Hoy el mundo celebra el 50º Día Mundial de la Tierra. El Papa Francisco en su catequesis, recordó que esta celebración es una “oportunidad para renovar nuestro compromiso de amar nuestra Casa Común y de cuidarla, así como a los miembros más débiles de nuestra familia”
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy celebramos la 50ª Jornada mundial de la Tierra, y en línea con la Encíclica Laudato si’, deseo reflexionar sobre el compromiso que tenemos de protegerla y que caracteriza nuestro «paso por esta tierra».
No somos sólo materia, sino que llevamos también el “aliento de vida” que procede de Dios, y vivimos en este mundo como una única familia humana, en medio de la biodiversidad de las criaturas del Señor. Creados a imagen y semejanza de Dios, estamos llamados a cuidar y respetar todas sus criaturas, pero con especial amor y compasión a nuestros hermanos, sobre todo a los más débiles, imitando el amor que Dios nos tiene y nos manifiesta en su Hijo Jesús.
Por nuestra culpa, la tierra ha sufrido un gran deterioro, la hemos dañado y la hemos saqueado; no la hemos sabido respetar ni cuidar, ni tampoco a nuestros hermanos y hermanas. Hemos olvidado que somos custodios y administradores, y hemos ofendido al Padre bueno que vela sobre todas sus criaturas. La presente pandemia nos está enseñando que sólo si estamos unidos y haciéndonos cargo los unos de los otros, podremos superar los actuales desafíos globales y cumplir la voluntad de Dios que quiere que todos sus hijos vivan en comunión y prosperidad.
Hoy celebramos la 50ª Jornada Mundial de la Tierra. Es una oportunidad para renovar nuestro compromiso de amar nuestra casa común y cuidar de ella y de los miembros más débiles de nuestra familia. Como la trágica pandemia de coronavirus nos está demostrando, solo juntos y haciéndose cargo de los más frágiles podemos vencer los desafíos globales. La Carta Encíclica Laudato si’ tiene precisamente este subtítulo: “sobre el cuidado de la casa común”. Hoy reflexionaremos juntos un poco sobre esa responsabilidad que caracteriza «nuestro paso por esta tierra» (LS, 160). Debemos crecer en la conciencia del cuidado de casa común.
Estamos hechos de materia terrestre, y los frutos de la tierra sostienen nuestra vida. Pero, como nos recuerda el libro del Génesis, no somos simplemente “terrestres”: llevamos también el soplo vital que viene de Dios (cfr. Gn 2,4-7). Vivimos pues en la casa común como una única familia humana y en la biodiversidad con las otras criaturas de Dios. Como imago Dei, imagen de Dios, estamos llamados a cuidar y respetar a todas las criaturas y a nutrir amor y compasión por nuestros hermanos y hermanas, especialmente los más débiles, a imitación del amor de Dios por nosotros, manifestado en su Hijo Jesús, que se hizo hombre para compartir con nosotros esta situación y salvarnos.
A causa del egoísmo hemos descuidado nuestra responsabilidad de custodios y administradores de la tierra. «Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común» (ibíd., 61). La hemos contaminado, la hemos saqueado, poniendo en peligro nuestra misma vida. Por eso, se han formado varios movimientos internacionales y locales para despertar las conciencias. Aprecio sinceramente esas iniciativas, y será aún necesario que nuestros hijos bajen a la calle para enseñarnos lo que es obvio, es decir que no hay futuro para nosotros si destruimos el ambiente que nos sostiene.
Hemos fallado en proteger la tierra, nuestra casa-jardín, y en proteger a nuestros hermanos. Hemos pecado contra la tierra, contra nuestro prójimo y, en definitiva, contra el Creador, el Padre bueno que provee a cada uno y quiere que vivamos juntos en comunión y prosperidad. ¿Y cómo reacciona la tierra? Hay un dicho español que es muy claro, en esto, y dice así: “Dios perdona siempre; los hombres perdonamos unas veces sí y otras no; la tierra no perdona nunca”. La tierra no perdona: si hemos deteriorado la tierra, la respuesta será muy fea.
¿Cómo podemos restaurar una relación armoniosa con la tierra y el resto de la humanidad? Un trato armonioso… Tantas veces perdemos la visión de la armonía: la armonía es obra del Espíritu Santo. También en la casa común, en la tierra, hasta en nuestro trato con la gente, con el prójimo, con los más pobres, ¿cómo podemos restaurar esa armonía? Necesitamos un modo nuevo de mirar nuestra casa común. Entendámonos: no es un depósito de recursos para explotar. Para los creyentes el mundo natural es el “Evangelio de la Creación”, que expresa el poder creador de Dios al plasmar la vida humana y al hacer existir el mundo junto a cuanto contiene para sostener a la humanidad. El relato bíblico de la creación concluye así: «Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno» (Gen 1,31). Cuando vemos esas tragedias naturales que son la respuesta de la tierra a nuestro maltrato, yo pienso: “Si ahora le pregunto al Señor qué piensa, no creo que me diga que es muy bueno”. ¡Hemos sido nosotros los que hemos arruinado la obra del Señor!
