María Calvo, experta en educación diferenciada, afirma que «los chicos tienen un fracaso escolar salvaje y problemas de déficit de atención e hiperactividad»
«Pero la Ley Celaá solo contempla medidas especiales para las alumnas. Parece que los varones se las tienen que apañar solos».
María Calvo Charro es la principal representante en España de un modelo educativo, la educación diferenciada, que no ha dejado de crecer en implantación y en aceptación, pero que despierta un importante rechazo entre la izquierda social y política y que se enfrenta ahora a una ley educativa, la Ley Celaá, que pretende excluirlo de los conciertos, lo que dificultaría su supervivencia económica.
Desmarcándose de los discursos que confunden la igualdad de derechos con la igualdad de realidades, Calvo Charro proclama que existen significativas diferencias de partida entre hombres y mujeres, condicionadas por la biología y acreditadas por la ciencia, que no pueden ignorarse, so pena de generar agravios e injusticias.
Pero es que, además, esas diferencias, que el feminismo institucionalizado parece querer borrar, explican por qué educar a los niños con los niños y las niñas con las niñas permite obtener mejores resultados académicos. Y, frente a la tentación de caer en la guerra o competencia entre sexos, hacia la que caminamos con paso firme, y que puede producir efectos perversos en el futuro, por la marginación de los varones en una sociedad cada vez más feminizada, Calvo Charro proclama que la alteridad sexual no es un lastre, sino un valor, y apuesta por el camino de la complementariedad entre los sexos.
Estas y otras preocupaciones se han manifestado en una relevante producción editorial que incluye libros como Alteridad sexual. Razones frente a la ideología de género, Hombres y mujeres. Cerebro y educación, Iguales y diferentes, o Los niños con los niños, las niñas con las niñas. Todos ellos tratan el derecho a una educación diferenciada. Con otros como La masculinidad robada o Padres destronados fue pionera en nuestro país en abordar los graves riesgos que entraña la decisión de encerrar en un armario tanto la masculinidad como la figura paterna. Una línea de reflexión que pocos se han atrevido a transitar después.
De todas estas cuestiones y algunas otras habla María Calvo Charro en esta entrevista, con la claridad y valentía que la caracterizan.
¿Es la Ley Celaá una sentencia de muerte para la educación diferenciada?
Creo que no, sinceramente. Las comunidades autónomas tienen cierta autonomía en materia educativa y algunas de ellas se están blindando para proteger esta opción. En cualquier caso, siempre nos quedará el reducto de la educación privada. Pero lo cierto es que no se está respetando la libertad de elección de los padres, especialmente en el caso de familias con pocos recursos. Ahora solo pueden elegir entre colegio mixto o colegio mixto.
Pero no creo que suponga una sentencia de muerte, porque es un modelo que está siendo muy demandado. En los últimos años, en Madrid se ha quintuplicado el número de colegios diferenciados concertados. Borrarlos de la faz de la tierra sería un error y una estupidez, porque está dando muy buenos resultados.
Deme una muestra
Por ejemplo, se nos llena la boca con la igualdad, y con el afán de que las niñas se interesen más por las carreras STEM (ciencias, tecnología, matemáticas e ingeniería) y está demostrado que las niñas que estudian en colegios diferenciados acceden hasta tres veces más a carreras técnicas. Lejos de servir para abrir una grieta de desigualdad entre los sexos, la educación diferenciada suaviza la grieta que causa la educación mixta, que ha fracasado en su objetivo de impulsar la igualdad de oportunidades.
¿En qué consiste la educación diferenciada?
No hay un modelo único. Hay muchas variedades. En Francia, en los colegios mixtos dan a las niñas la opción de clases diferenciadas de matemáticas, con unos resultados estupendos. En España, los modelos diferenciados antiguos, privados, lo son totalmente: por un lado, chicos y, por otro, chicas. Sin problema y sin traumas. Los colegios que se han ido implantando en la última década son diferenciados, pero con actividades mixtas, y todos, niños y niñas, en un mismo edificio. Este es el modelo que ha crecido más últimamente. Hay que aclarar que educación diferenciada no es vida diferenciada. Ahora mismo, la educación mixta es una educación ciega sexualmente, que ignora radicalmente las especificidades masculinas y femeninas. Esto conduce a frustración, desencanto y trato injusto. El rendimiento académico es superior, y los datos de selectividad están ahí para acreditarlo. Son tan claros que ni sus detractores los niegan. Su argumento es que los alumnos necesitan socializarse con el sexo opuesto.
