La sed de infinito, eternidad y trascendencia que anida en el corazón humano no se apaga nunca; una y otra vez los sucedáneos que intentan suplirla ─poder, dinero, placer─ se muestran insuficientes
Cierta alumna preguntaba: “¿Padre, sabe usted que la tendencia es que los jóvenes no se identifiquen con ningún credo religioso?” Buscaba hacerme ver, educadamente, que ni la figura del sacerdote, ni la religión institucionalizada gozan ya de un especial prestigio entre la juventud. ¿Esto es así?, ¿es irreversible?, ¿qué mensaje cifrado transmite tal hecho?
Habría que hacer multitud de matices pues, a pesar de la globalización, el mundo no forma un tapiz homogéneo. Todavía hay países con una altísima práctica religiosa, tanto cristianos, como budistas y musulmanes, junto con otros que la tienen muy baja. No es lo mismo África o Asia que Europa y Norteamérica, o América Latina, donde descuellan por su religiosidad Perú y Colombia. Es cierto que los porcentajes absolutos no reflejan la tendencia juvenil, que finalmente es definitiva, pues muestra cómo será el panorama generalizado el día de mañana. Por ejemplo, en Estados Unidos, que tienen en su origen una marcada raíz religiosa y es líder de opinión mundial, un 40 % de jóvenes no se identifican con ningún credo religioso.
El hecho de que muchos jóvenes no se identifiquen con un credo religioso es perfectamente explicable. Han crecido escuchando y viendo cosas negativas sobre la religión. Han madurado al calor de los escándalos de pederastia clerical y se les ha presentado una imagen negativa de la fe en el cine y en las series de televisión. En la escuela se les ha enseñado, en muchos casos, que la religión es motivo de conflicto social y político; han sido testigos de los ataques terroristas del 11 de septiembre y del Estado Islámico. Han crecido con la sospecha de que la religión sirve para favorecer oscuros intereses económicos o de poder. Se da por sentado que la religión se opone al desarrollo científico y recela del progreso. Saben que la religión, particularmente la católica, tiene preceptos morales frecuentemente contrarios a su conducta sexual, y se les ha dicho que impone cargas imposibles e inhumanas en esta materia para controlar las conciencias y fomentar el sentimiento de culpa. Muchos suponen, en fin, que la religiosidad es patrimonio del subdesarrollo.
Ante este panorama, resulta admirable que el 60 % de los jóvenes estadounidenses sigan identificándose con una religión. Ahora bien, ¿es esto definitivo?, ¿la tendencia es irreversible? Muchas veces sesudos analistas han profetizado el fin de la religión… y lo que ha desaparecido son sus doctrinas, mientras que la fe resurge como Ave Fénix de sus cenizas. ¿Por qué es esto así?
Cabe una explicación antropológica sencilla. En primer lugar, todos los datos negativos señalados más arriba tienen fundamento en la realidad, pero no son toda la realidad, siendo algunos inexactos y otros simplemente falsos; la contraposición entre ciencia y fe, por ejemplo. Si la primera impresión es negativa, un poco de reflexión matiza las cosas. En segundo lugar, porque los jóvenes pueden dejarse llevar con más facilidad por modas o generalizaciones fáciles, pero la vida y sus golpes, la experiencia, suelen colocar las cosas en su sitio. ¿Por qué la religiosidad revive una y otra vez contra todo pronóstico? Porque a pesar de las apariencias, la sed de infinito, eternidad y trascendencia que anida en el corazón humano no se apaga nunca; una y otra vez los sucedáneos que intentan suplirla ─poder, dinero, placer─ se muestran insuficientes.
En tercer lugar, porque en la juventud las posibilidades existenciales son prácticamente ilimitadas ─por lo menos en los países desarrollados─, y el conocimiento propio es más bien escaso. Con el paso del tiempo los seres humanos paladeamos nuestra limitación e insuficiencia, tenemos experiencia del dolor, el fracaso y el sufrimiento, descubrimos que ni nosotros ni la realidad era como pensábamos, y todo ello nos invita a mirar hacia esa otra parcela de la realidad que considerábamos definitivamente clausurada: la esfera religiosa. Las inquietantes estadísticas religiosas pueden considerarse preliminares, no definitivas, es preciso esperar.
Por último, ¿esta caída porcentual es negativa para la fe? Depende. Sencillamente se trata de cambiar parámetros. Ya no sirve la “política de carro completo”; es decir, afirmar: “en tal país somos de tal religión”. No puede darse por descontado; pero esto es bueno. Las personas religiosas cada vez más lo son por convicción y menos por inercia; incluso, experimentar algunas vejaciones por profesar una creencia sirve para redescubrir el valor de la misma. Ya no me apunto a un credo por conveniencia, ventajas o convencionalismo social, sino por una convicción más personal y profunda; es decir, la religiosidad si bien más minoritaria es más auténtica, y esto es bueno.