El amor del matrimonio no es nunca suficiente. Es esencial que esté siempre en crecimiento. Tanto él como ella deben pensar en todo momento en los detalles de cariño que refuerzan la unidad matrimonial
La historieta contenida en “Don Quijote de la Mancha” y que en más de una ocasión se ha publicado como novelita aparte, “El curioso impertinente”, podríamos definirla como cuento, porque es una historia breve, exagerada en sus términos, buscando una enseñanza. Se encuadra en unos momentos históricos, en Italia, aunque Cervantes está, casi seguro, pensando en sus circunstancias de España, contando con que el ambiente cristiano es generalizado y patente.
A pesar de todo, la experiencia del autor le lleva a plantear esta situación un tanto grotesca e increíble, o sea una fábula: Anselmo y Lotario son grandes amigos desde siempre. Camila, de familia noble y cristiana, se casa con Anselmo, y a este se le ocurre la curiosa idea de poner a prueba la fidelidad de su mujer y le pide a su amigo que la provoque, a ver cuál es su reacción. Como podría preverse, aquello termina muy mal.
Es muy poco probable que se le pueda ocurrir a nadie, ni hoy ni en ninguna otra época de la historia, semejante actitud. Y sin embargo Cervantes quiere introducir ese tema, en el ámbito de la famosa venta del Quijote, con varios personajes bien conocidos. Y si lo hace, prácticamente con calzador, seguramente está pensando en un problema presente en su entorno, o está pensando en que es algo que se da en toda la historia de la humanidad.
Es impensable que un marido quiera poner a prueba su mujer, pero en cambio sí sabemos que, en la sociedad nuestra, en donde se tiene en tan poco la unidad matrimonial, las ocasiones de romper esa unidad están a la orden del día. Y quizá una circunstancia, entre las más peligrosas, es la relación tan intensa y extensa que se da en el ámbito laboral entre una mujer casada y un hombre casado, compañeros de trabajo.
Es inevitable, podríamos decir, pero la actitud de fidelidad de cada uno de ellos respecto a su cónyuge es muy variable. No hay que obviar el hecho de que ella se arregla adecuadamente para ir a su empresa. Es lógico y es de agradecer, que no vaya de cualquier forma. Los hombres se preocupan menos de este extremo, pero son conscientes de que, habitualmente, y dependiendo de cuál sea su trabajo, tendrán que ir debidamente presentables. Además, puede ocurrir que ella, en cambio, en su propia casa esté menos cuidada, y él desde luego.
Así que tenemos dos personas casadas, que están muchas horas con quien no es su cónyuge, bien cuidadas sus apariencias, intimando, pues cuando pasan los meses y los años, resulta que han hablado de muchas más cosas que con sus parejas, con quienes a veces solo salen temas de los niños y de la casa. El peligro está servido. Y las soluciones hay que pensarlas un poco.
Es importante fortalecer la unidad matrimonial día a día. El amor del matrimonio no es nunca suficiente. Es esencial que esté siempre en crecimiento. Tanto él como ella deben pensar en todo momento en los detalles de cariño que refuerzan la unidad matrimonial. Tanto él como ella deben pensar constantemente en las soluciones para ciertas problemáticas de los hijos, de la casa, del descanso, de las vacaciones. O sea, aquellas cosas que son de la familia y que, o hay un propósito actualizado de cuidarlas, o se mueren.
Qué es lo que a ella le gusta. Qué podemos hacer este fin de semana, teniendo en cuenta sus gustos. Qué comida le gusta a él, especialmente para ese día de fiesta o aniversario. Son mil cosas que definen la fidelidad. La fidelidad no es nunca algo adquirido y estático.