Se trata de una costumbre iniciada por San Juan Pablo II y con la que se pretende recordar el día en el que Jesús fue bautizado en el río Jordán
En la solemnidad del Bautismo del Señor, el Santo Padre ha administrado el Sacramento del Bautismo a 32 recién nacidos, durante la tradicional Misa con rito bautismal presidida en la Capilla Sixtina del Vaticano.
Como Jesús que fue a bautizarse, así traéis a vuestros hijos.
Jesús responde a Juan: “Conviene que así cumplamos toda justicia” (cfr. Mt 3,15). Bautizar a un hijo es un acto de justicia, para él. ¿Por qué? Porque en el Bautismo les damos un tesoro, en el Bautismo les damos una prenda: el Espíritu Santo. El niño sale del Bautismo con la fuerza del Espíritu dentro: el Espíritu que le defenderá, le ayudará durante toda la vida. Por eso es tan importante bautizarlos de niños, para que crezcan con la fuerza del Espíritu Santo.
Ese es el mensaje que yo quisiera daros hoy. Traéis hoy a vuestros hijos para que lleven dentro al Espíritu Santo. Y cuidáis de que crezcan con la luz, con la fuerza del Espíritu Santo, mediante la catequesis, la ayuda, la enseñanza, los ejemplos que les daréis en casa... Ese es el mensaje.
No quisiera deciros nada más. Solo un aviso. Los niños no están acostumbrados a venir a la Sixtina, ¡es la primera vez! No están acostumbrados a estar encerrados en un ambiente incluso un poco caluroso. Y no están acostumbrados a estar vestidos así, para una fiesta tan bonita como hoy. Se sentirán un poco molestos en algún momento. Y empezará uno a llorar −¡todavía no ha comenzado el concierto!− pero empezará uno y luego otro... No asustarse, dejad llorar y gritar a los niños. Es más, si tu niño llora y se queja, quizá es porque tiene mucho calor: quítale algo; o porque tiene hambre: amamántalo aquí, sí, siempre con paz. Una cosa que dije también el año pasado: ellos tienen una dimensión “coral”: es suficiente que uno dé el “la” y empiezan todos, y se hará el concierto. No pasa nada. Es una bonita prédica cuando llora un niño en la iglesia, una bonita prédica. Procurad que se sienta bien y sigamos adelante.
No lo olvidéis: ¡traéis el Espíritu Santo a los niños!
Una vez más he tenido la alegría de bautizar a algunos niños, en la fiesta de hoy del Bautismo del Señor. Hoy eran treinta y dos. Recemos por ellos y por sus familias.
La liturgia de este año nos propone el bautismo de Jesús según el relato del Evangelio de Mateo (cfr. 3,13-17). El evangelista describe el diálogo entre Jesús, que pide el bautismo, y Juan Bautista, que quiere negarse y observa: «Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» (v. 14). Esta decisión de Jesús sorprende al Bautista: pues el Mesías no necesita ser purificado; al revés, es Él quien purifica. Pero Dios es el Santo, sus vías no son las nuestras, y Jesús es la Vía de Dios, una vía imprevisible. Recordemos que Dios es el Dios de las sorpresas.
Juan había declarado que entre él y Jesús había una distancia abismal, insalvable. «No soy digno de llevarle las sandalias» (Mt 3,11), había dicho. Pero el Hijo de Dios vino precisamente para colmar esa distancia entre el hombre y Dios. Si Jesús está completamente de la parte de Dios, está también completamente de la parte del hombre, y junta lo que estaba dividido. Por eso contesta a Juan: «Déjalo ahora. Conviene que así cumplamos toda justicia» (v. 15). El Mesías pide ser bautizado, para que se cumpla toda justicia, se realice el plan del Padre que pasa por la vía de la obediencia filial y la solidaridad con el hombre frágil y pecador. Es la vía de la humildad y de la plena cercanía de Dios a sus hijos.
También el profeta Isaías anuncia la justicia del Siervo de Dios, que realiza su misión en el mundo con un estilo contrario al espíritu mundano: «No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, la mecha vacilante no lo apagará» (42,2-3). Es la actitud de la mansedumbre −eso es lo que nos enseña Jesús con su humildad, la mansedumbre−, la actitud de la sencillez, del respeto, de la moderación y del ocultamiento, que también hoy se pide a los discípulos del Señor. Cuántos −es triste decirlo−, cuántos discípulos del Señor se pavonean de ser discípulos del Señor. No es un buen discípulo el que se pavonea. El buen discípulo es el humilde, manso, el que hace el bien sin dejarse ver. En la acción misionera, la comunidad cristiana está llamada a salir al encuentro de los demás siempre proponiendo y no imponiendo, dando testimonio, compartiendo la vida concreta de la gente.
Apenas Jesús fue bautizado en el río Jordán, se abrieron los cielos y descendió sobre Él el Espíritu Santo como una paloma, mientras de lo alto resonó una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3,17). En la fiesta del Bautismo de Jesús volveos a descubrir nuestro Bautismo. Como Jesús es el hijo amado del Padre, también nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, sabemos que somos hijos amados −¡el Padre nos ama a todos!−, objeto del complacimiento de Dios, hermanos de tantos otros hermanos, investidos de una gran misión para dar testimonio y anunciar a todos los hombres el amor infinito del Padre.
Esta fiesta del bautismo de Jesús nos hace recordar nuestro Bautismo. También nosotros renacimos en el Bautismo. En el Bautismo vino el Espíritu Santo para permanecer en nosotros. Por eso es importante saber cuál es la fecha de mi Bautismo. Sabemos cuál es la fecha de nuestro nacimiento, pero no siempre sabemos cuál es la fecha de nuestro Bautismo. Seguramente alguno de vosotros no lo sabe… Una tarea para hacer en casa. Cuando volváis preguntad: ¿cuándo fui bautizada? ¿Cuándo fui bautizado? Y celebrar en el corazón la fecha del bautismo cada año. Hacedlo. Es también un deber de justicia con el Señor que ha sido tan bueno con nosotros.
Que María Santísima nos ayude a comprender cada vez más el don del Bautismo y a vivirlo con coherencia en las situaciones de cada día.
Dirijo a todos, queridos romanos y peregrinos, mi saludo cordial: a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones, a todos los fieles. Saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares provenientes de Colombia, Brasil, Paraguay y Corea, reunidos en Roma para un curso de formación a los cien años del nacimiento de la Sierva de Dios Chiara Lubich. Saludo a los fieles de Otranto y al coro “Alma Gaudia” de Manduria.
Deseo a todos un feliz domingo. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen provecho y hasta pronto!
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya.
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