A pocos días de la Semana Santa y en estos momentos de tanto sufrimiento, Mons. Fernando Ocáriz nos invita a mirar a Cristo en la Cruz que nos salva y es fuente de esperanza
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Se acerca ya el Triduo Pascual, unos días en los que la liturgia nos llevará a contemplar esos grandes misterios del amor de Dios por nosotros. En los actuales momentos de sufrimiento en todo el mundo debido a la pandemia, miremos mucho a Jesucristo Crucificado. Veamos en esa Santa Cruz, como nos lo hacía considerar el Papa el pasado 27 de marzo, el ancla de salvación que impide el naufragio. Desde allí Jesús ilumina el sentido del sufrimiento e incluso nos hace descubrir que, con su gracia, podemos no perder la alegría; es más, podemos muchas veces volver a recuperarla: Gaudium in Cruce!
En estos días estamos experimentando cómo la solidaridad humana, sobre todo cuando está informada por la caridad, se vuelca en generoso servicio a los demás: junto a la cama de un enfermo, en la caja de un supermercado, en el cuidado de la propia familia aislada tantas veces en escasos metros cuadrados... Recemos mucho por las personas que fallecen, por los enfermos −también fieles de la Obra− y por sus familias. Dirijamos al Señor nuestra oración agradecida por esas innumerables personas que continúan prestando esos y otros indispensables cuidados: son un testimonio de que el alma de la sociedad es el espíritu de servicio.
Que la ansiedad o el miedo no nos quiten la paz porque, como escribe san Pablo, ¡Cristo es nuestra paz! (cfr. Ef 2,14). En las circunstancias más o menos difíciles en que nos encontremos, pongamos nuestra confianza en el amor de Dios por cada uno: Él sabe más y no abandona a nadie. San Josemaría nos lo recuerda: «Qué confianza, qué descanso y qué optimismo os dará, en medio de las dificultades, sentiros hijos de un Padre, que todo lo sabe y todo lo puede» (Carta 9-I-1959). Con esta seguridad puesta sobre todo en el Señor −y no solo en nuestras fuerzas− cada uno podrá aportar sus talentos para ayudar con alegría a los demás, que será siempre compatible con el sufrimiento y con las lágrimas.
Os invito a aprovechar las oportunidades que nos ofrece la tecnología para seguir los oficios de Semana Santa junto al Papa. Durante los próximos días os enviaré también, a través de la web, algunas consideraciones sobre estos misterios que celebraremos para, de esta manera, rezar juntos y estar más unidos.