“Tan solo alzo la voz para defender un proyecto educativo que tiene demanda social en Navarra, arraigado en los sistemas público y privado de los países de la OCDE y amparado por el Tribunal Constitucional en numerosas sentencias”
La Ley de Educación (LOMLOE), más conocida como Ley Celaá, ha generado cierta polémica por varias razones. Una de ellas es su discutible concepto de libertad educativa y su escasa comprensión de la educación concertada. No es algo de poca entidad, teniendo en cuenta que son millones las familias que eligen ese tipo de centros.
Más allá de la polémica, la ley no parece responder a ese deseo compartido de que las normas generales que se refieren a la Educación sean fruto de un amplio consenso. Nos jugamos demasiado como para someterla a las tensiones de la polarización política. Este debate reclama serenidad y lucidez.
Entre las medidas de la nueva ley, figura una disposición adicional que deniega el concierto a los colegios de educación diferenciada: aquellos que separan por sexo en determinados cursos académicos. En los últimos días, se han sucedido algunas declaraciones con motivo de su aplicación en Navarra.
Me permito aprovechar el debate abierto para explicar la posición del colegio Irabia – Izaga, en el que han depositado su confianza más de 4.000 familias y 7.000 alumnos desde su creación en 1964, en las barriadas más populares de la Chantrea.
Durante 57 años, esas familias, muchas navarras y también inmigrantes, han participado en un proyecto educativo que les ha ayudado a desarrollarse profesionalmente, rompiendo barreras y diferencias sociales. La mayor parte de ellas no habrían estado en condiciones de afrontar los gastos de un centro privado. Como muchos otros colegios de nuestra Comunidad, aspiramos con nuestro trabajo y con la ayuda de los conciertos a disminuir las desigualdades y ampliar las oportunidades.
La igualdad de oportunidades entre sexos es otro principio irrenunciable en una sociedad democrática. Para llegar a ese objetivo hay muchos caminos. Niños y niñas tienen igual dignidad e iguales derechos, pero pueden tener distintos procesos de maduración y modelos de aprendizaje particulares. En algunos casos, la educación diferenciada es una alternativa adecuada para atender los diferentes ritmos de maduración. La diferenciación permite la personalización y ayuda a alcanzar una igualdad de oportunidades real para todos, mediante una atención individual. De hecho, hay numerosas experiencias de la validez del modelo, especialmente para las alumnas. Tal vez por ello el presidente Barack Obama incluyó esta opción en la red escolar de Estados Unidos, y hoy es una realidad en más de un millar de centros públicos de todo el país.
Algunos consideran que la educación diferenciada segrega a los jóvenes y refuerza los estereotipos de género. Si fuera cierto, las familias y los profesores seríamos los primeros en no querer ese modelo. Es más, el Estado debería no solo impedir el acceso a los fondos públicos, sino que tendría la obligación de cerrar un centro de ese estilo.
En Irabia – Izaga defendemos la igualdad efectiva y el empoderamiento de la mujer. De la misma manera que condenamos el machismo y cualquier forma de violencia de género. La educación diferenciada está basada en la igualdad y en el respeto a las diferencias. Los miles de antiguos alumnos lo atestiguan.
No sostengo que la educación diferenciada sea mejor o peor que ninguna otra. Todas las que respeten la ley, los principios de la convivencia democrática y las expectativas de las familias, son legítimas y merecen el apoyo de la sociedad. Tan solo alzo la voz para defender un proyecto educativo que tiene demanda social en Navarra, arraigado en los sistemas público y privado de los países de la OCDE y amparado por el Tribunal Constitucional en numerosas sentencias.
Pienso que la clave del debate es el respeto a la diversidad y el peligro del abuso de las mayorías. La calidad democrática se mide por el respeto a las opiniones diferentes, la capacidad de dialogar con quieres no piensan de igual manera, el deseo de buscar puntos de encuentro que nos permitan convivir en paz. Entendimiento, más que enfrentamiento. Compatibilidad, más que confrontación.
Y no hablo de utopías. Es algo que viene sucediendo en Navarra desde hace décadas. Aquí conviven la enseñanza pública, la privada y la concertada. Se ofrecen modelos educativos distintos, de acuerdo con las preferencias de las familias. Nadie excluye al otro, nadie ejerce una superioridad moral sobre los demás. Vivimos en una tierra de igualdad y de diversidad.
Desde su nacimiento, miles de familias navarras han demandado al colegio Irabia – Izaga una educación inspirada en el humanismo cristiano y caracterizada por el protagonismo de las familias, la tutoría personal, la calidad académica, la innovación y la importancia de las humanidades. Compartimos los valores de igualdad, justicia, solidaridad, atención a las diferencias y búsqueda del progreso. Estos valores nos llevan a respetar todas las opciones educativas; y a pedir respeto también para la nuestra.
Si los principios inspiradores fueran otros; si las familias no estuvieran satisfechas; si los antiguos alumnos mostraran comportamientos socialmente rechazables. En resumen, si la experiencia no fuera positiva, entendería una revisión radical del modelo. Si todo eso no sucede, sino más bien lo contrario: ¿es lógico limitar la diversidad por diferencias ideológicas?
Mikel Elía. Director del Colegio Irabia - Izaga
Fuente: diariodenavarra.es
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