En la Audiencia general de hoy, el Papa ha recordado que el libro de los Hechos de los Apóstoles narra la llegada de Pablo a Filipos, colonia romana de la Macedonia. Así entró el Evangelio en Europa
Queridos hermanos:
El libro de los Hechos de los Apóstoles narra la llegada de Pablo a la ciudad de Filipos, colonia romana de la Macedonia, y por tanto la entrada del Evangelio en Europa. Hay tres acontecimientos que caracterizan este episodio.
En primer lugar, el bautismo de Lidia, una mujer creyente a la que el Señor por obra del Espíritu le abrió el corazón para que aceptara la enseñanza de Pablo. Una vez que el corazón de Lidia se abrió, pudo acoger a Cristo mediante el bautismo, junto a toda su familia, y abrió su casa a los demás Apóstoles.
Esta hospitalidad de Lidia nos recuerda la acogida y el servicio que caracterizaban a las mujeres que acompañaban a Jesús y a los Apóstoles. Gracias a esta acogida femenina florecieron las domus ecclesiae, las iglesias domésticas, entre los primeros cristianos.
En segundo lugar, Pablo y Silas fueron denunciados por los dueños de una esclava que tenía un espíritu de adivinación y les procuraba muchos beneficios, y a la que los Apóstoles liberaron con un exorcismo. En la cárcel, en vez de lamentarse, alababan a Dios y Él los salvó mediante un terremoto que sacudió la prisión y rompió las cadenas que los ataban.
Y, por último, la conversión y el bautismo del carcelero y de toda su familia. En medio de la noche, él creyó en el Señor Jesús, junto a toda su familia, acogió a los apóstoles en su casa, les lavó las heridas y recibió el Bautismo. Después, lleno de alegría por haber creído en Dios preparó la mesa y celebraron una fiesta. En medio de la noche, para el carcelero y su familia brilló la luz de Cristo, se rompieron las cadenas del corazón y experimentaron una alegría indescriptible.
Leyendo los Hechos de los Apóstoles se ve cómo el Espíritu Santo es el protagonista de la misión de la Iglesia: es Él quien guía el camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir. Esto lo vemos claramente en el momento en que el apóstol Pablo, llegado a Tróade, recibe una visión. Un Macedonio le suplica: «Ven a Macedonia y ayúdanos» (Hch 16,9). El pueblo de Macedonia del Norte está orgulloso de esto, se enorgullece de haber llamado a Pablo para que fuese a anunciar a Jesucristo. Recuerdo mucho aquel buen pueblo que me recibió tan calurosamente: ¡que conserven esa fe que Pablo les predicó! El Apóstol no lo dudó y parte para Macedonia, seguro de que es precisamente Dios quien le envía, y llega a Filipos, «colonia romana» (Hch 16,12) en la vía Egnatia, para predicar el Evangelio. Pablo se queda allí varios días. Tres son los acontecimientos que caracterizan su estancia en Filipos, en esos tres días: tres hechos importantes. 1) La evangelización y el bautismo de Lidia y de su familia; 2) el arresto que padece, junto a Silas, tras haber exorcizado a una esclava explotada por sus amos; 3) la conversión y el bautismo de su carcelero y de su familia. Veamos estos tres episodios de la vida de Pablo.
El poder del Evangelio se dirige, principalmente, a las mujeres de Filipos, en particular a Lidia, comerciante de púrpura, de la ciudad de Tiatira, una creyente en Dios a la que el Señor abre el corazón «para comprender las palabras de Pablo» (Hch 16,14). Lidia, de hecho, acoge a Cristo, recibe el Bautismo junto a su familia y acoge a los que son de Cristo, alojando a Pablo y a Silas en su casa. Tenemos aquí el testimonio de la llegada del cristianismo a Europa: el inicio de un proceso de inculturación que dura hasta hoy. Entró por Macedonia.