Al celebrar hoy la Jornada Mundial de la Tierra, estamos llamados a recuperar el sentido de lo sagrado respecto a la tierra, porque no es solo nuestra casa, sino también la casa de Dios. ¡De ahí surge en nosotros la conciencia de estar en tierra sagrada!
Queridos hermanos y hermanas, «despertemos el sentido estético y contemplativo que Dios puso en nosotros» (Querida Amazonia, 56). La profecía de la contemplación es algo que aprendemos sobre todo de los pueblos indígenas, que nos enseñan que no podemos cuidar la tierra si no la amamos y no la respetamos. Ellos tienen esa sabiduría del “buen vivir”, no en el sentido de pasarlo bien, no: sino del vivir en armonía con la tierra. Ellos llaman “buen vivir” a esa armonía.
Al mismo tiempo, necesitamos una conversión ecológica que se exprese en acciones concretas. Como familia única e interdependiente, necesitamos un plan compartido para alejar las amenazas contra nuestra casa común. «La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común» (LS, 164). Somos conscientes de la importancia de colaborar como comunidad internacional para la protección de nuestra casa común. Animo a cuantos tienen autoridad a guiar el proceso que llevará a dos importantes Conferencias internacionales: la COP15 sobre la Biodiversidad en Kunming (Cina) y la COP26 sobre el Cambio Climático en Glasgow (Reino Unido). Estos dos encuentros son importantísimos.
Querría animar a que se organicen intervenciones concertadas también a nivel nacional y local. Es bueno converger juntos de toda condición social y dar vida también a un movimiento popular “de base”. La misma Jornada Mundial de la Tierra, que celebramos hoy, nació justo así. Cada uno pueda dar su propia pequeña contribución: «No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente» (LS, 212).
En este tiempo pascual de renovación, esforcémonos en amar y apreciar el magnífico don de la tierra, nuestra casa común, y a cuidar de todos los miembros de la familia humana. Como hermanos y hermanas que somos, supliquemos juntos a nuestro Padre celestial: “Envía tu Espíritu y renueva la faz de la tierra” (cfr. Sal 104,30).
Saludo cordialmente a los fieles de lengua francófona. En este periodo pascual de renacimiento, empeñémonos en amar y apreciar el magnífico don de la tierra, nuestra casa común, y a cuidar de todos los miembros de la familia humana. En este momento de incertidumbre, pido a Dios que os sostenga en la esperanza, en el amor y en la solidaridad recíproca. Dios os bendiga.
Saludo a los fieles de lengua inglesa conectados a través de los medios de comunicación. Con la alegría de Cristo Resucitado, invoco sobre vosotros y vuestras familias el amor misericordioso de Dios nuestro Padre. El Señor os bendiga.
Dirijo un cordial saludo a los hermanos y hermanas de lengua alemana. Esta primavera nos invita a unirnos a la alabanza que la naturaleza, las flores y los animales dan al Creador. Que la Creación encuentre este año una ocasión particular para reanimarse y reforzarse. A todos os deseo un buen tiempo pascual.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua española que siguen esta catequesis a través de los medios de comunicación social. En estos días iluminados por la Resurrección del Señor Jesús, pidámosle que con su Espíritu vivificante renueve todas las cosas, nos conceda encontrar el sentido del santo respeto por la tierra y estar más atentos a las necesidades de todos los hermanos. Que Dios los bendiga.
Saludo de corazón a los fieles de lengua portuguesa, deseando que este tiempo de Pascua, en el que se recuerda que la Resurrección de Cristo es el inicio de la nueva Creación, os lleve a empeñaros aún más en el cuidado de la casa común. Estad animados por la certeza de que, como nos enseña san Pablo, «la creación espera con impaciencia la manifestación de los hijos de Dios» (Rm 8,19). Dios os bendiga.
Saludo a los fieles de lengua árabe que siguen este encuentro a través de los medios de comunicación. Cuando Dios creó a Adán y Eva, les dio el mandamiento de cuidar la tierra. Es el mandamiento de Dios para cada hombre, con el fin de construir nuestra casa común, que hoy está amenazada por el egoísmo humano. Por tanto, cada uno está llamado a respetar la creación mediante la cooperación y el amor. El Señor os bendiga.!
Saludo cordialmente a los polacos. Queridos hermanos y hermanas, unidos por el amor fraterno con todos los habitantes de la tierra, creados a imagen y semejanza de Dios y llamados a cuidar y respetar a todas las criaturas, renovemos nuestro empeño por la salvaguarda de nuestra casa común. Pidamos al Padre celeste que renueve siempre, con el poder y el amor del Espíritu Santo, la faz de nuestra tierra. Os bendigo de corazón.
Saludo cordialmente a los fieles de lengua italiana. Que el mensaje que surge del evento de Cristo resucitado sea para todos un compromiso de testimonio en el signo del amor fraterno y solidario.
Saludo en fin a los jóvenes, enfermos, ancianos y recién casados. Queridísimos, con la luz de la Resurrección, volved a descubrir la alegría y la belleza de la vida, que es don de Dios. A todos mi bendición.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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