Una tarea tantas veces escondida, pero de un efecto tan grande y capilar del que tantos nos hemos beneficiado
Conocí a Javier Cremades en la vuelta de una peregrinación de universitarios a Roma en 1984. Me impactaron sus palabras sobre el sí a la vocación de Dios y lo que significa esa elección divina. Las decía por la llamada al Opus Dei, pero a mí −que acababa de decir que sí a mi vocación sacerdotal− me sonaba como una roca firme donde asentar la mía. Su voz decisiva pedía una respuesta que no fuera tibia, sino de convicción. Fue una luz para siempre.
No imaginaba que en 1995 sería el director del Ateneo de Teología en la labor de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sucediendo a Rafael Magán. Era el momento de la llegada del arzobispo Rouco con el impulso que dio a la diócesis la creación de la Facultad de Teología San Dámaso. Su presencia suponía una nueva misión.
Es un dato bien significativo que el beato Álvaro del Portillo añadiera la palabra sacerdote a la oración privada que se había preparado para san Josemaría Escrivá. El fundador del Opus Dei fue sacerdote, y quiso serlo también para los sacerdotes, porque comprendía muy bien la llamada a la santidad de un sacerdote secular. Creo que esta luz fue la que iluminó la tarea de Javier para los sacerdotes; conocía la labor que hizo san Josemaría en Madrid en los primeros años de la Obra y organizó una jornada sobre esta.
Significaba para él la atención de esa santidad sacerdotal de la que emerge la revitalización de la Iglesia. Una santidad sin rebajas, de cuerpo entero con lo que supone de entrega en obediencia a la propia misión. En primer lugar, para que ningún sacerdote se sienta solo, sino que reciba apoyo para vivir su ministerio. Después, con la promoción de vocaciones sacerdotales y el cuidado de su formación, el necesario fomento de la fraternidad sacerdotal y la unidad del clero. Una tarea tantas veces escondida, pero de un efecto tan grande y capilar del que tantos nos hemos beneficiado.
Su último nombramiento fue el de rector del santuario de Torreciudad, a los pies de la Virgen, así como el discípulo amado recibió el testamento de Cristo. La cumbre de un camino de servicio como sacerdote de Jesucristo, sacerdote cien por cien.
El sacerdote Javier Cremades, director de los actos centrales de la Jornada Mundial de la Juventud de 2011, falleció el 7 de enero en Madrid tras una enfermedad pulmonar.
Juan Pérez-Soba Sacerdote de Madrid y profesor de la Universidad Eclesiástica San Dámaso