Durante la Audiencia general de este miércoles el Papa ha afirmado que san Pablo vio la persecución como “un eficaz instrumento misionero para animar a los hermanos en el Señor a anunciar sin miedo la Palabra”
Queridos hermanos y hermanas:
Siguiendo el viaje del Evangelio que nos narra el libro de Los Hechos, descubrimos que san Pablo, evangelizador lleno de entusiasmo y misionero intrépido, participó también en los sufrimientos de la pasión del Señor Jesús, pues como Él, fue igualmente odiado y perseguido.
San Pablo fue llevado ante el rey Agripa para defenderse de las acusaciones que le hacían sus enemigos. Hablando ante el rey, manifestó su íntimo ligamen con el pueblo de Israel y contó la historia de su conversión: Fue Cristo Resucitado quien lo hizo cristiano y quien le encomendó la misión de ser apóstol de los gentiles. Pablo, obediente al mandato del Señor, se dedicó a demostrar cómo Moisés y los profetas habían preanunciado lo que él les anunciaba: que Jesucristo por su pasión, muerte y resurrección había sido constituido Señor y Salvador. Aun cuando fue declarado inocente, Pablo no fue liberado porque se había apelado al César. De este modo, junto con él, la Palabra de Dios avanzó en su camino incontenible hacia Roma.
De allí en adelante, Pablo el prisionero en cadenas, humillado y tratado como malhechor, consideró esas cadenas como un signo de su fidelidad al Evangelio y al Resucitado, y como un eficaz instrumento misionero para animar a los hermanos en el Señor a anunciar sin miedo la Palabra, que no puede ser encadenada, porque es libre y va adelante transformando la historia.
En la lectura de los Hechos de los Apóstoles, continúa el viaje del Evangelio por el mundo y el testimonio de San Pablo está cada vez más marcado por el sello del sufrimiento. Pero eso es algo que crece con el tiempo en la vida de Pablo. Pablo no es solo el evangelizador lleno de ardor, el misionero intrépido entre paganos que da vida a nuevas comunidades cristianas, sino también el testigo doliente del Resucitado (cfr. Hch 9,15-16).
La llegada del Apóstol a Jerusalén, descrita en el capítulo 21 de los Hechos, desencadena un odio feroz contra él, y le reprochan: “¡Este era un perseguidor! ¡No os fieis!”. Como fue para Jesús, también para él Jerusalén es la ciudad hostil. Al ir al templo, lo reconocieron, lo sacaron fuera para ser linchado y fue salvado in extremis por soldados romanos. Acusado de enseñar contra la Ley y el templo, fue arrestado e inicia su peregrinación de preso, primero ante el sanedrín, luego ante el procurador romano en Cesarea, y finalmente ante el rey Agripa. Lucas señala la semejanza entre Pablo y Jesús, ambos odiados por sus adversarios, acusados públicamente y reconocidos inocentes por las autoridades imperiales; y así Pablo es asociado a la pasión de su Maestro, y su pasión es un evangelio vivo. Yo vengo de la basílica de San Pedro y allí he tenido una primera audiencia, esta mañana, con peregrinos ucranianos, de una diócesis ucraniana. ¡Cómo ha sida perseguida esa gente; cuánto han sufrido por el Evangelio! Pero no han negociado la fe. Son un ejemplo. Hoy en el mundo, en Europa, tantos cristianos son perseguidos y dan la vida por su fe, o son perseguidos con guantes blancos, es decir, dejados de parte, marginados… El martirio es el aire de la vida de un cristiano, de una comunidad cristiana. Siempre habrá mártires entre nosotros: es la señal de que vamos por la senda de Jesús. Es una bendición del Señor que haya en el pueblo de Dios alguno o alguna que dé ese testimonio del martirio.
Pablo está llamado a defenderse de las acusaciones, y al final, en presencia del rey Agripa II, su apología se transforma en eficaz testimonio de fe (cfr. Hch 26,1-23). Luego Pablo cuenta su propia conversión: Cristo Resucitado lo ha hecho cristiano y le ha confiado la misión entre los gentiles, «para que abran sus ojos y así se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios, y reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe» en Cristo (v. 18). Pablo obedece ese encargo y no hizo otra cosa que mostrar como los profetas y Moisés anunciaron lo que él ahora anuncia: que «el Cristo debía padecer y, después de ser el primero en resucitar de entre los muertos, iba a anunciar la luz al pueblo y a los gentiles» (v. 23). El testimonio apasionado de Pablo toca el corazón del rey Agripa, al que solo le falta el paso decisivo. Y dice así el rey: «¡Un poco más y me convences de que me haga cristiano!» (v. 28). Pablo es declarado inocente, pero no puede ser soltado porque ha apelado al César. Continúa así el viaje imparable de la Palabra de Dios hacia Roma. Pablo, encadenado, acabará aquí en Roma.
