Para interpretarla bien hay que estar atento a lo que quisieron afirmar los autores humanos y Dios por medio de ellos
La Biblia es un libro singular, de tal manera que su interpretación es también singular. No es lo mismo que interpretar un texto legislativo, un ensayo filosófico o un poema lírico. En la Biblia es Dios quien habla a los hombres, utilizando un lenguaje humano. Para interpretarla bien hay que estar atento a lo que quisieron afirmar los autores humanos y Dios por medio de ellos (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 109).
Para descubrir lo que los escritores bíblicos quisieron decir es conveniente conocer las condiciones de su época y cultura, así como los diversos géneros literarios que utilizan: historia, profecía, poesía, etc. Pero como la Sagrada Escritura ha sido inspirada por Dios, hay que atender principalmente a lo que Dios quiso manifestarnos: “La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita” (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, n. 12). Sin ello nos quedaríamos solamente con su letra.
El Concilio Vaticano II señaló tres criterios para interpretar la Biblia con el mismo Espíritu con que fue escrita (cf. Catecismo..., n. 111-114):
1. Prestar una gran atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura. Aunque sus libros sean muy diferentes, hay un único Autor principal, que tiene un designio plenamente coherente para la salvación de los hombres.
2. Leer la Escritura en la Tradición viva de toda la Iglesia. Ya que no se trata de un libro inerte, dejado al arbitrio de los puntos de vista personales; sino entregado a la Iglesia, comunidad viva de salvación. “Según un adagio de los Padres «La Sagrada Escritura está más en el corazón de la Iglesia que en la materialidad de los libros escritos». En efecto, la Iglesia encierra en su Tradición la memoria viva de la Palabra de Dios, y el Espíritu Santo le da la interpretación espiritual de la Escritura” (Catecismo..., n. 113).
3. Estar atento a la analogía de la fe: que es la cohesión que tienen entre sí todas las verdades de la fe, y también con el proyecto total de la Revelación. No es posible que haya un desacuerdo o una contradicción entre lo que Dios ha manifestado en un libro o en otro de la Biblia. Desdeciría de su Veracidad y Sabiduría.
¿Cuáles son los diversos sentidos que nos ofrece la inagotable riqueza del texto bíblico? El más importante es el sentido literal, que es el significado por las propias palabras de la Biblia. “Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el sentido literal” (Catecismo..., n. 116).
Existe además el sentido espiritual, puesto que, en los designios de Dios, los acontecimientos pueden ser signos de otras realidades. Así el sentido alegórico, que descubre en los hechos narrados un anuncio de la futura Redención por Cristo, por ejemplo: el paso del Mar Rojo es signo del Bautismo. Hay también un sentido moral: enseñanzas de los acontecimientos para nuestro buen obrar. Y un sentido anagógico: significación por los hechos de la futura vida eterna: así la Iglesia en su peregrinación terrena es signo de la Jerusalén celestial (cf. Catecismo..., n. 117).
Los estudiosos de la Biblia desarrollan así su importante trabajo, que ha de ser, para que sea válido, confirmado por el Magisterio eclesial: “A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia. Todo lo dicho sobre la interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar la Palabra de Dios” (Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, n. 12).