¿Y usted no está de acuerdo?
Creo que hubo un momento histórico en el que fue necesaria la educación mixta, porque la sociedad tenía muchos tabúes y era una sociedad separada sexualmente hablando, pero, hoy por hoy, no le veo sentido. Hoy que la socialización mixta está normalizada en todos los ámbitos, al contrario, son necesarios espacios propios para que hombres y mujeres puedan centrarse en su desarrollo específico. Chicos y chicas no tienen ningún problema en tratar con el sexo opuesto y no se van a traumatizar por estar unas horas separados en pleno siglo XXI. Al contrario, para ellos es muy liberador.
¿Son las chicas las más perjudicadas por la educación mixta?
Lo que nos muestran los datos es que son los chicos los que se están quedando atrás. A las chicas no les está yendo del todo mal, salvo en ciencias, pero ellos tienen un fracaso escolar salvaje, así como problemas de déficit de atención y de hiperactividad. Está accediendo a la universidad tan solo un 40% de hombres; esto a largo plazo puede ser una crisis muy grave. Pero ninguno de estos problemas aparece en la Ley Celaá, que solo contempla algunas medidas especiales dirigidas a las alumnas. Parece que si eres chico te tienes que apañar solo.
¿Hay alguna explicación para esto?
Creo que tiene que ver con que a los niños no se les trata como niños, sino como niñas defectuosas. Ellos tienen mucha más necesidad de actividad física que las niñas, por la testosterona, y se pretende que estén igual de quietos que una niña, que no tiene esas necesidades. Como consecuencia de esto, tres de cada cuatro expedientes disciplinarios son de chicos. Y el 80% de las hiperactividades son diagnosticadas a chicos, cuando el 70% de ellas son probablemente falsas. Hay que tener en cuenta que la inmensa mayoría del profesorado son mujeres -en infantil y primaria más del 85%- con una terrible incomprensión hacia las actitudes masculinas. No se acepta que tienen una forma de relacionarse más física y en cuanto hay algún encontronazo con las chicas se les tacha de violentos o machistas. No podemos estar patologizándolos constantemente. Estamos generando mucha frustración. Por todo esto, especialmente para los varones es muy interesante la educación diferenciada.
¿La Ley Celaá es compatible con los últimos pronunciamientos del Tribunal Constitucional, que rechazaban que la educación no mixta fuera discriminatoria?
La Ley Celaá va absolutamente en contra de la última jurisprudencia del Supremo y del Constitucional. En el caso del Constitucional es que sus sentencias dejan claro que esta educación no discrimina, que es conforme a los acuerdos internacionales y que es legítima, válida y legal. Sin embargo, la Ley Celaá actúa como si el Constitucional no se hubiera pronunciado al respecto. Sorprende.
Pablo Iglesias ya ha dejado claro de qué va esto: «Se terminó la segregación por sexos en las escuelas financiadas con fondos públicos. El bloque de Colón crispará e insultará, pero no nos devolverán al pasado. Avanzamos», ha escrito en un tuit.
Esto sí que me parece retrógrado e inmovilista. Estamos viviendo en el pasado con la educación mixta en España. En Islandia están dando premios de innovación pedagógica a los colegios diferenciados, porque se dan cuenta de que son un instrumento útil para fomentar la igualdad; en Estados Unidos están creciendo sin parar; en Australia están superfomentados porque son la novedad absoluta; en Corea del Sur lo mismo… Somos unos atrasados. Llevamos más de medio siglo con la educación mixta que, por cierto, comenzó con Franco. Ahora mismo lo que es del pasado es este modelo anticuado, tal y como se aplica en España. Eso es lo que está obsoleto. Las declaraciones de Iglesias demuestran su ceguera y dogmatismo. Me da vergüenza que haya un político que pueda creer en esta idea de la igualdad a martillazos, que nos perjudica a todos.
¿Debemos entender la lucha contra la diferenciada como una pieza más de las políticas derivadas de la ideología de género?
Sí, es evidente. La ideología de género defiende que no hay diferencias entre hombres y mujeres más allá de lo evidente, y que todo lo demás es cultural. De modo que, desde esa perspectiva, lo lógico es mezclarlos a todos y proporcionarles el mismo tipo de educación, porque son neutros sexualmente.
¿Asistimos a un proceso paulatino de borrado de la diferencia sexual, de la alteridad sexual?
