos años, una imagen del Iraq real, que no estamos acostumbrados a ver, con un extraordinario patrimonio cultural. Muchas personas han descubierto el extraordinario zigurat de Ur en estos días. En mi caso, he tenido la fortuna de visitar las ruinas de la célebre ciudad Babilonia, a orillas del Éufrates, y puedo asegurar que es una joya. Un destino turístico de primer nivel, una vez que el país se estabilice. Y eso es lo que el Papa está ayudando a hacer.
En esta presentación del nuevo Iraq al mundo, el papa Francisco da el primer paso, es un pionero. Es verdad que podía esperar a que la situación estuviera más controlada, a que hubiera más desarrollo y menos pandemia. Pero ahí el cardenal Filloni, que fue nuncio en Iraq durante la Segunda Guerra del Golfo, me comentaba antes del viaje que «si hablamos de riesgos, no nos deberíamos mover». Además, recalcaba que iban a ser los propios iraquíes los principales interesados en que todo saliera bien. Como así ha sido.
"Hoy, a pesar de todo, reafirmamos nuestra
convicción de que la fraternidad es más
fuerte que el fratricidio, la esperanza es
más fuerte que la muerte, la paz es más
fuerte que la guerra"
El papa Francisco insiste a los fieles en la necesidad de «arriesgar», de lanzarse a la aventura, sin miedo al fracaso. Y es precisamente lo que ha hecho en este viaje, también acudiendo a casa de uno de los grandes líderes chiitas, Al Sistani. En este caso, el Papa ha querido recalcar la importancia de la religión para resolver conflictos, en vez de para crearlos. En las reuniones con líderes musulmanes ha insistido en la importancia de construir juntos una sociedad sin violencia.
Para muchos iraquíes, los ataques norteamericanos en la época de los Bush (padre e hijo) fueron injustificados. Y los radicales han aprovechado este hecho para presentarlo como un «ataque de los cristianos». De alguna forma, el ISIS recoge todo ese odio y lo encauza de forma simplista. Por eso, el hecho de que el primer líder que visita el país sea el Papa arruina los discursos fanáticos, los deja sin argumentos.
Una vez más, el Papa ha desmontado, con hechos más que con palabras, una dinámica de odio. Será muy difícil que en el imaginario colectivo de los iraquíes se pueda asociar el cristianismo a los agresores, tal y como algunos se empeñaban en presentar.
Y si este es el cambio de mentalidad que se ha dado entre los musulmanes de Iraq, ¿cuál es la lección para los cristianos de Occidente? A mi juicio son dos elementos básicos. En primer lugar, que la cultura del encuentro funciona, ayuda y transforma más que las bombas. Después, el hecho de que no podemos esperar sentados a que los problemas se resuelvan solos. Es preciso arriesgar y empeñarse, de verdad, por encontrar soluciones.
La situación de los cristianos en Iraq ya es otra. El respeto a la libertad religiosa en el país gana enteros. Y el clima político también es esperanzador. Quizá uno de los grandes frutos de esta visita se resume en estas palabras del Papa: «Iraq está llamado a demostrar a todos, especialmente en Oriente Medio, que las diferencias, en vez de provocar conflictos, deben cooperar en la armonía de la vida civil». El país ha demostrado estos días una vía de salida, una vía de esperanza para todo Oriente Medio.
Antonio Olivié, en eldebatedehoy.es
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