Es como si la “tentación de compartir” dejase de lado la prudencia
¿Sabían que el 30% de los padres publica al menos una foto o un vídeo de su hijo al día en las redes sociales? Estos son los últimos e increíbles datos procedentes de un reciente estudio llamado "The Age of Consent", realizado en Estados Unidos por la multinacional informática McAfee.
Según esta investigación, buena parte de los padres publica más de una vez al día entradas con vídeos o imágenes. Muchos de los padres implicados en el estudio admiten los peligros que corren al hacer públicas las imágenes de menores (pedofilia, stalking, acoso a través de las redes), pero esto no siempre influye en su comportamiento. Y el 58% de ellos ni siquiera se plantea el problema de si su hijo estará de acuerdo o no en la publicación on line de esas imágenes.
Es como si la “tentación de compartir” dejase de lado la prudencia.
Las redes sociales pueden usarse como instrumentos para compartir, o pueden convertirse en "escaparates" para exhibirse, para saciar la sed de narcisismo que, a veces, aflora en cada uno.
Y así, a menudo, con los perfiles no sólo queremos informar de nosotros a amigos y parientes que nos tienen aprecio, sino que otros vean qué guapos, afortunados y realizados somos.
De esto hablamos en un artículo sobre los siete pecados capitales de las redes sociales. Nos preguntamos ahora qué sucede si en el torbellino de nuestro narcisismo “absorbemos” también a menores de edad, especialmente a nuestros hijos. Como adultos, libres de autodeterminarnos, podemos publicar nuestras fotos en las plataformas digitales sin restricciones. Pero, ¿cómo deberíamos comportarnos ante el deseo de compartir imágenes de nuestros hijos?
El contexto mediático actual nos ha transformado a cada uno en una pequeña emitente de comunicación. Publicamos a diario cada vez más contenidos que afectan a la vida privada y a las personas que queremos. Pero ¿somos conscientes? La investigación de McAfee subraya cómo los padres no son conscientes ni expertos en cuestiones de privacidad, menos aún si se refiere a la de sus hijos. Muchos admiten sin problemas que incluyen informaciones y datos personales de los niños en sus publicaciones. Por ejemplo, la mitad de los padres entrevistados admite tener o querer compartir una foto de su hijo sentado en un pupitre del colegio, a pesar del riesgo de exponer informaciones personales. Conforta, sin embargo, ver que la mayoría de los padres −el 70%-comparte fotos de sus niños sólo en cuentas de redes sociales privadas. Es solo un primer paso, pero todavía queda mucho para que los padres protejan la intimidad de sus hijos.
Hacen falta reglas. Sobre todo, una: nadie puede publicar en una red social la foto de otro, sin su previo y expreso consentimiento.
Y ¿qué decir sobre las fotos de los niños?
Es sabido que con relación a los menores, los periódicos, las televisiones y cualquier otro medio que difunda imágenes, deben atenerse a unas reglas precisas que protegen la intimidad.
También en el marco de las redes sociales, los niños tienen derecho a la intimidad, pero son los padres quienes deben hacerse cargo de este derecho, porque -sobre todo si son bebés o muy pequeños-, los niños no tienen capacidad de conceder o negar su consentimiento para la publicación. La duda es si los padres tienen una conciencia real sobre esta gran responsabilidad de cuidar los datos sensibles de sus hijos.
Hay un dato muy preocupante: la investigación de McAfee revela que el 22% de los padres no considera que sus hijos deban tener “voz” sobre la gestión de su imagen. Para muchos adultos, la opción de publicar una foto del menor corresponde sólo al papá y la mamá. Y sólo el 19%, casi un progenitor de cada cinco, es consciente de que puede “generar ansiedad o malestar emocional” al hijo, exponiéndolo, sin su consentimiento, en una red social pública.
Esto nos hace sospechar que, a veces, los padres abusan de su derecho a gestionar la intimidad del menor y no siempre protegen, de hecho, sus intereses.
Por esto animamos a compartir una primera invitación: protejamos las imágenes de nuestros niños, tratemos de ser sus guardianes. Preocupémonos por su protección, antes que su exhibición. Porque los hijos no son trofeos.
Segunda idea: respetemos su voluntad. Incluso si son menores, tienen derecho a “dar su opinión”, cuando se trata de su propia imagen.
Más allá de la vergüenza que un padre puede suscitar en el niño compartiendo continuamente sus fotos, hay peligros vinculados a la circulación de fotos en red que es bueno conocer.
Las redes sociales eliminan la concepción de público y privado: nos hacen convivir con la ilusión de que lo que publicamos permanece en nuestro círculo de amigos. Las cosas no son así. Internet es un “agujero negro”: lo que entra no vuelve a salir. Y no se sabe a dónde va a parar. En realidad, lamentablemente se sabe muy bien.
La red no es frecuentada sólo por personas que publican las fotos de sus vacaciones o momentos felices pasados con amigos.
También existe una red oscura, una red hecha de explotación y perversión y −sin ser alarmistas− debemos reconocer que las personas malintencionadas podrían no estar lejos de nosotros y de nuestro ambiente.
Y de hecho, cuando ponemos en red las fotografías, perdemos el control sobre ellas. Un artículo publicado en el Huffingtonpost, advierte de que “la mitad de las fotografías de menores publicadas en la red acaban en manos equivocadas”. Es un dato espantoso, que debe hacernos sentir el peso de la responsabilidad.
Una tercera y última invitación: quitemos el polvo a la vieja y sana costumbre de rellenar el álbum de familia, para poder hojearlo juntos, sentados en un sofá, los domingos de invierno.
Hay experiencias, momentos, recuerdos, imágenes que pueden ser conservadas muy bien, aunque estén off line.
Cecilia Galatolo, en familyandmedia.eu/es.
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