Eso es lo que pretenden, pero lo único que van a producir es frustración, desencanto y conflictos entre sexos. Hay unas diferencias biológicas que hay que conocer. Algunas para erradicarlas, otras para encauzarlas, y otras para incentivarlas. Si no entendemos que los niños adquieren con retraso sus habilidades verbales -están, de hecho, treinta puntos por debajo de las niñas en comprensión lectora-, se va a generar una injusticia que no vamos a saber atender. Igual que si no reconocemos que las niñas tienen más dificultades con las matemáticas, y que pueden necesitar un apoyo adicional. Esto no significa defender que haya ningún determinismo biológico. Esa idea debe ser desterrada. Todos podemos hacer de todo. Pero malamente podremos educar bien, e impulsar la igualdad de oportunidades, si ignoramos los condicionantes de la biología. En estos momentos tenemos unos problemas de violencia en los chicos muy importantes, porque se ha ignorado que tienen una agresividad que debe ser encauzada. En el caso de las niñas, tienen la autoestima más baja, y eso tiene también que ver con las hormonas. Pues habrá que fomentarles la autoestima. Ignorar la biología nos lleva a una desigualdad absoluta.
Una de las canciones infantiles que se cantan en las guarderías proclama: «No hay masculino ni femenino». ¿Qué le sugiere?
Pobrecitos. Es una pérdida de identidad en relación con ellos mismos. Es que nos complementamos. Ignorar las diferencias produce injusticias en los niños y las niñas, pero lo peor es que luego, en la vida adulta, lleva a que sea imposible una relación de pareja. Luego nos extrañamos de que los jóvenes no se comprometan, de que los matrimonios se rompan… Es imposible comprender al sexo opuesto si lo consideras idéntico a ti. Eso solo conduce a la frustración y al conflicto. Somos distintos y complementarios. Lo que tenemos que buscar es equilibrarnos. Somos iguales en derechos, en deberes, en dignidad, en humanidad, podemos alcanzar los mismos objetivos… pero llegamos a ellos por caminos muy diferentes.
Esa idea de la complementariedad de los sexos partiendo de sus diferencias ha sido una constante de la civilización desde sus comienzos. Es la idea del ying y el yang. ¿Cómo es posible que las sociedades occidentales estemos renunciando a esto?
Es que se ha establecido el ideal de la igualdad por encima del de la libertad. Hay una tendencia a pensar que la máxima justicia es la igualdad radical y no es así; la máxima justicia es reconocer las diferencias. Proclamamos el valor de la diversidad y de lo distinto, pero en la práctica tendemos a un mundo igualitarista, a una uniformización del ser humano.
La premio Princesa de Asturias Mary Beard ha dicho que el problema no son los hombres, sino la masculinidad.
Al hombre ahora mismo se le admite siempre y cuando sea una especie de mujer defectuosa. Desde la revolución del 68, se les ha exigido que sean blanditos, que sean varones suaves. Esto tiene una parte positiva, que es el desarrollo de su inteligencia emocional, pero muchos de estos hombres no son felices porque no son ellos mismos. A nosotras también nos pasó que asumimos patrones masculinos y renunciamos a nuestra feminidad. Pero eso es el pasado. Seguimos chupando de la teta de Mayo del 68.
Sabemos que no todas las formas de expresar la masculinidad son acertadas o convenientes, pero la generalización de la expresión ‘masculinidad tóxica’ no está siendo de mucha ayuda.
¿Qué es la masculinidad tóxica? También la feminidad puede ser tóxica. Habrá personas tóxicas al margen de su sexo. Hablar de masculinidad tóxica es meter a todos los hombres en el mismo saco y hacerles cargar con los errores del pasado, que los hubo, como la falta de inteligencia emocional o el exceso de agresividad. Pero hay ciertos valores de la masculinidad que se están echando a perder y nos están desequilibrando como civilización. Por ejemplo, uno de los papeles tradicionales de los varones era la imposición de límites, el ejercicio de la autoridad en la familia, poner al hijo en su lugar, la imposición de la ley simbólica de la familia… Eso le ha correspondido en general más a los hombres, porque las mujeres tendemos más a la afectividad; nos cuesta más. Esa falta de límites se está viendo en las nuevas generaciones, que no admiten un ‘no’ de un policía o de un profesor porque no han tenido un ‘no’ de su padre en casa. Proclamar que la masculinidad es negativa va a hacer que toda una generación de muchachos crezca muy frustrada, y con neurosis. Vamos a dar lugar a patologías psíquicas, porque son chicos que no saben cuál es su lugar en el mundo. Bien encauzada, esa agresividad masculina puede ser riquísima y dar pie a una creatividad maravillosa. Pero cuando se la niega solo se echa más leña al fuego que se quiere eliminar.
