Es una expresión que borraría de los catecismos y libros de espiritualidad, porque es manifiestamente empobrecedora
Los católicos, cuando vamos a la iglesia los domingos, o cualquier otro día de fiesta o no fiesta, no vamos a oír: vamos esencialmente a participar, porque tenemos alma sacerdotal. Vamos a unirnos a la cruz de Cristo, con afán redentor, y vamos a recibir el cuerpo de Cristo.
Oímos la liturgia de la palabra, pero solo oír sería una pobreza notoria, aunque hay que reconocer que es lo que hay. Se oye y luego, con más o menos oficio, el celebrante nos explica la Palabra de Dios. Pero esa Palabra, esa predicación, nos debe llevar a una comprensión de lo que hacemos a continuación, que es participar, con alma sacerdotal (cfr. CEC 1121) en el sacrificio de Jesucristo.
Es un poco triste que haya que estar recordando que es obligatorio ir a misa los domingos. Es desalentador que haya que insistir en que hay días de precepto en los que es obligatorio participar en la Santa Misa. El buen cristiano, comprometido, va a misa todos los días, por lo tanto, nadie tiene que explicarle si es obligatorio tal día o tal otro. Pero tenemos todavía un porcentaje importante de cristianos que lo son por los pelos. Cristianos de cumplimiento. Algo es algo, porque otros han dejado de cumplir.
Pero no podemos olvidar que, si algunos han dejado de cumplir, de practicar, es porque han pasado por la fase de cristianos de cumplimiento, sin profundizar, sin que nadie les haya explicado con detenimiento y con reiteración lo que es la Santa Misa, lo que significa participar en el sacrificio eucarístico, etc. Si han ido a misa por obligación y se han encontrado con que más de la mitad del tiempo que ha estado en la iglesia ha consistido en escuchar una homilía muy poco atrayente, lo que ocurre es que, ante la más mínima excusa, no va ni el domingo.
En estos días pasados, de fiestas navideñas, nos damos cuenta de este desorden de cumplimientos. Cuando lo que vale es, únicamente, si es obligatorio o no ir a misa el día de Navidad, por ejemplo, quiere decir que ese cristiano entiende muy poco y la Navidad ha dejado de ser una fiesta cristiana por excelencia, para ser un tiempo reuniones familiares y de regalos.
Recientemente he leído una novela muy interesante, Los días luminosos, de Zsuzsa Bánk, con una historia inusual, cuajada de personajes vivos y originales, en donde la protagonista principal, que vive en una cabaña a las afueras de una ciudad alemana pequeña, con su hija, pendientes de su marido que pasa meses fuera por el trabajo, se las arregla como puede para sobrevivir. Esa mujer no deja la misa del domingo. Se deja caer a lo largo de la historia, larga, en varios momentos, sin ningún matiz aleccionador, su empeño por no dejar su misa.
En el mundo literario que nos rodea, tan agnóstico, tan vacío de valores, me ha alegrado leer una historia en la que pasa de todo, pero al menos hay una protagonista que valora la misa, que reza a la Virgen, todo con la mayor naturalidad.
Creo que hay una cultura de lo Sagrado, de la liturgia, sobre todo, de la celebración eucarística, que hay que potenciar, porque es inútil dar por supuesto que la gente sabe.