Después del cariño experimentado en casa de Lidia, Pablo y Silas se enfrentan a la dureza de la cárcel: pasan del consuelo de la conversión de Lidia y de su familia, a la desolación de la cárcel, donde son arrojados por haber liberado en el nombre de Jesús «una joven esclava que tenía un espíritu pitónico y proporcionaba como adivina abundantes ganancias a sus amos» con el oficio de adivina (Hch 16,16). Sus amos ganaban mucho y esa pobre esclava hacía lo que hacen las adivinas: te adivinaba el futuro, te leía las manos ─como dice la canción “prendi questa mano, zingara” (toma esta mano, gitana)─, y por eso la gente pagaba. También hoy, queridos hermanos y hermanas, hay gente que paga por esto. Yo recuerdo en mi diócesis, en un parque muy grande, había más de 60 mesitas donde se sentaban los adivinos y adivinas, que te leían la mano y la gente creía esas cosas. Y pagaba. Y esto pasaba también en tiempos de San Pablo. Sus amos, por represalias, denuncian a Pablo y llevan a los Apóstoles ante los magistrados con la acusación de desorden público.
¿Y qué sucede? Pablo está en la cárcel y durante el cautiverio ocurre un hecho sorprendente. Está desolado, pero en vez de quejarse, Pablo y Silas entonan una alabanza a Dios y esa alabanza crea un poder que los libera: durante la oración un terremoto sacude los cimientos de la prisión, se abren las puertas y caen las cadenas de todos (cfr. Hch 16,25-26). Como la oración de Pentecostés, también la hecha en la cárcel provoca efectos prodigiosos.
El carcelero, creyendo que los prisioneros han escapado, estaba a punto de suicidarse, porque los carceleros pagaban con su vida si huía un prisionero; pero Pablo le grita: “Estamos todos aquí!” (Hch 16,27-28). Y entonces les pregunta: «¿Qué debo hacer para salvarme?» (v. 30). La respuesta es: «Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa» (v. 31). En ese momento sucede el cambio: en el corazón de la noche, el carcelero escucha la palabra del Señor junto a su familia, acoge a los apóstoles, les lava las heridas ─porque habían sido apaleados─ y con los suyos recibe el Bautismo; luego, «se regocijó con toda su familia por haber creído en Dios» (v. 34), prepara la mesa e invita a Pablo y Silas a quedarse con ellos: ¡el momento del consuelo! En el corazón de la noche de este anónimo carcelero, la luz de Cristo brilla y derrota las tinieblas: las cadenas del corazón caen y brota en él y en sus familiares una alegría jamás sentida. Así el Espíritu Santo va haciendo la misión: desde el inicio, desde Pentecostés en adelante es Él el protagonista de la misión. Y nos lleva adelante, hay que ser fieles a la vocación que el Espíritu nos mueve a realizar. Para llevar el Evangelio.
Pidamos también nosotros hoy al Espíritu Santo un corazón abierto, sensible a Dios y acogedor de los demás, como el de Lidia, y una fe audaz, como la de Pablo y Silas, y también una apertura de corazón, como la del carcelero que se deja tocar por el Espíritu Santo.
Saludo cordialmente a los fieles francófonos, en particular a los que participan en la peregrinación de los responsables y miembros del mundo político de Martinica, acompañados por Mons. David Macaire; y a los Misioneros de Jesús Salvador que celebran su primer jubileo. La predicación y el testimonio de Pablo, movido por la acción del Espíritu Santo, generan en medio de las tinieblas, iluminadas por Cristo, la esperanza de la salvación. Pidamos la gracia de llenarnos del Espíritu Santo, para vivir la hospitalidad y para tener una fe audaz que derriba las barreras y libera la alegría de estar juntos.
Saludo a los peregrinos de lengua inglesa presentes en esta Audiencia, especialmente a los grupos provenientes de Inglaterra, Irlanda, Dinamarca, Australia, Corea, Indonesia, Israel, Filipinas, Canadá y Estados Unidos de América. Sobre vosotros y vuestras familias invoco la alegría y la paz del Señor Jesucristo. Dios os bendiga.