Otra de las necesidades reales es enseñar a los varones a gestionar su frustración, pero parece que el discurso oficial se limita a decirles que no deberían tenerla.
El autocontrol para los chicos es fundamental. También para las chicas, pero mucho más para ellos, porque en el cerebro masculino la zona del autocontrol no se desarrolla del todo hasta los 25 años. En el caso de las niñas, sin embargo, en cuanto llegan a la pubertad toman conciencia de su potencialidad de ser madres y comienza su proceso de maduración. Pero la gestión del autocontrol de los chicos es complicada y debe hacerse mediante la imposición de límites, o incluso castigos, y ese es un papel fundamentalmente masculino. Mayoritariamente han sido los varones los que han asumido la tarea, desagradable, de poner límites a los niños. Pero hoy apenas tenemos profesores en los colegios. Nos enfrentamos a unas generaciones de chicos que están creciendo en un mundo feminizado que no está sabiendo enseñarles correctamente ese autocontrol. Y cuando un chico no sabe gestionar su frustración eso deriva en violencia. Vamos a tener un problema muy grave en las generaciones venideras.
Si el problema es el patriarcado, ¿qué futuro le espera al padre?
El padre está en vías de exterminio absoluto. En el real decreto ley de 2019 que regula el permiso de paternidad no aparece la palabra padre ni una vez; aparece la palabra progenitor distinto de la madre biológica. Hoy, con la reproducción asistida y otros procedimientos de concepción, como la inseminación artificial, los varones son perfectamente prescindibles desde el punto de vista físico. Pero es que también están siendo eliminados simbólicamente. Todos esos valores sanos y positivos que iban unidos a la figura paterna se han disuelto y evaporado. Pero es que, además, si eliminas al padre, dejas a la madre sola, lo que supone cargarla con una doble tarea que es insoportable.
Al principio del todo, había que vigilar los juguetes y sus estereotipos. Ahora ya hemos llegado hasta el sexismo de las señales de tráfico. ¿Esto no tiene fin?
Estamos viviendo un momento paradójico y absurdo. La situación se está radicalizando hasta extremos insospechados, de modo que llegará un momento en el que, por esa misma radicalización, volveremos a situaciones más racionales y lógicas. ¡Me resulta tan kafkiano lo que está pasando! Es antinatural. Es una imposición ideológica, una obra de ingeniería social para la eliminación de las diferencias naturales sexuales. Esto me recuerda más al nazismo y al estalinismo que a otra cosa.
El ataque a los juguetes sexistas ha logrado desvincular a muchas niñas de cualquier proyecto de maternidad, en nombre de su emancipación.
Todas las mujeres desde que nacemos tenemos una huella psicológica materna imborrable. Si tú a una niña le das un coche en vez de una muñeca, esa niña termina echándole colonia al coche, poniéndole nombre y acostándolo y tapándolo. Yo esto lo he vivido en primera persona en casa de unos amigos que a su hija no le regalaban muñecas para no condicionarla. Por mucho que nos empeñemos en ir contra la biología, acaba apareciendo. El problema es que esto genera frustración en estas niñas que no pueden desarrollar su tendencia natural con libertad.
Dos sociólogos norteamericanos publicaron hace unos años un ensayo que titularon La epidemia del narcisismo. ¿Es esta una de las claves del problema? ¿Somos cada vez más egocéntricos?
Los padres y las madres no están ejerciendo el papel que deben ejercer. Son aquellos a los que Savater se refería como ‘envejecidos niños díscolos’. Son padres que tienen miedo a envejecer, a ejercer la autoridad, tienen miedo a negarles nada a los hijos para no caerles mal. Estos padres buscan el beneplácito de los hijos y lo que reciben es su desprecio, porque los hijos saben bien cuál debe ser su papel. Acaban cayendo en el ridículo.
Usted afirma que primero fue la muerte del padre, en Mayo del 68, luego ha llegado la muerte de la madre y ahora estamos en la muerte del hijo. Explíquese.