A partir de ese momento, el retrato de Pablo es el del prisionero cuyas cadenas son el signo de su fidelidad al Evangelio y del testimonio dado al Resucitado. Las cadenas son sin duda una prueba humillante para el Apóstol, que aparece a los ojos del mundo como un “malhechor” (2Tim 2,9). Pero su amor por Cristo es tan fuerte que incluso estas cadenas se leen con los ojos de la fe; fe que para Pablo no es “una teoría, una opinión sobre Dios y el mundo”, sino “el impacto del amor de Dios en su corazón, [...] es amor por Jesucristo” (Benedicto XVI, Homilía en el Año Paulino, 28-VI-2008).
Queridos hermanos y hermanas, Pablo nos enseña la perseverancia en la prueba y la capacidad de leer todo con los ojos de la fe. Pidamos hoy al Señor, por intercesión del Apóstol, que reavive nuestra fe y nos ayude a ser fieles hasta el fondo a nuestra vocación de cristianos, de discípulos del Señor, de misioneros.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua francesa, en particular a los jóvenes de Francia. Pablo nos enseña la perseverancia en la prueba y la capacidad de leerla con los ojos de la fe. Pidamos al Señor, en este tiempo de Adviento, que reavive en nosotros la fe en Cristo que viene para salvarnos y ayudarnos a ser siempre fieles a nuestra vocación. Dios os bendiga.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los grupos provenientes de los Estados Unidos de América. A cada uno de vosotros y a vuestras familias llegue el deseo de un fecundo camino de Adviento, para llegar a Navidad a abrazar en el Niño al Salvador del mundo. Dios os bendiga.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua alemana. Con la ayuda del Espíritu Santo tomemos coraje para anunciar el Señor a todos, que viene a liberarnos de las cadenas de nuestros pecados.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos a Dios nuestro Padre que nos conceda perseverar en los momentos de prueba y que nos dé también la capacidad de leer todos los acontecimientos de nuestra vida con los ojos de la fe, para mantenernos fieles en nuestra vocación de discípulos misioneros. Que Dios los bendiga.
Saludo de corazón a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los fieles brasileños del Instituto Dique di Santos. Queridos amigos, no olvidéis que todo bautizado está llamado a ser evangelizador. El Espíritu Santo os hará capaces de vivir y manifestar vuestra fe e iluminará el corazón de las personas que encontréis. Dejaos guiar por Él, sin miedo de lo que os pida ni donde os mande. Que la Virgen os acompañe y proteja a todos y a vuestros seres queridos.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular a los provenientes de Irak, Líbano, Siria y Medio Oriente. Os invito a no tener miedo, a mantener vuestra fe ante todas las pruebas y a ser audaces por Cristo, seguros de que ni tribulación, ni angustia, ni persecución podrán separarnos de su amor. El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre del maligno.
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Ayer celebramos la memoria de la Virgen de Loreto y el domingo pasado empezó el Año Jubilar a Ella dedicado, como patrona de los pilotos y de los que viajan en avión. Espero que todos aprendáis a mirar la vida desde lo alto, desde la perspectiva del cielo, ver las cosas con los ojos de Dios, a través del prisma del Evangelio. Que María cuide de vosotros y os guíe. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a las Misioneras de la Caridad y a los grupos parroquiales, especialmente los de Mendicino y Faro-Fiumicino. Saludo además al personal de la Jefatura de policía de Crotone; al Comité de Fiestas de Mesagne; a las delegaciones de los Ayuntamientos de Introd y de Bolsena; al grupo de profesionales y doctores en optometría; y a la Asociación Amigos de la Beata Pellesi, de San Michele dei Mucchietti-Sassuolo.
Saludo finalmente a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casaos. El próximo viernes se celebra la memoria de Santa Lucía, Virgen y Mártir. Deseo a todos que la luz del Niño Jesús, ya en el horizonte, invada con su bendición vuestra vida.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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