La apostasía de Europa, plasmada entre otras cosas en el hecho de la negativa a incluir sus raíces cristianas en su constitución (…), es un hecho que nos debe estimular a los católicos a llamarla a conversión…
Recién estrenada la magnífica película Wojtyla. La investigación, en la que se pone de manifiesto el papel jugado por la Iglesia católica en la caída del socialismo comunista (siendo, por cierto, la primera institución internacional en condenarlo simplemente porque negaba la existencia de Dios, es decir, antes de que se conocieran los más de cien millones de muertos que originó), se conmemora el 70º aniversario de la Declaración de Schuman en 1950, la cual dio paso a la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero y, más tarde, a lo que hoy somos, la Unión Europea, puesta en marcha, además de por Robert Schumann, por Alcide de Gasperi y por Conrad Adenauer: tres políticos católicos hasta las trancas. Conviene recordarlo para público conocimiento en general, pero sobre todo para esa fisonomía de católico-torta, que vive acongojado por invectivas laicistas de toda índole, y que se abate ante ellas básicamente por la ignorancia de la que es víctima.
Para empezar a ilustrar, digamos algo sobre la bandera europea, 12 estrellas sobre fondo azul… Para elegir la bandera de la Unión Europea se hizo un concurso público que ganó la conocida enseña. Cuando su autor fue preguntado sobre qué le inspiró elegir doce estrellas en círculo sobre fondo azul, dijo sin ambages que el libro del Apocalipsis, porque quería hacer un homenaje a la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Las raíces europeas son católicas 100%.
La obra Por Europa, único libro escrito por Robert Schuman −que tiene causa de canonización abierta−, recoge la siguiente frase del autor: "La democracia debe su existencia al cristianismo. Nació el día en que el hombre fue llamado a realizar en la vida de todos los días la dignidad de la persona en su libertad individual, en el respeto de los derechos de cada uno y en la práctica del amor fraternal para con todos. Nunca, antes de Cristo, se habían formulado semejantes conceptos”. Schumann estudió Derecho en las universidades de Múnich, Bonn y Berlín y se graduó en la Universidad de Estrasburgo. Se pensó meterse a cura. En la universidad formó parte de la Corporación Unitas, integrada principalmente por seminaristas y estudiantes de Teología.
Alcide de Gasperi se opuso a Mussolini, por lo que fue acusado de actividades antifascistas, siendo detenido y condenado a cuatro años de prisión. A pesar de su liberación, quedó bajo vigilancia hasta la caída del Mussolini, ocupando un puesto de empleado en la Biblioteca del Vaticano. Fue líder incontestable de la democracia cristiana. Actualmente la Iglesia católica considera el proceso de su beatificación. Cuando el arzobispo de Milán, beato Ildefonso Schuster, se enteró de la muerte del estadista trentino, comentó: “Desaparece de la tierra un cristiano humilde y leal que dio a su fe testimonio entero en su vida privada y en la pública”.
Konrad Adenauer fue el primer líder del partido Unión Demócrata Cristiana, al cual llevó a convertirse en una de las fuerzas políticas más influyentes de Alemania. Estudió Derecho en la Universidad de Friburgo, y como católico practicante ingresó en las filas del Partido de Centro (Zentrum), y previó detalladamente cómo el desarrollo económico terminaría por iniciar la caída del régimen socialista de la Europa del Este.
Con Europa pasa como con todo (educación, universidades, sanidad…): que, siendo en origen consecuencia directa de la caridad cristiana, sufre un proceso de apropiación mediático-cultural indebida por parte de los enemigos de la Iglesia, desde la época de la guillotina…. Pero ojo, que esto no es una llamada a la guerra santa para su recuperación. La peor consecuencia de dicha aprobación es la guerra abierta contra la familia cristiana, expresada en la propagación de la lacra del aborto, del divorcio y, para rematar, de la ideología de género. La apostasía de Europa, plasmada entre otras cosas en el hecho de la negativa a incluir sus raíces cristianas en su constitución, algo de lo que se encargaron los anti-Dios, es un hecho que nos debe estimular a los católicos a llamarla a conversión, y a aceptar el rechazo a la misma, como le pasó a Nuestro Señor Jesucristo.