Sorprende la mezcla de credulidad y malicia con que se difunden noticias sobre el Evangelio y la vida de Jesús sin fundamento científico
ReligionConfidencial.com
La analogía de la fe, como criterio básico de interpretación de la Escritura, exige armonizar los datos, no apuntar y destacar elementos aislados
Sorprende la mezcla de credulidad y malicia con que se difunden noticias sobre el Evangelio y la vida de Jesús sin fundamento científico.
Contrasta su extensión con la indiferencia de los expertos, sobre todo cuando, como en el caso más reciente, la propia investigadora de la Facultad de Teología de Harvard reconoce la falta de consistencia del papiro en cuestión, que parece pertenecer a algún apócrifo gnóstico.
Para la profesora Haren King, la frase en copto del fragmento —«Jesús les dijo, mi esposa...»— mostraría que algunos de los primeros cristianos creían que el Mesías había estado casado, pero no hay ninguna prueba histórica que sostenga esa afirmación. Lo peculiar del caso es que el documento no procede de excavaciones o hallazgos arqueológicos fundados, sino de un coleccionista anónimo.
Como señala a La Croix, 20-9-2012, el P. Olivier-Thomas Venard, profesor de la Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén, «la autenticidad del manuscrito plantea aún muchas cuestiones. Sobre todo, no se conoce su proveniencia, lo que hace difícil toda interpretación histórica». Este dominico, que considera amiga suya a Karen King, subraya también su postura de "teóloga feminista": «esta posición la empuja a hacer una 'lectura contextual' de los textos antiguos». En síntesis, se trataría de «deconstruir el relato tradicional de los orígenes cristianos» y de «recomponer una visión más 'pluralista', que dé más espacio a las mujeres».
Giorgio Paximadi, profesor ordinario de exégesis en la Facultad de Teología de Lugano, explica al semanario italiano Tempi que «no hay nada sorprendente en el descubrimiento de la profesora King, como afirma la propia estudiosa». Probablemente se trata de un testimonio de las sectas gnósticas del siglo II, que sobrevivirían en Egipto hasta el siglo IV. «Seguramente se encontrarán fragmentos semejantes en el futuro, y uniéndolos se podría escribir un relato fantástico».
Por su parte, Alberto Cozzi decano del Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Milán, explica que, cuando aparecen nuevos documentos, es preciso plantearse preguntas de fondo: «¿qué proporcionan estos hallazgos sobre la figura de Jesús? ¿Revelan un auténtico Jesús, o una interpretación?» Además, hay que tener en cuenta los demás textos. Menciona en particular dos pasajes del Nuevo Testamento. El primero, Mateo 19, 12: «hay eunucos que así nacieron del seno de su madre; también hay eunucos que así han quedado por obra de los hombres; y los hay que se han hecho tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender, que entienda». El segundo, de la primera carta de san Pablo a los Corintios 7, 1-8. El último versículo dice: «Pero digo a los no casados y a las viudas: más les vale permanecer como yo».
La analogía de la fe, como criterio básico de interpretación de la Escritura, exige armonizar los datos, no apuntar y destacar elementos aislados. Así se desdibuja toda identidad narrativa, como sucede desde antiguo con la parcialidad de los textos gnósticos. A veces, se olvida también que esos documentos presentan con frecuencia a Jesús como "el esposo de la Sabiduría". En definitiva, la autenticidad de su vida está en los evangelios canónicos.
Por otra parte, Alberto Cozzi recuerda que muchos de los primeros cristianos eran «carismáticos itinerantes que iban de dos en dos, con su bordón, sus sandalias y su vida de castidad». Y se pregunta: «¿Es posible que los discípulos fueran solteros y el maestro al que seguían no?» Además, la realidad de las sectas gnósticas era muy diversa: desde las que exaltaban la castidad y despreciaban el sexo, hasta las que lo sublimaban llegando a prácticas orgiásticas. A saber de qué secta procede el fragmento en cuestión.
A pesar de su escasa fuerza, aunque sea auténtico, sólo sirve hoy para discutir el celibato apostólico y el sacerdocio femenino y, en todo caso, afirmar la importancia de la mujer en la Iglesia, frente a la abundancia y casi unanimidad de los textos a favor de la ortodoxia: mucho ruido y pocas nueces.