Mensaje del cardenal Prefecto de la Congregación para el Clero, con ocasión de la inauguración del Año de la fe
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Con motivo del Año de la fe, convocado por el Santo Padre Benedicto XVI para la Iglesia universal, el cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, ha dirigido un Mensaje a todos los presbíteros, que reproducimos a continuación
Queridísimos Hermanos:
El 11 de octubre el Santo Padre Benedicto XVI, con una solemne concelebración, inauguró el Año de la Fe, dedicado con ocasión del Cincuentenario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y del Vigésimo Aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica.
Se trata de dos eventos de extraordinaria importancia, que están íntimamente unidos: el Concilio, en efecto, es interpretado auténticamente por el Catecismo y este último es, realmente, el ‘Catecismo del Concilio’ al que es necesario acudir siempre, para poner en práctica las auténticas reformas que el Espíritu Santo sugirió a la Iglesia y que los Padres conciliares señalaron con autoridad en los Textos de aquella noble reunión.
Los sacerdotes, en toda circunstancia y cualquiera que sea el ministerio que les han confiado los respectivos Ordinarios, deben siempre considerarse “en cura de almas”, y es parte integrante de tal cura animarum, el ejercicio testimonial y doctrinal del Munus docendi.
A cada uno de nosotros, queridos hermanos, se nos ha confiado la correcta hermenéutica de los Textos del Concilio Ecuménico Vaticano II, los cuales, a distancia de cincuenta años, mantienen su carácter profético pneumático y reclaman ser conocidos en la continuidad de la Tradición eclesial y en el anhelo de Reforma del que son eco y horizonte a la vez. El mejor modo, pues, de llevar a la práctica las enseñanzas conciliares es hacer conocer el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento seguro de referencia doctrinal y moral.
La Congregación para el Clero quiere ofrecer mensualmente, en el Año de la Fe, algunas pautas de reflexión para la formación permanente, con el deseo de que, dándole prioridad a la fe y a las consecuencias existenciales del encuentro íntimo, personal y comunitario con el Resucitado, se pueda sostener el perenne redescubrimiento de lo que somos como sacerdotes y el consiguiente valor de nuestras acciones.
Es en el horizonte de la fe donde deben verse todas las acciones sacramentales del Sacerdote, el cual en la Iglesia y en nombre de Cristo Señor nuestro, se actúa la salvación ofrecida a todos los hombres. Sin este horizonte dilatado “hasta el Cielo”, está siempre latente el peligro de un funcionalismo mundanizante, que corre el riesgo de pretender afrontar con medios y criterios meramente humanos, los desafíos de nuestro tiempo.
El verdadero desafío, por el contrario, es el que Cristo Resucitado y su Cuerpo, que es la Iglesia, lanzan al mundo desde hace dos mil años: un desafío de amor, de verdad y de paz, de auténtica realización y de profunda y real humanización del mundo.
Con el deseo de un intenso, apasionado y fecundo Año de la Fe, invoco de corazón, para cada uno, la protección de la Santísima siempre Virgen María, Reina de los Apóstoles y Madre de la Iglesia, y bendigo de corazón a todos y a cada uno.
Cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero