«La mirada sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad, nos impulsa a mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y comunitario, que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a reconocer la fuerza de Dios que, en la fe, viene al encuentro de la debilidad humana. Por tanto, no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de conversión»
Benedicto XVI proclamó en la mañana del 7 de octubre en la Plaza de San Pedro doctores de la Iglesia a san Juan de Ávila y santa Hildegarda de Bingen y presidió la Eucaristía en el curso de la cual inauguró la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos cuyo tema es “La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.
«La evangelización, en todo tiempo y lugar —dijo el Santo Padre en su homilía— tiene siempre como punto central y último a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamada a la conversión y a la reconciliación».
«La Iglesia —subrayó— existe para evangelizar. Fieles al mandato del Señor Jesucristo, sus discípulos fueron por el mundo entero para anunciar la Buena Noticia, fundando por todas partes las comunidades cristianas. Con el tiempo, estas han llegado a ser Iglesias bien organizadas con numerosos fieles (...) También en nuestro tiempo el Espíritu Santo ha suscitado en la Iglesia un nuevo impulso para anunciar la Buena Noticia, un dinamismo espiritual y pastoral que ha encontrado su expresión más universal y su impulso más autorizado en el Concilio Ecuménico Vaticano II. Este renovado dinamismo de evangelización produce un influjo beneficioso sobre las dos 'ramas' específicas que se desarrollan a partir de ella, es decir, por una parte, la ‘missio ad gentes’, esto es el anuncio del Evangelio a aquellos que aún no conocen a Jesucristo y su mensaje de salvación; y, por otra parte, la nueva evangelización, orientada principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia, y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana».
«La Asamblea sinodal que hoy se abre está dedicada a esta nueva evangelización, para favorecer en estas personas un nuevo encuentro con el Señor, el único que llena de significado profundo y de paz la existencia; para favorecer el redescubrimiento de la fe, fuente de gracia que trae alegría y esperanza a la vida personal, familiar y social».
El Concilio Vaticano II impulsó la llamada universal a la santidad
El Papa recordó que «una de las ideas clave del renovado impulso que el Concilio Vaticano II ha dado a la evangelización es la de la llamada universal a la santidad, que como tal concierne a todos los cristianos Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus expresiones (...) La santidad no conoce barreras culturales, sociales, políticas, religiosas. Su lenguaje —el del amor y la verdad— es comprensible a todos los hombres de buena voluntad y los acerca a Jesucristo, fuente inagotable de vida nueva».
«La mirada sobre el ideal de la vida cristiana, expresado en la llamada a la santidad, nos impulsa a mirar con humildad la fragilidad de tantos cristianos, más aun, su pecado, personal y comunitario, que representa un gran obstáculo para la evangelización, y a reconocer la fuerza de Dios que, en la fe, viene al encuentro de la debilidad humana. Por tanto, no se puede hablar de la nueva evangelización sin una disposición sincera de conversión».
«La tibieza desacredita al cristianismo»
Este es el mensaje que Benedicto XVI ha transmitido a los 262 obispos que durante los próximos días reflexionarán sobre la nueva evangelización. Ofrecemos una selección de frases del Santo Padre:
«El cristianismo no debe ser tibio, este es el mayor peligro del cristianismo de hoy: la tibieza desacredita al cristianismo».
«El fuego es luz, calor, fuerza de transformación: la cultura humana comienza cuando el hombre ha descubierto el poder de crear el fuego, que destruye, pero sobre todo transforma, renueva y crea una novedad, la del hombre que se vuelve luz en Dios».
«Solo con la iniciativa de Dios podía nacer la Iglesia, y hoy también el inicio debe provenir de Dios».
«No podemos hacer nosotros la Iglesia, sino solo conocer lo que hizo Él, porque la Iglesia no comienza con nuestras acciones: Dios fue el primero que actuó».
Benedicto XVI concluyó encomendando a Dios «los trabajos de la Asamblea sinodal con el sentimiento vivo de la comunión de los santos, invocando la particular intercesión de los grandes evangelizadores, entre los cuales queremos contar con gran afecto al beato Juan Pablo II, cuyo largo pontificado ha sido también ejemplo de nueva evangelización».
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Verdad y libertad |
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El marco moral y el sentido del amor humano |
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