De la muerte del padre ya hemos hablado. Me refiero a la muerte de la madre porque la mujer, desde Mayo del 68 hasta ahora, se mueve en un ámbito principalmente autorreferencial; se ha emancipado, sí, pero está sometida a nuevas y perversas esclavitudes. Ahora mismo hay muchas mujeres que renuncian a la maternidad en pro de un desarrollo personal y profesional exacerbado, y llegan a la madurez y se encuentran con que no han podido tener hijos y eso las frustra. A veces intentan llenar ese vacío a toda costa con embarazos de alto riesgo a edades inadecuadas. Massimo Recalcati denomina este fenómeno el ‘síndrome de Medea’. Son mujeres que han decidido matar esa parte materna y el resultado es que son muy desequilibradas.
La nuestra es una sociedad que cada vez apuesta menos por generar vida; los nacimientos no dejan de disminuir. Y buena parte de la cultura dominante incentiva esa renuncia, e invita a volverse a esa autorreferencialidad que usted mencionaba y a eludir el sacrificio. ¿Es la nuestra una cultura de la esterilidad?
Totalmente de acuerdo. Pero lo que subyace, lo terrible, es que el ser humano está perdiendo la capacidad de amar. Y entiendo por amar tener el prejuicio psicológico de pensar en los demás antes que en uno mismo como hábito de vida. Un prejuicio que sí han tenido nuestras madres y nuestras abuelas. Ese sacrificio que conlleva tener un hijo suponía antes una serie de renuncias que se hacían con naturalidad por amor. Esto ahora lógicamente debe hacerse desde la perspectiva de la igualdad entre los sexos, compartiendo tareas, pero debe hacerse igualmente por amor, no por obligación o competición. Hoy nos queremos mucho a nosotros mismos, pero nos hemos desacostumbrado a amar a los demás. El ser humano necesita volver a aprender a entregarse a los que lo rodean. En realidad, la maternidad y la paternidad consistían en eso.
Esa idea de amor como darse, y también consumirse, asusta a nuestros contemporáneos…
Pero ese miedo nace de ignorar los efectos reales del amor. Lo explica muy bien el libro El amor líquido de Bauman, que diferencia el deseo del amor. El amor es centrífugo, es muy enriquecedor y te libera muchísimo. El deseo tiene más que ver con el capricho, es centrípeto y es muy destructivo. Estamos muy equivocados. Creemos que es el cumplimiento de nuestros deseos el que nos va a desarrollar personalmente, pero, muy al contrario, nos lleva a la autodestrucción. El amor, que parece que te va a consumir, en realidad te expande, te libera, te hace crecer.
La gran paradoja hoy es que nuestra cultura reivindica «lo natural» en todos los ámbitos (comida, medio ambiente…) salvo en el antropológico. Aquí lo que se ensalza es justamente lo contrario, el derecho a violentar creativamente lo biológico.
Por eso yo reclamo una ecología del hombre, una ecología del ser humano. Vamos a defender la especie humana en todos los sentidos, en el ámbito físico, espiritual, en todas las facetas. Defender la propia naturaleza de nuestra especie, que estamos acabando con ella de múltiples formas, desde el aborto, al fomento de la transexualidad, o la indeterminación sexual, la tecnología genética usada para la selección de embriones…
Hay en nuestra cultura una convicción según la cual borrar los criterios, las jerarquías, las categorías, genera libertad. Y esto tiene su máxima expresión en la teoría ‘queer’, que apela a una creatividad sin límites a la hora de construir y deconstruir la propia identidad sexual, al margen de la biología. Pero esto ¿no deja al individuo sin anclajes y perdido en el vacío?
Es que esa es la tendencia ahora. Lo que tenemos es una crisis de civilización grave. Hemos decidido dar rienda suelta a los deseos y los sentimientos y así, hoy, mi deseo es la ley. Los derechos humanos, que inicialmente eran derechos comunes de toda la especie, ahora se han convertido en derechos de cada individuo, unos derechos particulares que se han globalizado. Estamos dando rienda suelta a lo más irracional: estamos involucionando hacia lo bárbaro, renunciando a las bases racionales de la civilización con las que templábamos los sentimientos y las pasiones. Ya no es más ‘atrévete a pensar’ o ‘pienso, luego existo’. Ahora es ‘atrévete a sentir’ y ‘siento, luego existo’.
Freud decía que la civilización comenzaba con el control de los impulsos y, sin embargo, ahora mismo estamos dando rienda suelta a todo tipo de impulsos y a todo tipo de sentimientos.
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