Ahora resulta que estas semanas de reclusión facilitan la vuelta de los hombres a Dios, aunque no de Dios a los hombres porque Él nunca está ausente de nuestro mundo
Ahora resulta que Dios sí importa. Hace tiempo que determinados gurús de la cultura, intelectuales orgánicos, y políticos líquidos quieren convencernos de que Dios ha muerto para el hombre moderno, y que solo es una creencia subjetiva sin relevancia en la sociedad. Y ahora resulta que el superhombre está sometido por el coronavirus que se lo lleva por delante.
El Dios vivo sigue con nosotros
Ahora resulta que estas semanas de reclusión facilitan la vuelta de los hombres a Dios, aunque no de Dios a los hombres porque Él nunca está ausente de nuestro mundo. Celebramos estos días la Pascua de Jesucristo, el Dios vivo que está en el Cielo −que no es el olimpo mítico−, y también al Padre que acoge de nuevo su sacrificio porque quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y al Espíritu Santo que es persona divina y sigue actuando en el corazón de los hombres, despertándoles o resucitándoles a la vida de verdad. Unos son vivientes muertos a la gracia aunque pueden resucitar, y otros son muertos vivientes víctimas de esta pandemia que son abrazados por el Dios único en el Cielo de verdad.
La Iglesia sigue atendiendo a miles de enfermos por medio de los sacerdotes −pastores servidores en medio del rebaño− y ofrece sufragios por los difuntos que los hombres no saben contar. El Papa Francisco ha explicado la importancia de la contrición sincera de los pecados a quienes mueren sin poder acercarse a la Confesión sacramental, y del valor de la comunión espiritual, consolándoles para que no se angustien ante la imposibilidad física de recibir estos sacramentos.
El Padrenuestro siempre actual
Ahora resulta que José María Cano se suma a otros artistas, intelectuales, periodistas y políticos con fe y sentido común, para ofrecer su interpretación musical del Padrenuestro, la oración por excelencia que Jesús de Nazaret nos ha regalado para siempre.
El artista evoca el libro del Éxodo cuando los israelitas estaban confinados en sus casas y rezando a la espera de que pasara la plaga exterminadora en Egipto porque se fiaron de Dios. Una historia que se repite ahora con matices distintos al permanecer recluidos en nuestras casas, durante el estado de alarma que tiene inasumibles efectos de un estado de excepción.
Según sus palabras, «se nos está pidiendo mucho que seamos prudentes, que nos pongamos mascarillas y nos lavemos las manos con frecuencia (…) pero pocos son los que nos invitan a rezar». Por eso ofrece ahora su versión orquestada e interpretada por la querida Monserrat Caballé, catalana y española universal, para aquel Encuentro de las Familias en Valencia el 2006. Incluye el rezo de la oración dominical por el papa Francisco en esta Pascua tan singular.
El artista ha escrito al Santo Padre explicándole su proyecto y cediéndole los derechos de autor para su difusión. «En apenas cinco minutos rezamos dos veces esta oración y, en estos días, es importante que podamos hacerlo todos en casa», dice. Además ha pintado un apostolado, el rostro de cada uno de los doce apóstoles, que se iba a presentar en la sacristía de la catedral de Toledo, aunque deberá posponerse. Una sacristía, por cierto, que ha sido magníficamente restaurada por el arquitecto con alma de artistaJaime Castañón que acaba de fallecer en su plenitud a causa de la epidemia.
Quizá algunos han olvidado el Padrenuestro que rezaban de niños, entendiendo entonces mucho más que cuando se han hecho adultos al perder la limpieza de alma, pues se creen superhombres: solo ven el trabajo de tejas abajo, el poder y el honor de una casta superior, alcanzando unos escaños con apaños urdidos en la sombra.
Conozco a muchas personas que han vuelto a rezar el Padrenuestro y las oraciones de siempre, no tanto por miedo cuanto por el sosiego que permite reflexionar sobre el sentido de la propia vida, el valor de la familia y de la amistad, y la importancia de contar con Dios. Como nunca hasta ahora son innumerables las familias que participan cada día en la Misa retransmitida por cadenas de televisión, que practican la comunión espiritual con una profundidad que nunca habían advertido, que rezan el Rosario ante la imagen de la Virgen de su hogar contemplada con renovado amor.
Termina la Caballé las peticiones del Padrenuestro cantando con emoción «no nos dejes caer en la tentación. Y líbranos del mal. Amén». Y muchos pedimos lo mismo tantas veces para que, cuando salgamos de esta reclusión forzosa y recuperemos las libertades abolidas por decreto, no volvamos a olvidarnos de Dios.