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Tal vez, entre las causas de la dificultad de entender y vivir la fe que tienen los que nos rodean estemos también nosotros mismos, en la medida en que no la hemos vivido auténticamente. Por eso, también y ante todo, la nueva evangelización implica una conversión continua de nuestra parte
Todas las personas, las familias y las sociedades aspiran a una vida más plena, en la que se cumplan sus anhelos de belleza y de comunicación, de solidaridad y de justicia. Basta ver películas tan diferentes como “La ganadora” (The Prize Winner of Defiance, Ohio, J. Anderson, 2005), “También la lluvia” (I. Bollaín, 2010), o “El Havre” (A. Kaurismäki, 2011). ¿Cómo se sitúa, en este contexto la “nueva evangelización” y qué papel tiene ahí la vida cristiana?
La nueva evangelización es cosa de todos los cristianos...
El Documento de trabajo para el próximo sínodo señala algunas características de la nueva evangelización (ver última parte del capítulo segundo). No se trata de sustituir lo que se viene haciendo, ni tampoco de continuar simplemente con “lo mismo”. Juan Pablo II hablaba de nuevo ardor, nuevos métodos, nueva expresión. ¿Cómo entender y concretar esto?
Dice el texto que la nueva evangelización implica plantearse cómo está siendo la calidad de la propia vida de fe. Añade que afecta a todos los cristianos (individuos, parroquias, movimientos, grupos y otras realidades eclesiales, religiosos y personas consagradas, etc.); supone conjugar discernimiento, testimonio e identificación con la Iglesia. En todo caso, el corazón de la nueva evangelización consiste en asumir de modo renovado el mandato misionero de Jesucristo.
Así es. La nueva evangelización no sustituye a lo que viene haciéndose “hacia fuera” (tarea misionera) o “hacia dentro” (tarea pastoral o evangelizadora de la Iglesia con los propios fieles). Tampoco consiste en seguir haciendo, sin más, lo que ya se hacía. Puesto que la sustancia de la fe es siempre la misma (la escucha de la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos centrada en la Eucaristía y el servicio que prestan los cristianos en el mundo), se trata de acertar con los modos en que hoy hemos de transmitir la fe a tantos que tienen dificultades para entenderla y vivirla. Tal vez, entre las causas de esa dificultad de entender que tienen los que nos rodean estemos también nosotros mismos, en la medida en que no hemos vivido auténticamente la fe. Por eso, también y ante todo, la nueva evangelización implica una conversión continua de nuestra parte.
Para mostrar que los contextos son un tanto diversos, el documento distingue entre las Iglesias ya asentadas en su tarea evangelizadora y las Iglesias más jóvenes. Éstas se esfuerzan por abrirse paso a través de pequeñas comunidades cristianas. Las Iglesias más enraizadas están revisando sus programas como consecuencia de la disminución del clero y de la práctica cristiana, procurando simplificar los procedimientos de gestión y agrupando a las parroquias en “unidades pastorales”, o impulsando la colaboración de laicos como animadores o colaboradores de los sacerdotes en las tareas parroquiales, sin que esto merme el impulso a las vocaciones para el ministerio sacerdotal o la vida consagrada. De uno u otro modo, se dice, hay que procurar que la Iglesia continúe estando “entre la gente”.
...también de los fieles laicos
A nuestro juicio esto implica al mismo tiempo la necesidad de tomar mayor conciencia de la vocación laical (que no es menos vocación cristiana que la de los sacerdotes y la de los consagrados) y, por tanto, del papel de los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo.
Es importante llegar a comprender y explicar el significado de la “nueva evangelización”. La Congregación para la doctrina de la fe lo había dicho de esta manera: «En sentido amplio se habla de “evangelización”, para referirse al aspecto ordinario de la pastoral, y de “nueva evangelización” en relación a los que han abandonado la vida cristiana» (cf. Nota acerca de algunos aspectos de la evangelización, 3-XII-2007).
En esa misma línea, Benedicto XVI lo explica en el contexto de «un renovado impulso misionero, expresión de una nueva y generosa apertura al don de la gracia» (Motu propio Ubicumque et Semper, 21-IX-2010). Y con imagen que viene usando en los últimos años, apunta que se trata de ayudar a muchas personas para que puedan salir del «desierto interior» que es consecuencia de vivir en un mundo donde Dios está excluido del horizonte. Esto sucede sobre todo en el Occidente cristiano.
Añade el documento de trabajo que la urgencia de la nueva evangelización no se reduce a ese ámbito geográfico, sino que se extiende a los cinco continentes.
Se trata, en definitiva, de impulsar el anuncio renovado del Evangelio, efectivamente con nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones. Y de hacerlo en todas partes, cada cristiano según su condición, dones y circunstancias, individualmente o asociado con otros, participando en la responsabilidad de todos.
En efecto, y todo ello requiere plantearse qué significa hoy “ser cristiano” en medio de la calle: salir de uno mismo para abrir las puertas a Dios (por la oración y la vida sacramental) y a los demás (realizando, desde la vida con Cristo, las tareas profesionales, familiares y sociales, con mirada atenta a cada persona que se cruce en esos caminos y prestando una atención preferencial a los más pobres y necesitados). A su vez, esto precisa de la suficiente formación y una buena dosis de creatividad. Así la nueva evangelización pasa por el vivir cotidianamente en toda su plenitud, la fe cristiana, con autenticidad y alegría, en el ámbito personal, familiar y social.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
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