Para evitar apretar el gatillo contra quien nos "encontramos" en nuestro camino digital, convirtiendo en un basurero lo que debería ser un ambiente de diálogo, confrontación, recreación y no de desahogo y ofensa
Las redes sociales tienden a hacernos irreflexivos e impulsivos: el hecho de que nos comuniquemos con alguien a través de una pantalla y no "cara a cara" puede llevar a la pérdida de esa modestia que normalmente nos impide decir abiertamente todo lo que pensamos cuando el interlocutor está delante de nosotros en carne y hueso.
"Protegidos" por nuestro smartphone o PC, nos aventuramos más allá de los límites dentro de los cuales una conversación puede definirse civil.
Y entonces surgen insultos a perfectos desconocidos, bromas de mal gusto, comentarios cínicos e irrespetuosos que, quizás, no pronunciaríamos sin el escudo de las herramientas tecnológicas.
La tentación de caer en el llamado "discurso del odio", llenando nuestros perfiles o las páginas que visitamos con comentarios poco delicados u ofensivos, puede ser muy fuerte. Así pues, aquí hay tres reglas de oro para evitar apretar el gatillo contra quien nos "encontramos" en nuestro camino digital, convirtiendo en un basurero lo que debería ser un ambiente de diálogo, confrontación, recreación y no de desahogo y ofensa.
Si estás escribiendo un comentario poco amable o incluso ofensivo, recuerda siempre que estás mirando a una persona de carne y hueso, incluso si estás separado por una pantalla.
¿Cuántas veces los artículos publicados en una red social se llenan de una maldad indescriptible que, por lo general, no oímos entre dos personas que toman café juntos?
Antes de escribir, reflexionemos sobre el hecho de que el otro no es el chivo expiatorio sobre el cual derramar nuestro estrés o nuestra ira reprimida. Las redes sociales no pueden convertirse en peras de boxeo.
Preguntémonos si lo que vamos a escribir en las redes sociales puede herir a alguien, ofender sus sentimientos o incluso humillarlo.
También recordemos que somos responsables también ante la ley de nuestras acciones en la web. Por ejemplo, podemos ser perseguidos penalmente por difamación al afirmar algo falso sobre alguien, como sucede en la vida real. De hecho, es bueno saber que la difamación puede incluso agravarse si ocurre en una red social como Facebook, porque, legalmente hablando, la red social se considera un espacio real donde lo que se dice llega a mucha gente a la vez. Más razón para pensarlo dos veces antes de escribir cosas malas....
Si el propósito de nuestro comentario es hacer reflexionar a alguien que, a nuestro juicio, apoya una tesis equivocada, seguramente no le haremos cambiar de opinión insultándolo. Nadie reflexiona si se siente atacado, mas bien tratará de defenderse y, aunque solo sea por orgullo, se enrocá aún más en sus convicciones.
Es posible ─pero no obvio─ que tengamos razón y que el otro esté equivocado, pero aun así debemos recordar que sólo si corregimos con respeto, si ofrecemos alimento para el pensamiento con el fin de ayudar al otro, no para aplastarlo, el diálogo es constructivo. De lo contrario, sólo estamos perdiendo el tiempo. O, peor aún, estamos sembrando resentimiento. En pocas palabras, estamos ensuciando la red.
Armémonos, pues, de paciencia y humildad. Recordemos que una palabra gentil mueve más un corazón endurecido que cien escupitajos con ira.
¿Y ustedes, los lectores, tienen otras reglas que sugerir? Si crees que puedes ayudarnos, escribe en los comentarios lo que piensas que hace de la web un lugar mejor.
Antes de publicar, piensa. Las tres reglas de oro.
Cecilia Galatolo, en familyandmedia.eu
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