Mensaje del Papa al encuentro anual de jóvenes en Međugorje
Llegan con fuerza y esperanza las palabras del Papa Francisco en el Encuentro Internacional de Oración de Jóvenes "Mladifest", que tiene lugar en Medjugorje del 1 al 6 de agosto y que lleva como tema el pasaje de Juan, "Venid y veréis" (Jn 1:39).
Se trata de un momento rico en oración, catequesis y fraternidad, en el que el Pontífice ha mandado un mensaje invitando a los jóvenes a "correr" hacia Jesús sostenidos por el Espíritu Santo, a buscarlo, a confiarse a Él y a dar testimonio de Él.
Texto del Mensaje del Santo Padre
¡Queridísimos! El encuentro anual de jóvenes en Međugorje es un tiempo lleno de oración, de catequesis, de fraternidad. Os ofrece a todos la posibilidad de encontrar a Jesucristo vivo, especialmente en la Eucaristía, celebrada y adorada, y en la Reconciliación. Y así os ayuda a descubrir otro modo de vivir, distinto al que ofrece la cultura de lo provisional, según la cual nada puede ser definitivo sino que solo cuenta gozar el momento presente. En ese clima de relativismo, en el que es difícil hallar las respuestas verdaderas y seguras, las palabras clave del Festival: «Venid y veréis» (Jn 1,39), dirigidas por Jesús a los discípulos, son una bendición. También a vosotros dirige Jesús su mirada y os invita a ir y estar con Él.
¡No tengáis miedo! Cristo vive y quiere que cada uno de vosotros viva. Él es la verdadera belleza y juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se torna nuevo, se llena de vida y de sentido (cfr. Christus vivit, 1). Lo vemos justo en esa escena evangélica, cuando el Señor pide a dos discípulos que le sigan: «¿Qué buscáis?». Y ellos responden: «Rabí, ¿dónde vives?». Y Jesús dice: «Venid y veréis» (cfr. Jn 1,35-39). Y ellos van, ven y se quedan. En la memoria de aquellos discípulos quedó tan impresa la experiencia del encuentro con Jesús, que uno de ellos registró hasta la hora: «Eran sobre las cuatro de la tarde» (v. 39).
El Evangelio nos cuenta que tras haber estado en casa del Señor, los dos discípulos se convirtieron en “mediadores” que permiten a otros encontrarlo, conocerlo y seguirlo. Andrés fue a decírselo enseguida a su hermano Simón y lo llevó a Jesús. Cuando vio a Simón, el Maestro le puso inmediatamente un sobrenombre: “Cefas”, es decir, “Piedra”, de donde viene el nombre Pedro (cfr. Jn 1,40-42). Esto muestra que al encontrar a Jesús nos volvemos una nueva persona, y se recibe la misión de trasmitir esa experiencia a otros, pero siempre teniendo la mirada fija en Él, el Señor.
Queridísimos jóvenes, ¿habéis encontrado esa mirada de Jesús que os pregunta: «¿Qué buscáis?»? ¿Habéis oído su voz que os dice: «Venid y veréis»? ¿Habéis sentido ese impulso de poneros en camino? Dedicad tiempo a estar con Jesús, para llenaros de su Espíritu y estar dispuestos a la fascinante aventura de la vida. Id al encuentro de Él, estad con Él en la oración, fiaos de Él que es experto en el corazón humano.
Esta bellísima invitación del Señor: «Venid y veréis», contada por el joven y amado discípulo de Cristo, se dirige también a los futuros discípulos. Jesús os invita a encontrarlo y este Festival es una ocasión de poder “ir y ver”. La palabra “ir”, además de indicar un movimiento físico, tiene un sentido más profundo, espiritual. Indica un itinerario de fe cuyo fin es “ver”, es decir, experimentar al Señor y, gracias a Él, ver el sentido pleno y definitivo de nuestra existencia.
El gran modelo de la Iglesia de corazón joven, dispuesta a seguir a Cristo con frescura y docilidad, es siempre la Virgen María. La fuerza de su «sí» y del «hágase en mí» que dijo al ángel siempre nos impresiona. Su «sí» significa involucrarse y arriesgar, sin otra garantía que la certeza de ser portadora de una promesa. Su «He aquí la esclava del Señor» (Lc 1,38) es el ejemplo más hermoso que nos cuenta lo que pasa cuando el hombre, en su libertad, se abandona en las manos de Dios. ¡Que este ejemplo os fascine y os guíe! María es la Madre que vela «por los hijos, estos hijos que caminamos por la vida muchas veces cansados, necesitados, pero queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos: que la luz de la esperanza no se apague. Nuestra Madre mira a este pueblo peregrino, pueblo de jóvenes querido por Ella, que la busca haciendo silencio en el corazón aunque en el camino haya mucho ruido, conversaciones y distracciones» (Christus vivit, 48).
Queridos jóvenes, «corred atraídos por ese Rostro tan amado, que adoramos en la Sagrada Eucaristía y reconocemos en la carne del hermano que sufre. Que el Espíritu Santo os empuje en esta carrera hacia adelante. La Iglesia necesita vuestro entusiasmo, vuestras intuiciones, vuestra fe» (ibíd., 299). En vuestra carrera por el Evangelio, animada también por este Festival, os encomiendo a todos a la intercesión de la Virgen María, invocando luz y fuerza del Espíritu para que podáis ser auténticos testigos de Cristo. Por eso rezo y os bendigo, y también os pido que recéis por mí.