El papa Francisco convoca el «Año Familia Amoris Laetitia» para profundizar sobre la necesidad de reforzar la institución familiar en un entorno en el que descienden los matrimonios y aumentan las rupturas, lo que lleva a una mayor fragilidad y pobreza
El personal sanitario, los empleados de supermercado, desde las cajeras hasta los reponedores, o los transportistas son perfiles que se han visto reforzados en plena pandemia. Junto a ellos, la familia, como institución que no deja abandonado a nadie, también ha reforzado su valoración, rompiendo la tendencia destructiva de la mayoría de los países occidentales. Una institución que también ha sido esencial como «Iglesia doméstica» cuando las parroquias han debido cerrar por la pandemia. Es algo que el papa Francisco ha apreciado y que quiere aprovechar con la convocatoria de un año dedicado a la familia.
El próximo 19 de marzo de 2021 dará comienzo este «Año Familia Amoris Laetitia», que coincide con el quinto aniversario de la exhortación apostólica que lleva ese título. La propuesta quiere profundizar sobre la necesidad de reforzar la institución familiar en un entorno en el que descienden los matrimonios y aumentan las rupturas, lo que lleva a una mayor fragilidad y pobreza.
Junto a propuestas académicas y de comunicación, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida presenta una serie de sugerencias concretas que pueden ser útiles para diócesis e instituciones religiosas. Como plan de choque frente a separaciones y divorcios, se insiste en la necesidad de «reforzar la pastoral de preparación al matrimonio con nuevos itinerarios catecumenales».
Se trata de fomentar el «acompañamiento» de las parejas jóvenes, aprender de las experiencias ajenas y contar con las herramientas para superar los obstáculos más comunes en la vida matrimonial. Momentos de convivencia práctica y de «espiritualidad y oración dedicados a ellos para adquirir conciencia del don y la gracia del sacramento».
A partir del refuerzo de la vida de pareja, también se recomienda «organizar encuentros para los padres sobre la educación de sus hijos y sobre los desafíos más actuales». Y es que contenidos como la pornografía o la violencia online se difunden más fácilmente entre los menos preparados para afrontarlos. Muchos padres, que no han tenido la experiencia de disfrutar de un smartphone con 10 o 12 años, no son conscientes del riesgo que asumen sus hijos, ni saben cómo controlarlo.
En todas estas iniciativas de refuerzo de la institución familiar es preciso involucrar a los matrimonios. El Vaticano es consciente de que no basta la estructura jerárquica para impartir formación. De hecho, en este Año de la Familia se propone «involucrar a los matrimonios en las estructuras diocesanas y parroquiales para potenciar la pastoral familiar». No solo para que sean agentes de pastoral, sino para que asesoren a seminaristas y sacerdotes sobre la realidad de la familia.
Para poder contar con matrimonios responsables en el futuro es preciso partir de la pastoral juvenil. Y es ahí donde el Dicasterio para la Familia anima a poner todo el empeño para «despertar el entusiasmo y mejorar la capacidad de los jóvenes para comprometerse plenamente con los grandes ideales y los desafíos que estos implican».
La iniciativa en esta pastoral juvenil debe enfocarse con valentía para abordar cuestiones como «la castidad, la apertura a la vida, el uso de los medios de comunicación social, la pobreza o el respeto por la creación», entre otros.
Este nuevo Año de la Familia no debe dejar fuera a las «familias heridas». Para ellas se propone «lanzar iniciativas de acompañamiento y discernimiento», que las ayuden a «descubrir y poner en práctica la misión que tienen en su familia y su comunidad».
Como colofón de este año, en junio de 2022 dará comienzo el X Encuentro Mundial de las Familias, que en esta ocasión tendrá lugar en Roma, bajo el título: El amor familiar: Vocación y camino de santidad. Los últimos encuentros tuvieron lugar en Dublín (Irlanda), en 2018, y en Filadelfia (EE.UU.), en el año 2015. Se trata de un foro promovido por Juan Pablo II en 1994 y que sus sucesores han considerado importante mantener y reforzar.