Una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua alemana, en particular al grupo de la parroquia de Sankt Martin Deggendorf, acompañado por el Obispo auxiliar Mons. Josef Graf. Pidamos al Espíritu Santo un corazón abierto, sensible a Dios y acogedor con los hermanos, y una fe audaz que os haga verdaderamente libres.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé un corazón abierto a Dios y acogedor con los demás, con una fe audaz capaz de romper las cadenas que nos oprimen a nosotros y a los demás. Que Dios los bendiga.
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, en particular a los fieles brasileños de São Bernardo do Campo, Santo André y Sorocaba. Al agradeceros vuestra presencia, os animo a seguir vuestro fiel testimonio cristiano en la sociedad. Dejaos guiar por el Espíritu Santo para crecer llenos de sus frutos. Con gusto os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, en particular al grupo de la escuela de las Hermanas de Nazaret de Haifa en Tierra Santa, y a todos los provenientes del Medio Oriente. Es el Espíritu Santo el que anima la Iglesia y la guía en su misión. También nosotros hemos recibido ese Espíritu en el Bautismo y en la Confirmación. Si le abrimos los corazones y le permitimos guiarnos, nos llevará a la salvación de nuestras almas y nos dará la fuerza de anunciar el Evangelio para la salvación de todas las almas. El Señor os bendiga a todos y os proteja siempre del maligno.!
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, nos estamos acercando a la solemnidad de Todos los Santos y a la memoria de todos los fieles difuntos. Como decía san Juan Pablo II, estos días “nos invitan a dirigir la mirada al Cielo, meta de nuestra peregrinación terrena. Allí nos espera la festiva comunidad de los Santos. Allá nos volveremos a encontrar con nuestros queridos difuntos”, por los cuales ahora se eleva nuestra oración. Vivamos el misterio de la comunión de los santos con la esperanza que surge de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Os bendigo de corazón.
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a las Maestras Pías Venerini, que celebran su capítulo general y las animo a seguir con renovado entusiasmo el carisma de la enseñanza cristiana, sobre todo dirigido a los más pequeños. Saludo a los novicios de la Congregación Sagrada Familia de Nazaret; y a los grupos parroquiales, especialmente a los de Quarto di Grossolengo, con el Obispo de Piacenza-Bobbio, Mons. Gianni Ambrosio, y a los de Fondi. Saludo a los chicos y chicas de Teramo, que han venido hoy con su párroco: bienvenidos. Además saludo a la Junta municipal de Mileto, acompañada por el Obispo, Mons. Luigi Renzo; a la Empresa Hospitalaria San Camilo-Forlanini de Roma; a la Unión italiana de ciegos; y al Liceo Galilei de Mondragone.
Saludo finalmente a los jóvenes, ancianos, enfermos y recién casados. Se ve que son muchos… Al concluir el mes de octubre invoquemos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Aprended a dirigiros a Ella rezándole el Rosario. Que la Virgen sea vuestro apoyo en el camino del seguimiento de su Hijo, Jesucristo.
Queridos hermanos y hermanas, mi pensamiento va al amado Irak, donde las manifestaciones de protesta ocurridas durante este mes han causado numerosos muertos y heridos. Al expresar pésame por las víctimas y cercanía a sus familias y a los heridos, invito a las Autoridades a escuchar el grito de la población que pide una vida digna y tranquila. Animo a todos los iraquíes, con el apoyo de la comunidad internacional, a recorrer la vía del diálogo y la reconciliación y a buscar las correctas soluciones a los retos y problemas del país. Rezo para que ese pueblo masacrado pueda encontrar paz y estabilidad tras tantos años de guerra y de violencia, donde ha sufrido tanto.
Fuente: vatican.va / romereports.com
Traducción de Luis Montoya
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